Primer consejo: "No basta orar por nuestros
hijos; tenemos que orar con nuestros hijos"
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Bien, la primera respuesta es: Nosotros
también estamos aprendiendo y descubriendo. Una mamá nos dijo: “Cuando mis
hijos se volvieron adolescentes (cronológicamente hablando) a los 12 años,
comenté con mi esposo: ‘Siento que tenemos que aprender de nuevo a ser padre y
madre. Todo está volviéndose diferente: las preguntas, los temas, las
orientaciones a dar. Las correcciones y cómo hacerlas; las amistades, las
influencias’. Entonces, me di cuenta que la misión de catequizar no podía
parar, sino que tenía que renovarse, casi reinventarse”.
Al ser así,
lo primero que me di cuenta que era lo más importante, fue acoger a esos
adolescentes. Acogerlos sin ahuyentarlos frente a los resbalones, deslices y
dificultades que empiezan a tener y ellos mismos no saben el porqué. ¿De qué
forma acoger? Corrigiendo sí, pero no bramando frente al error o desliz, al tal
punto que sientan miedo y hagan de todo para esconderse; dejando de compartir
con nosotros sus dificultades.
Aprendí y
estoy aprendiendo a oír una confesión respirando hondo, pidiendo al Espíritu
Santo para controlarme y saberme orientar, para que pueda mostrar con firmeza
las consecuencias y aplicar la debida corrección, mostrando (con la gracia de
Dios) que estamos juntos, pero es necesario hacer frente a las consecuencias.
Los lugares, compañías, los videos, películas e Internet. Además de eso, las
hormonas a flor de piel, hacen de esos adolescentes “católicos”, adolescentes
normales.
Inyección de valores
Hemos aprendido con monseñor Jonas que
ellos son como niños. Es decir, durante la infancia, han recibido la
orientación de la fe, de los valores cristianos y una educación firme, como si
recibieran las piezas de un lindo rompecabezas. Pero, en la adolescencia,
pueden querer, por ímpetu, desmontar todo el rompecabezas y dejarlo de lado.
Monseñor
Jonas nos decía: “Manténganse firmes, pues cuando se calmen y sean mayores, y
llegue el momento de organizar su vida; las piezas clave que tendrán para hacer
esa reconstrucción, son las que tú dejaste”.
Entonces, en
cualquier etapa en que el adolescente católico se encuentre, en la fase de
rebeldía; o simplemente en la fase de la indiferencia con lo que le has
enseñado, mantente, de una forma nueva, firme con la inyección de valores, de
fe y ofrécele tu confianza. Como el monseñor Jonas nos dijo: “No
basta orar por nuestros hijos, tenemos que orar con nuestros hijos”.
El
adolescente de una familia católica puede y debe mantenerse firme en la fe,
pero la elección que hará, pasa por su libre albedrío y, también, por nuestra
intercesión y valor de no abandonarlo a merced de lo que el mundo le ofrece.
¡Que el Señor nos ayude!
Sector infantil y juvenil Canção
Nova