Los consejos espirituales de los misioneros de la
misericordia nominados por papa Francisco. “Envidia: veneno mortal – ¿Por qué
él si y yo no?”, libro de Emiliano Antenucci y Aldo Buonaiuto, (editorial
EFFATA’)
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Antoine Mekary | ALETEIA |
Papa Francisco regalaba hace unos meses (17.06.2019) a sus colaboradores y empleados en la Santa Sede un libro especial: No hablar mal de los demás, editorial EFFATTA, escrito por fray Antenucci, divulgador de la devoción a la Virgen del Silencio. Entre otras cosas, se afirma: “La envidia destruye porque no tolera que otro tenga algo que yo no tengo. Los envidiosos siempre sufren porqué su corazón desea la muerte de los demás, por ende, está en sufrimiento”.
Una preocupación del Papa como muestra el autor Fray Emiliano Antenucci a Aleteia. En sus últimos encuentros ha conversado y meditado con el papa Francisco sobre tres males que acechan a la Iglesia y se traducen en actos: chismorrear, calumniar y envidiar.
Una preocupación del Papa como muestra el autor Fray Emiliano Antenucci a Aleteia. En sus últimos encuentros ha conversado y meditado con el papa Francisco sobre tres males que acechan a la Iglesia y se traducen en actos: chismorrear, calumniar y envidiar.
El sacerdote Aldo
Buonaiuto y Fray Antenucci acaban de publicar un nuevo libro:
“Envidia: veneno mortal – ¿Por qué él si y yo no?”. Además, quien sufre de este mal, afirman, manifiesta
algunos síntomas: tristeza,
hablar mal de los otros, menospreciar, megalomanía, y vivir siempre en
competición.
“La envidia es la tristeza por
la felicidad de los demás y se combate con el agradeciendo y la gratitud hacia
la vida y la alabanza por los dones de los otros”, dijo Fray Emiliano Antenucci
el inventor del curso “El silencio, habla el silencio” y nominado por el papa
Francisco, junto al padre Aldo Buonaiuto, Misionero de la Misericordia con
motivo del Año Santo extraordinario de la Misericordia.
“El santo no gasta sus energías lamentando
los errores ajenos, es capaz de hacer silencio ante los defectos de sus
hermanos y evita la violencia verbal que arrasa y maltrata, porque no se cree
digno de ser duro con los demás, sino que los considera como superiores a uno
mismo (cf. Flp 2,3)”, papa Francisco (116, Gaudete et Exsultate).
Envidioso, ladrón
El joven fraile de barba larga y
túnica marrón ilustra que existe una envidia intelectual, social, laboral,
estética, espiritual que genera tristeza y competitividad, incluso dentro de
las familias y en las relaciones más íntimas o cotidianas. Sin embargo, lo
mejor, citando al Papa, es no responder, evitar la violencia verbal que
destruye y maltrata. “Se es perfecto solo en el amor y no se
llega a lo alto superando a los otros”, explica el religioso.
El también sacerdote de la Orden de los Frailes Menores Capuchinos recuerda que
San Francisco considera al envidioso “ladrón” de los dones de los demás y, por
lo tanto, “ladrón de Dios”, es decir, considera la envidia como el pecado de no
ver a Dios en el otro y no mirar lo que es hermoso y realiza en el otro.
Envidia, veneno del alma
La envidia, el ‘veneno del
alma’, está documentada en la Biblia y en la historia del hombre: Caín y los
hermanos de José, el Rey David, Juan el Bautista y la Crucifixión de Jesús. Un
mal que intoxica a quien lo prueba y quien lo sufre.
Los autores, Antenucci y
Buonaiuto, aseguran que la envidia es igual a negar el propio valor, así se
refleja en el otro las propias inseguridades, la falta de autoestima y, en
definitiva, la falta de ojos limpios para observar la realidad que se está
viviendo.
