Homilía
en la catedral de Bangkok
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| El Papa llama a los jóvenes tailandeses a salir al encuentro del Señor © Vatican Media |
El
Papa ha alentado a los jóvenes tailandeses a “salir al encuentro de Cristo, el
Señor que viene”. En la Eucaristía celebrada con ellos en la Catedral católica
de Bangkok, les ha dicho: “No le tengan miedo al futuro ni se dejen
achicar; por el contrario, sepan que ahí el Señor los está esperando para
preparar y celebrar la fiesta de su Reino”.
La
última celebración del Santo Padre en Tailandia ha estado dedicada a los
jóvenes: este viernes, 22 de noviembre, después de encontrarse con los líderes
religiosos del país en la Universidad de Chulalongkorn University, el Papa
ha llegado a la Catedral de la Asunción, en Bangkok a las 17 hora local (11
horas en Roma), para celebrar la Misa con los jóvenes. Al llegar, Francisco se
ha subido al papamóvil, en el que ha hecho un recorrido entre los jóvenes
presentes, a quienes ha saludado con alegría.
La
homilía de Francisco a los jóvenes, segundo papa que visita el Reino de
Tailandia, después de Juan Pablo II, se ha centrado en el tema que proponer el
Evangelio de hoy: “la venida definitiva de Cristo a nuestras vidas y a nuestro
mundo”.
Citando
en repetidas ocasiones alguna frase de su exhortación Christus vivit, el Papa ha exhortado:
“¡Démosle la bienvenida en medio nuestro con inmensa alegría y amor, como sólo
ustedes, jóvenes, lo pueden hacer!”. Así, ha llamado a ir adelante con alegría
“porque sabemos que allí nos espera”, y ha matizado: “Antes que nosotros
salgamos a buscarlo, sabemos que el Señor nos busca, viene a nuestro encuentro
y nos llama desde la necesidad de una historia por hacer, por crear e
inventar”.
¿Quieren
mantener vivo el fuego capaz de iluminarlos en medio de la noche y de las
dificultades? Queridos amigos, para que el fuego del Espíritu no se apague, y
puedan mantener viva la mirada y el corazón, es necesario estar arraigados en
la fe de nuestros mayores: padres, abuelos y maestros. No para quedarse presos
del pasado, sino para aprender a tener ese coraje capaz de ayudarnos a
responder a las nuevas situaciones históricas.
Herederos de una hermosa
historia
Asimismo,
el Papa les ha recordado a los jóvenes que “son herederos de una hermosa
historia de evangelización que les fue transmitida como un tesoro sagrado”, en
el marco del 350 aniversario de la institución del vicariato apostólico de
Siam, es decir, la fundación de la Iglesia en Tailandia.
“Esta
hermosa catedral es testigo de la fe en Jesucristo que tuvieron sus
antepasados: su fidelidad, profundamente arraigada, los impulsó a hacer buenas
obras, a construir ese otro templo más hermoso todavía, compuesto de
piedras vivas para poder llevar el amor misericordioso de Dios a las personas
de su tiempo. “, ha comentado.
A continuación, ofrecemos
la homilía del Santo Padre:
Homilía del Papa Francisco
El
evangelio que acabamos de escuchar nos invita a ponernos en movimiento y mirar
al futuro para encontrarnos con lo más hermoso que nos quiere regalar: la
venida definitiva de Cristo a nuestras vidas y a nuestro mundo. ¡Démosle la
bienvenida en medio nuestro con inmensa alegría y amor, como sólo ustedes
jóvenes lo pueden hacer! Antes que nosotros salgamos a buscarlo, sabemos que el
Señor nos busca, viene a nuestro encuentro y nos llama desde la necesidad de
una historia por hacer, por crear e inventar. Vamos hacia adelante con alegría
porque sabemos que allí nos espera.
El
Señor sabe que, por medio de ustedes, jóvenes, entra el futuro en estas tierras
y en el mundo, y con ustedes cuenta para llevar adelante su misión hoy (cf.
Exhort. ap. postsin. Christus vivit, 174). Así como Dios tenía un plan
para el pueblo elegido, también tiene un plan para cada uno de ustedes. Él es
el primero en soñar con invitarnos a todos a un banquete que tenemos que
preparar juntos, Él y nosotros, como comunidad: el banquete de su Reino en el
que nadie podría quedar afuera.
El
evangelio de hoy nos habla de diez jóvenes invitadas a mirar el futuro y formar
parte de la fiesta del Señor. El problema fue que algunas de ellas no estaban
preparadas para recibirlo; no porque se hayan quedado dormidas sino porque les
faltó el aceite necesario, el combustible interior para mantener encendido el
fuego del amor. Tenían un gran impulso y motivación, querían participar del
llamado y la convocatoria del Maestro, pero con el tiempo se fueron apagando,
se les fueron agotando las fuerzas y las ganas, y llegaron tarde. Una parábola
de lo que nos puede suceder a todos los cristianos cuando, llenos de impulsos y
de ganas, sentimos el llamado del Señor a tomar parte en su Reino y a compartir
su alegría con los demás.
