Homilía ayer en Casa Santa Marta
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Yulia Grigoryeva - Shutterstock |
No juzgar a los
demás, no condenar y perdonar: de esta manera se imita la misericordia del
Padre. En la misa en la Casa Santa Marta, Francisco recuerda a todos que “para
no equivocarnos” en la vida, hay que “imitar a Dios”, “caminar ante los ojos
del Padre”. Partiendo del evangelio de Lucas (Lc 6, 36-38), el Papa habla sobre
todo de la misericordia de Dios, capaz de perdonar las acciones más “feas”.
La misericordia de Dios es algo tan grande,
tan grande… No olvidemos esto. Cuánta gente [dice]: “He hecho cosas muy malas,
he comprado mi sitio en el infierno, no puedo volver atrás”. Pero ¿piensa en la
misericordia de Dios?
Recordemos la historia de la pobre señora
viuda que fue a confesarse al Cura de Ars (el marido se había suicidado; se
había tirado del puente al río). Y lloraba. Decía: “Soy una pecadora, pobre de
mí. Pobre de mi marido, ¡está en el infierno! ¡Se ha suicidado y el suicidio es
un pecado mortal. Está en el infierno”. Y el cura de Ars decía: “Pare, señora,
porque entre el puente y el río estaba la misericordia de Dios”. Hasta el
final, hasta el final, está la misericordia de Dios.
Buenas
costumbres de Cuaresma
Para ponerse en el camino de la
misericordia, Jesús indica tres consejos prácticos. Ante todo no “juzgar”: una
“mala costumbre” de la que abstenerse, sobre todo en este tiempo de Cuaresma.
Además, es una costumbre que se mete en
nuestra vida incluso sin darnos cuenta. ¡Siempre! Incluso para hablar con
alguien: “¿Has visto lo que ha hecho ese?”. El juicio al otro. Pensemos cuántas
veces al día juzgamos, ¡por favor! ¡Parecemos todos jueces frustrados! Todos.
Cada vez que empezamos un diálogo, con comentario sobre el otro. “Mira, se ha
hecho la cirugía estética. Está más fea que antes”.
En segundo
lugar, no hay que juzgar. Y también, perdonar, aunque es “muy difícil”, porque
nuestras acciones dan “la medida a Dios de cómo tiene que hacer con nosotros”.
Tengamos
los bolsillos abiertos
En la homilía, el Papa invita a todos a
aprender la sabiduría de la generosidad, vía maestra para renunciar a las “murmuraciones”,
en las que “juzgamos continuamente, condenamos continuamente y difícilmente
perdonamos”.
El Señor nos enseña: “Den”. “Den y se les
dará”: sean generosos en dar. No sean “bolsillos cerrados”; sean generosos al
dar a los pobres, a quienes necesitan y también den otras cosas: den consejos,
den sonrisas a la gente, sonrían. Den siempre.
“Den y se les dará. Y se les dará en una
medida buena, remecida, rebosante”, porque el Señor será generoso: nosotros
démosle y Él nos dará el ciento por uno de todo lo que demos. Y esta es la
actitud que blinda el no juzgar, el no condenar y el perdonar. La importancia
de la limosna, pero no solo de la limosna material, sino también de la limosna
espiritual; perder el tiempo con otro que lo necesita, visitar a un enfermo,
sonreír.
Vatican Media
Fuente: Aleteia