Homilía
de la Eucaristía
Misa en Albano © Vatican Media
|
El
Santo Padre recordó que si evitamos a quien está perdido, no somos de Jesús y
exhortó a pedir la gracia de salir al encuentro de las personas como hermanos,
sin ver a nadie como un enemigo. De manera que, incluso si hemos sido heridos,
devolvamos el bien, dejando de ser esclavos de los males del pasado, como los
discípulos: “Demos gratuitamente, amemos a los pobres y a los que no tienen que
devolvernos: seremos ricos en la presencia de Dios”.
Hoy
sábado 21 de septiembre de 2019, en el marco de su visita pastoral a la ciudad
y diócesis italiana de Albano, en la provincia de Lacio, el Papa Francisco ha
presidido la Misa.
En
este día, la Iglesia local de Albano celebra el aniversario de la dedicación de
su catedral, que fue realizada por Benedicto XVI en 2008.
En
su homilía, indica Vatican News, Francisco ha reflexionado en torno al
pasaje de la conversión de Zaqueo, ofrecido en el evangelio de san Juan. Así,
remarcó que, a pesar de tratarse de un flagrante pecador, insalvable a los ojos
de sus iguales, Jesús sí que reparó en él.
Dios nunca nos olvida
En
este sentido, el Pontífice afirmó que, el Señor, como ocurrió con Zaqueo,
siempre se acuerda de nosotros, no nos olvida “no nos pierde de vista a pesar
de los obstáculos que pueden alejarnos de Él”.
Estos
obstáculos, “los límites, pecados, vergüenza, parloteo y prejuicios”, no
impiden que “Jesús se olvide de lo esencial, el hombre a quien amar y salvar”,
añadió.
Dios te ama y te llama
Aludiendo
el aniversario de la catedral, el Papa se refirió también a que “la Iglesia con
mayúscula, existe para mantener vivo en el corazón de los hombres el recuerdo
de que Dios los ama. Existe para decir a cada uno, incluso a los más lejanos:
eres amado y llamado por tu nombre por Jesús; Dios no te olvida, tú estás en su
corazón”.
Ante
ello, el Pontífice indicó a los presentes que no tuvieran miedo “de cruzar la
ciudad, de ir a los más olvidados, a los que están escondidos detrás de las
ramas de la vergüenza, del miedo, de la soledad, para decirles: ‘Dios se
acuerda de ti’”.
Jesús se anticipa en el
amor
El
Obispo de Roma subrayó también, de acuerdo a la misma fuente, que la segunda
acción de Jesús es que este se “anticipa”.
Al
igual que ocurre con Zaqueo, que se encuentra verdaderamente con Cristo en el
momento en el que Él le mira: “Cuando descubrimos que su amor nos anticipa, que
nos llega antes que nada, la vida cambia”, apuntó.
Los
sustitutos del amor, como la riqueza, la profesión, el placer o la dependencia,
no ayudan a encontrar sentido a la existencia, pues “solo con Jesús descubrirás
que siempre has sido amado y harás el descubrimiento de la vida. Te sentirás
tocado en tu interior por la ternura invencible de Dios, que conmueve y mueve
el corazón”, agregó.
La misericordia de Dios
Por
otro lado, Francisco resaltó que existe el riesgo patente de mundanizar la fe,
“complicarla y llenarla de muchos contornos: argumentos culturales, visiones
eficaces, opciones políticas, opciones de partido…”.
De
este modo, se olvida “lo esencial, la sencillez de la fe, lo primero: el
encuentro vivo con la misericordia de Dios. Si este no es el centro, si no es
el principio y el fin de todas nuestras actividades, corremos el riesgo de
mantener a Dios ‘fuera del hogar’, fuera de la Iglesia, que es su hogar”.
Así,
el Pontífice instó a todos a “dejarnos misericordiar por Dios”,
porque Él viene con su misericordia.
Ser como niños
Para
salvaguardar la misericordia de Dios, según el Obispo de Roma, no es necesario
complicarse, basta con “ser como niños”.
Y
continuó explicando: “Ellos necesitan padres y amigos: y nosotros también
necesitamos a Dios y a los demás. No es suficiente nosotros mismos, necesitamos
desenmascarar nuestra autosuficiencia, superar nuestros cierres, volver
pequeños por dentro, sencillos y entusiastas, llenos de impulso hacia Dios y
amor a los demás”.
La Iglesia, una casa
acogedora
El
Papa Francisco habló de la última acción de Jesús, la de hacer sentir a todos
en casa. Zaqueo se sentía ajeno a su lugar de origen, pero “el Señor desea que
su Iglesia sea una casa entre las casas, una tienda acogedora donde cada
hombre, como caminante de la vida, se encuentre con quien ha venido a habitar
entre nosotros”, describió.
Y
pidió que la Iglesia sea un espacio donde nunca miremos a los demás desde
arriba, sino, como hizo Jesús con Zaqueo, “desde abajo hacia arriba”.
Larissa
I. López
Fuente:
Zenit