Ignora el envidiado
“Quien envidia no conoce de
verdad al envidiado y sobre todo vuelca sobre él aquello que no logra mejorar
en sí mismo”. Padre Buonaiuto insiste en que todos los seres humanos sufren y
sienten dolor. Por eso, es injustificado sentir envidia por alguien. La compara
a una
hierba venenosa presente en el terreno de las relaciones en
las empresas, la vida familiar o en la Iglesia.
Envidia incluso contra los santos
Malvada y destructiva, la
envidia de otras personas golpeó y lastimó a varios santos de la Iglesia
católica. Un ejemplo fue Padre Pío, quien sufrió un ‘martirio silencioso’.
Hermanos en la fe que le persiguieron con calumnias, mentiras e injusticias. Papa
Francisco dijo que la envidia “te hace ver lo bueno que hay en el otro como
algo en contra nuestra” (21.01.2016).
Envidia, pecado mortal
Buonaiuto, sacerdote,
antropólogo y exorcista, asegura que la envidia se encuentra en la cima de los
pecados capitales por la “gravedad” de sus secuelas a nivel social e
individual. Y cita a San Tomás para indicar el grave defecto de percibir en el
bien de los otros, un mal para sí mismo.
Recuerda, asimismo, a San
Agustín que revela este mal hasta en el bebé que mira a su hermanito que se
amamanta del otro pecho de su madre. Es decir, que sucede entre personas muy
cercanas: familiares, amigos y compañeros de trabajo o estudio. Los padres
de la Iglesia, como San Gregorio Magno, confirma el autor, revelaron que la envidia
tiene efectos destructivos tales que llegan a producir más venenos: odio,
chismes, y calumnias.
Pecado
Entonces, aconseja el ejercicio
espiritual: “Alégrense de los progresos de vuestro hermano y entonces Dios será
glorificado en vosotros”. Los méritos de los otros son alegría para los que
dejan vencer en su corazón a Dios y no el mal de la envidia. La envidia
es el sexto pecado capital, pero el primero por su gravedad,
escribe el sacerdote que menciona la enseñanza de San Juan Cristóforo: la
envidia es el “acto opuesto al amor fraterno”.
Celos
Caín incluso mata a su hermano
porque en su alma vence el instinto, vence el lado oscuro. Saúl intenta
asesinar en más de una ocasión a David por sus éxitos. Buonaiuto, exorcista,
escribe que la vanidad se relaciona con la envidia y abre la puerta al diablo.
De hecho, “por la envidia del diablo entró la muerte en el mundo”, reconoce el
papa Francisco (Homilía Santa Marta 21.01.2016).
“El mal está celoso de la
bendición que el Padre otorga generosamente a sus hijos, envidiados
por esto por el demonio, quien por definición siempre intenta introducir
división, separación, conflicto incluso en la esfera más sagrada de los afectos
íntimos”. Así, por envidia Cristo es entregado por sus enemigos y crucificado.
Herodes asesinó niños en búsqueda del Mesías.
Conocerse y conocer a los demás
Tampoco es casual que la
felicidad, la unión familiar, y el público reconocimiento de los propios
méritos sean las cosas que causan mayor envidia. Los méritos del otro se viven
como una injusticia contra sí mismo. Buonaiuto afirma que la envidia alimenta
un orgullo destructivo sin admitir superiores o rivales. Crea división en las
familias, malos sentimientos y hasta guerras entre países.
Por eso, sostiene que la bondad
es el arma que Jesús enseñó a usar a sus discípulos contra la envidia.
“Considerar a todos como hermanos y alegrarse con quien se alegra”. Asimismo,
invita a emular a quien es bueno y tiene mérito, pero sin envidiarlo. La
envidia es causada, muchas veces, por el orgullo. Así, la otra coraza contra la
envidia es la humildad.
¿Cómo reconocer a un envidioso?
La persona sola es presa fácil
de la envidia, inconsciente de que necesita hacer algo para mejorarse, pues
mira hacia adentro, concentrado en sí mismo. De ahí que aumenta el malestar
espiritual y el egoísmo que intoxica y destruye visceralmente, explica el
sacerdote.
