“Fe,
perseverancia y valentía” en la oración
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Misa en Santa Marta, 23 marzo 2020 © Vatican Media |
“Oremos
hoy por las personas que empiezan a tener problemas económicos a causa de la
pandemia, porque no pueden trabajar y todo esto recae en la familia. Oremos por
la gente que tiene este problema”.
Esta
es la petición realizada por el Santo Padre ayer, 23 de marzo de 2020, en la
Misa en Santa Marta, transmitida en directo por tercera semana consecutiva
debido a que en muchos países no se celebra la Misa públicamente ante la
emergencia sanitaria por la pandemia del Covid-19.
La
súplica de Francisco se produjo después de recitar la Antífona de entrada que
dice: “Yo confío en el Señor. Que tu misericordia sea mi gozo y mi alegría
porque te has fijado en mi aflicción” (Cfr. Sal 30, 7-8).
Fe, perseverancia y
valentía
En
su homilía, el Papa reflexionó en torno al Evangelio de san Juan (4, 43-54)
sobre la curación del hijo del funcionario del rey. A partir del mismo, señaló
que existen tres condiciones necesarias para hacer una verdadera oración: fe,
perseverancia y valentía.
Así,
en primer lugar, resaltó que “la primera condición para la verdadera oración es
la fe”: “Rezar con fe, tanto cuando rezamos fuera, como cuando venimos aquí y
el Señor está allí”. Y cuestionó “pero ¿tengo fe o es un hábito? Tengamos
cuidado en la oración: no caigamos en el hábito sin la conciencia de que el
Señor está ahí, que estoy hablando con el Señor y que Él es capaz de resolver
el problema”.
Después,
el Pontífice remarcó que “la fe y la perseverancia van juntas, porque si tienes
fe estás seguro de que el Señor te dará lo que pidas. Y si el Señor te hace
esperar, golpea, golpea, al final el Señor da la gracia”. Dios, continúa, no
actúa así “para hacerse al interesante o para decir ‘mejor que espere’: no. Lo
hace por nuestro propio bien, para que tomemos las cosas en serio. Tomar en
serio la oración, no como los papagayos: bla, bla, bla, bla, bla y nada más…”.
“Y
la tercera cosa que Dios quiere en la oración es la valentía. ¿Alguien puede
pensar: se necesita valor para rezar y estar ante el Señor? Se necesita. El
coraje de estar ahí pidiendo y yendo adelante, casi – casi, no quiero decir
herejía – pero casi como amenazando al Señor”, describió.
El Señor no decepciona
“En
estos días en que es necesario rezar, rezar más, pensemos si rezamos de esta
manera: con fe en que el Señor puede intervenir, con perseverancia y con
coraje. El Señor no decepciona: No decepciona. Nos hace esperar, se toma su
tiempo, pero no nos decepciona. Fe, perseverancia y coraje”, concluyó el Obispo
de Roma.
Finalmente,
el Papa Francisco terminó la celebración con la adoración y la bendición
eucarística, invitándonos a hacer la comunión espiritual.
A
continuación, sigue la transcripción de la homilía del Papa realizada por Vatican
News.
Homilía del Santo Padre
Este
padre pide salud para su hijo. El Señor reprocha un poco a todos, pero también
a él: “Si no ven signos y prodigios, ustedes no creen”. El funcionario, en
lugar de callar y estar en silencio, se adelanta y le dice: “Señor, baja, antes
de que mi hijo muera”. Y Jesús le respondió: “Ve, tu hijo vive”.
Existen
tres cosas que se necesitan para hacer una verdadera oración. La primera es la
fe: si no tienen fe… Y muchas veces, la oración es solo oral, de la boca… pero
no viene de la fe del corazón, o de una fe débil… Pensemos en otro padre, el
del hijo demonizado, cuando Jesús respondió: “Todo es posible para el que cree”;
el padre, como dice claramente: “Yo creo, pero aumenta mi fe”. La fe en la
oración. Rezar con fe, tanto cuando rezamos fuera, como cuando venimos aquí y
el Señor está allí: pero ¿tengo fe o es un hábito? Tengamos cuidado en la
oración: no caigamos en el hábito sin la conciencia de que el Señor está ahí,
que estoy hablando con el Señor y que Él es capaz de resolver el problema. La
primera condición para la verdadera oración es la fe.
La
segunda condición que el mismo Jesús nos enseña es la perseverancia. Algunos
piden pero la gracia no llega: no tienen esta perseverancia, porque en el fondo
no la necesitan, o no tienen fe. Y el mismo Jesús nos enseña la parábola de ese
señor que va donde el vecino a pedir pan a medianoche: la perseverancia para
llamar a la puerta… O la viuda, con el juez injusto: e insiste e insiste e
insiste: es la perseverancia. La fe y la perseverancia van juntas, porque si
tienes fe estás seguro de que el Señor te dará lo que pidas. Y si el Señor te
hace esperar, golpea, golpea, al final el Señor da la gracia. Pero no lo hace,
el Señor, para hacerse al interesante o para decir «mejor que espere»: no. Lo
hace por nuestro propio bien, para que tomemos las cosas en serio. Tomar en
serio la oración, no como los papagayos: bla, bla, bla, bla, bla y nada más… El
mismo Jesús nos reprocha: “No sean como los gentiles que creen en la eficacia
de la oración y en las palabras, muchas palabras”. No. Es la perseverancia
allí. Es la fe.
Y
la tercera cosa que Dios quiere en la oración es la valentía. ¿Alguien puede
pensar: se necesita valor para rezar y estar ante el Señor? Se necesita. El
coraje de estar ahí pidiendo y yendo adelante, casi – casi, no quiero decir
herejía – pero casi como amenazando al Señor. El coraje de Moisés ante Dios
cuando Dios quiso destruir al pueblo y hacerlo jefe de otro pueblo. Dice: “No.
Yo con el pueblo”. Coraje. El coraje de Abraham, cuando negocia la salvación de
Sodoma: “¿Y si fueran 30, y si fueran 25, y si fueran 20?”: ahí, valentía. Esta
virtud de la valentía, requiere mucho. No sólo por las acciones apostólicas,
sino también por la oración.
Fe,
perseverancia y valentía. En estos días en que es necesario rezar, rezar más,
pensemos si rezamos de esta manera: con fe en que el Señor puede intervenir,
con perseverancia y con coraje. El Señor no decepciona: No decepciona. Nos hace
esperar, se toma su tiempo, pero no nos decepciona. Fe, perseverancia y coraje.
A
continuación la oración recitada por el Papa:
“A tus pies me Postro, ¡oh
Jesús mío!, y te ofrezco el arrepentimiento de mi corazón contrito, que se
hunde en la nada, ante Tu santa Presencia. Te adoro en el Sacramento de Tu
amor, la inefable Eucaristía, y deseo recibirte en la pobre morada que te
ofrece mi alma. Esperando la dicha de la Comunión sacramental, quiero poseerte
en espíritu. Ven a mí, puesto que yo vengo a Ti, ¡oh mi Jesús!, y que Tu amor
inflame todo mi ser en la vida y en la muerte. Creo en Ti, espero en Ti, Te
amo. Así sea”.
Larissa
I. López
Fuente:
Zenit