Un sacerdote misionero que sobrevivió a los gulag rusos ofrece un claro
método de discernimiento
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Suzanne Tucker|Shutterstock |
El siervo de
Dios Walter Ciszek es un verdadero héroe. Este sacerdote jesuita
polaco-estadounidense llevó a cabo un trabajo misionero clandestino en la Unión
Soviética entre el 1939 y el 1963 que lo llevó a cumplir 15 años de confinamiento
y duro trabajo en los gulag, más otros 5 en la tristemente famosa prisión de
Lubianka, en Moscú.
En los muchos
años de sufrimiento permaneció fiel a Dios, y continuó rezando y ofreciendo los
sacramentos a la mayor cantidad de personas que podía.
Tras su
liberación y vuelta a Estados Unidos en 1963, escribió dos libros sobre sus
años en Rusia: With God in Russia y He Leadeth Me.
En el segundo
capítulo de este último, describe el difícil proceso de discernimiento
en el momento de decidir si debía o no emprender la peligrosa misión de entrar
en Rusia y servir en secreto a los cristianos.
Lo que dice el
padre Ciszek sobre el discernimiento de la voluntad de Dios tiene una notable
importancia para quien busca tomar una decisión difícil o busca la confirmación
de que su vida esté alineada con los deseos de Dios.
Al principio,
la dificultad de la decisión lo sorprendió:
“No dudé
nunca de que la voluntad de Dios era que fuera a Rusia. Desde
el día en que sentí por primera vez la llamada, esa convicción había
representado el núcleo de mi vida”.
Frente a una
elección inminente, sin embargo, el padre Ciszek dudó. Pensó que su primer deber era permanecer en la parroquia que le había
sido asignada en Polonia, y se preocupaba por el hecho de fuera equivocado
abandonar a sus fieles.
Empezó a
devorarlo la indecisión: “Me torturaban esas preguntas y
argumentos”, escribió. Ni siquiera la oración, que en el pasado le había
revelado la voz de Dios, era para él una fuente de consuelo.
Incluso puso en
discusión la autenticidad de esa llamada:
“¿No será
que estaba siguiendo simplemente mis deseos, y los consideraba la voluntad de
Dios para mí? ¿Estaba tan seguro de la voluntad de Dios?”.
Al final decidió
quedarse en Polonia, considerando que quedarse donde se encontraba, en una
parroquia en donde era necesario, era la mejor manera de llevar a cabo su
ministerio.
Apenas tomó esa
decisión, se sintió “desconsolado”.
“No
encontraba paz, no tenía alegría, no tenía el corazón tranquilo por el hecho de
haber finalmente resuelto mi problema”.
Sentía que
había dado más importancia a la voz de la razón que a la de Dios.
Es importante
que el sacerdote describa haber sentido “una pérdida de ese profundo sentido
interior de paz, de esa sensación de alegría y entusiasmo, el fuerte espíritu
de confianza de la intervención de Dios en mi vida”.
Esa pérdida de
paz es una manera clara de saber que algo no es la voluntad de Dios.
“Experimenté
eso que había oído decir a los directores espirituales o que había leído en los
libros espirituales sin haberlo jamás entendido plenamente: que la
voluntad de Dios se puede discernir por los frutos del espíritu que lleva, que
la paz del alma y la alegría del corazón son dos de estos signos, porque
derivan del compromiso total y la apertura solo a Dios, sin basarlos en los
propios deseos. Que la validez de una llamada puede ponerse a prueba -sea que
se trate de la llamada a una vocación o a algún cambio dentro de esa misma
vocación- por los movimientos del alma que la acompañan”.
Obviamente cambió
su decisión y se fue a Rusia. Aunque se disponía a emprender un camino
ignoto y peligroso, sentía una profunda paz y le dio confianza y le hizo
comprender que había tomado la decisión correcta.
El hecho de que
el padre Ciszek se diera cuenta de que la sensación de paz podía
indicarle la voluntad de Dios es aplicable a muchos ámbitos de la
vida.
Si estás
luchando para tomar una decisión o discernir la voluntad de Dios para ti, haz
esta prueba: ¿qué decisión te ofrece profunda paz interior y alegría?
Es una verdad
simple, pero es fácil olvidarla: la paz viene de Dios, mientras que la
inquietud no. Sigue lo que te da una paz real y duradera, y sabrás que estás
poniendo fielmente en práctica la voluntad de Dios para ti.
Theresa
Civantos Barber
Fuente: Aleteia