No es
sano dejar de hablar de las personas que se han ido, ni tampoco ver la muerte
como un “castigo”
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| Marina Dyakonov - Shutterstock |
Uno de los aspectos más difíciles de explicar
cuando hablamos a los hijos de la muerte es el tema de los
sentimientos que ésta nos produce. La mayoría de las veces ni siquiera nosotros
podemos aceptar los sentimientos de tristeza, rabia o
frustración ante la muerte de un ser querido, y esto hace
difícil que podamos guiar a nuestros hijos a través de esta experiencia.
Es muy importante ayudarles a reconocer estos
sentimientos y enseñarles a validarlos: no tiene nada malo llorar o estar
triste.
Hay que tener
mucho cuidado con las frases que podemos decir que los llevan a reprimir esos
sentimientos: “no tienes que llorar”, o “no tenemos que estar tristes porque al
abuelo no le gustaría vernos así”. Es esencial que ellos puedan sentir
libremente y que puedan encontrar en sus padres apoyo y reconocimiento a esas
emociones que están sintiendo.
Vivir estas emociones no significa que
debemos quedarnos estancados: es recomendable también reconocer todas las emociones buenas
que vivimos con esas personas. Los recuerdos son
esenciales para poder transformar los sentimientos de
tristeza y rabia en amor y agradecimiento.
No es sano
dejar de hablar de las personas que se han ido, más bien, es
indispensable que nuestros hijos sepan que pueden hablar de ellos, de los
recuerdos felices y de todos los momentos que vivieron juntos.
Esto también les ayudará a reconocer que todos en un momento dado seremos
recordados por nuestros seres queridos.
Otro tema que debemos evitar es que
nuestros hijos vean la muerte como un castigo. A veces, sin querer, hablamos de la
muerte como algo que solo le pasa a ciertas personas como consecuencia de malos
comportamientos. Tal vez ellos perciban esa muerte como castigo de Dios.
Cuidado con esos comentarios porque confunde a los niños sobre todo cuando
alguien cercano y querido por ellos muere.
Nuestros hijos deben saber que la muerte es algo que nos llega a todos, algunos más temprano que a otros, y
que no tiene nada que ver con nuestra conducta o con si
somos malas o buenas personas.
También debemos alejar los miedos de
nuestros hijos y tratar de que vivan el hoy y el ahora sin preocuparse tanto
por el momento de la muerte.
Muchos niños
cuando viven la muerte de una persona cercana pueden quedar marcados pensando
en cuándo será su turno, o el turno de sus padres o familiares más cercanos. En
estos casos debemos tranquilizarlos reafirmando que nadie sabe el momento de su
muerte, que lo normal es que las personas vivan muchos años y que debemos
aprovechar y querer mucho a las personas que tenemos a nuestro alrededor
mientras estén cerca de nosotros.
Por último,
es importante también aprovechar la ocasión para hablar sobre la trascendencia,
de vida
después de la muerte, de la esperanza de encontrarnos con
nuestros seres querido en cielo y de la vida eterna en la que nos
encontraremos con Dios y en la que seremos realmente
felices.
Indudablemente son temas muy difíciles de
tocar con nuestros hijos, pero mientras seamos sinceros, comprensivos y
reconozcamos sus emociones, ellos sabrán acudir a nosotros pues confían en lo que les decimos y
sabrán que cuentan con nuestro apoyo incondicional.
María Verónica Degwitz
Fuente:
Aleteia