Es
frecuente que, frente a los problemas y obstáculos, –que muchas veces son
tantos, como cada uno de ustedes en su corazón lo sabe muy bien–; frente al
sufrimiento de personas queridas, o a la impotencia de experimentar situaciones
que parecen imposibles de ser cambiadas, entonces la incredulidad y la amargura
pueden ganar espacio e infiltrarse silenciosamente en nuestros sueños, haciendo
que se enfríe nuestro corazón, se pierda la alegría y que lleguemos tarde.
Por
eso, me gustaría preguntarles: ¿Quieren mantener vivo el fuego capaz de
iluminarlos en medio de la noche y en medio de las dificultades?, ¿quieren
prepararse para responder al llamado del Señor?, ¿quieren estar listos para
hacer su voluntad? ¿Cómo procurarse el aceite que los va a mantener en
movimiento y los impulsa a buscar al Señor en cada situación?
Ustedes
son herederos de una hermosa historia de evangelización que les fue transmitida
como un tesoro sagrado. Esta hermosa catedral es testigo de la fe en Jesucristo
que tuvieron sus antepasados: su fidelidad, profundamente arraigada, los
impulsó a hacer buenas obras, a construir ese otro templo más hermoso todavía,
compuesto de piedras vivas para poder llevar el amor misericordioso de Dios a
todas las personas de su tiempo. Pudieron hacer esto porque estaban convencidos
de lo que el profeta Oseas proclamó en la primera lectura de hoy: Dios les
había hablado con ternura, los había abrazado con firme amor para siempre
(cf. Os 2,16.21).
Queridos
amigos, para que el fuego del Espíritu Santo no se apague, y puedan mantener
viva la mirada y el corazón, es necesario estar bien arraigados en la fe de
nuestros mayores: padres, abuelos y maestros. No para quedarse presos del
pasado, sino para aprender a tener ese coraje capaz de ayudarnos a responder a
las nuevas situaciones históricas. La de ellos fue una vida que resistió muchas
pruebas y mucho sufrimiento. Pero en el camino, descubrieron que el secreto de
un corazón feliz es la seguridad que encontramos cuando estamos anclados,
enraizados en Jesús: enraizados en la vida de Jesús, en sus palabras, en su
muerte y resurrección.
«A
veces he visto árboles jóvenes, bellos, que elevaban sus ramas al cielo
buscando siempre más, y parecían un canto de esperanza. Más adelante, después
de una tormenta, los encontré caídos, sin vida. Porque tenían pocas raíces,
habían desplegado sus ramas sin arraigarse bien en la tierra, y así sucumbieron
ante los embates de la naturaleza. Por eso me duele ver que algunos les
propongan a los jóvenes construir un futuro sin raíces, como si el mundo
comenzara ahora. Porque es imposible que alguien crezca si no tiene raíces
fuertes que ayuden a estar bien sostenido y agarrado a la tierra». Chicas y
chicos: «Es muy fácil “volarse” cuando no hay desde donde agarrarse, de donde
sujetarse» (Exhort. ap. postsin.Christus vivit, 179).
Sin
este firme sentido de arraigo, podemos quedar desconcertados por las
“voces” de este mundo que compiten por nuestra atención. Muchas de estas voces
son atractivas, propuestas bien maquilladas que al inicio parecen bellas e
intensas, aunque con el tiempo solamente terminan dejando el vacío, el
cansancio, la soledad y la desgana (cf. ibíd., 277), y van apagando esa
chispa de vida que el Señor encendió un día en cada uno.
Queridos
jóvenes: Ustedes son una nueva generación, con nuevas esperanzas,
nuevos sueños y nuevas preguntas; seguramente también con algunas dudas, pero,
arraigados en Cristo, los invito a mantener viva la alegría y a no tener miedo
de mirar el futuro con confianza. Arraigados en Cristo, miren con alegría
y miren con confianza. Esta situación nace de saberse buscados, encontrados y
amados infinitamente por el Señor. La amistad cultivada con Jesucristo es el
aceite necesario para iluminar el camino, vuestro camino, pero también el de
todos los que los rodean: amigos, vecinos, compañeros de estudio y de trabajo,
incluso el de aquellos que están en total desacuerdo con ustedes.
¡Salgamos
al encuentro de Cristo el Señor que viene! No le tengan miedo al futuro ni se
dejen achicar; por el contrario, sepan que ahí en el futuro el Señor los está
esperando para preparar y celebrar la fiesta de su Reino.
Rosa
Die Alcolea
©
Librería Editorial Vaticano
Fuente:
Zenit