El envidioso tiene una visión
irreal y desviada de sí mismo. “Envidia porque no tiene una correcta
consciencia de sí y del propio papel en el mundo”. El envidioso como recuerda
el Papa: “¡Es un corazón atormentado!”. Es necesario perseguir las virtudes:
amar, saber compartir y ser solidarios.
¿Y quién es envidiado?
Papa Francisco reconoce que
todos podemos caer en este mal, nadie excluido, sean quien envidia, sea quien
es envidiado. La envidia y los celos son una “enfermedad siempre. ¡Es un pecado
feo! Es el inicio de tantos, tantos crímenes”.
Buonaiuto afirma que es
saludable reconocerse envidiosos para redefinir la propia responsabilidad,
pues, a veces, vemos la paja en el ojo ajeno, y no vemos la viga en el nuestro.
Con mucha facilidad nos damos cuenta de la envidia de los demás, cuando la
nuestra puede ser aún mayor. Pagar con la moneda del bien la envidia. “Quien te
envidia, inciertamente te elogia”.
Cinco remedios contra
la envidia
Fray Emiliano Antenucci también
propone 5 remedios contra la envidia:
1. Rezar
Rezar para sacar el ‘veneno’ de
la envidia y purificar la mirada y el corazón.
En este momento de oración en Tus brazos,
Jesús,
te pido el favor de ser libre de este feo
veneno que es la envidia, traída al mundo por Satanás.
Señor, te pido que vengas en auxilio de
mi fragilidad y mis debilidades.
Entrego completamente todo a ti, Señor,
los momentos en que experimenté el
sentimiento de envidia,
ya sea con amistades, con familiares o
personas externos.
Te pido, Espíritu Santo,
que vengas sobre mi corazón y sobre mi
vida,
liberándome de las raíces de lo que es la
envidia.
Ven, Espíritu Santo de Dios, dame un
corazón puro y simple,
que se complace con aquello que soy y que
tengo.
Ven, Espíritu Santo, abre mis ojos a las
riquezas que poseo.
Ven, Espíritu Santo de Dios,
cúbreme con tu poder para que me proteja
de los envidiosos que quieren perjudicarme a mí y a mis familiares.
Renuncio a toda envidia en el nombre del
Padre,
del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
2. Agradecer
Fray Emilio aconseja rezar y
agradecer por los muchos dones que llegan a nuestra vida, pero, afirma que se
necesita aprender a dar gracias también por los dones recibidos por los otros o
representados en ellos. La oración de agradecimiento es un ejercicio de liberación
de la auto complacencia y de quedarse en uno mismo. Además, significa no
apoyarse solo en las propias fuerzas. “Reza como si todo dependiera de Dios y
trabaja como si todo dependiera de ti” (San Ignacio de Loyola). Rezar por el
propio ‘Laudato Si’, aseguró Fray Emiliano.
3. Respetar
El respeto es el sentimiento y
la actitud de reverencia hacia alguien que se considera digno de estima y
honor. Veneración, acatamiento que se hace a alguien. El sabio y el santo son
personas que nos hacen sentir especiales e importantes, no por un “captatio
benevolentiae”, sino porque realmente estamos ante Dios.
4. Apreciar
Apreciar, es decir, reconocer y
estimar el mérito de alguien o de algo que se hace. Estimar al otro es verlo
con el optimismo desde el cual Dios nos mira, para dar confianza: este es el
truco para una educación madura y responsable.
5. Comprometerse
Contraer el compromiso de
alegrarse por los dones recibidos por el otro y su felicidad como si fuera mía.
Fray Antenucci habla de manos juntas para rezar y manos sucias en la caridad.
Lenguaje ungido por el Espíritu Santo y corazón lleno de alegría y de paz. El
cristiano debe respirar con los dos pulmones: silencio y caridad. No hay lugar
para los chismes, porque seremos juzgados por la misericordia que hemos tenido
con los demás.
Ary Waldir Ramos Díaz
Fuente: Aleteia