Francisco
reza por las embarazadas
Ante
la situación actual de pandemia en la que los fieles no pueden participar en
las celebraciones y solo pueden hacer la comunión espiritual, el Papa Francisco
advirtió sobre el peligro de una Iglesia gnóstica, recordando que “el ideal de
la Iglesia es estar siempre con el pueblo y con los Sacramentos. Siempre”.
En
la Misa matutina de este 17 de abril de 2020, Viernes de la Octava de Pascua y
transmitida en directo desde la Capilla de la Casa Santa Marta, el Papa
Francisco pidió por las mujeres embarazadas: “Quisiera que hoy rezáramos por
las mujeres que están embarazadas, mujeres embarazadas que se convertirán en
madres y están inquietas, preocupadas. Una pregunta: ‘¿En qué mundo vivirá mi
hijo?’”.
“Recemos
por ellas, para que el Señor les dé el coraje de seguir adelante con estos
hijos con la confianza de que ciertamente será un mundo diferente, pero siempre
será un mundo que el Señor amará tanto”, continuó.
Después,
en su homilía, Francisco comentó el Evangelio de hoy (Jn 21 1-14) en el que
Jesús resucitado se aparece a los discípulos en la orilla de Tiberíades después
de una pesca infructuosa.
Familiaridad con el Señor
El
Señor les invita a echar las redes de nuevo y las llenaron con peces. Sobre
esta escena, el Papa indicó que en los apóstoles “se puede ver que ha habido
progreso, un camino que ha ido creciendo en el conocimiento del Señor, en la
intimidad con el Señor; diré la palabra correcta: en la familiaridad con el
Señor”.
“Nosotros
los cristianos, también, en nuestro camino de vida estamos en este estado de
caminar, de progresar en la familiaridad con el Señor. El Señor, podría decir,
está un poco ‘a la mano’, pero ‘a la mano’ porque camina con nosotros, sabemos
que es Él”, explicó.
Iglesia, pueblo y
Sacramentos
El
Pontífice remarcó que se trata de una familiariadad que sin comunidad, sin
Iglesia y sin los sacramentos es peligrosa pues puede convertirse en una
familiaridad gnóstica, “solo para mí” y separada del pueblo del pueblo de Dios.
“En
esta pandemia nos comunicamos a través de los medios de comunicación, pero no
estamos juntos, como es el caso de esta Misa”, describió. “Es cierto que en
este momento debemos hacer esta familiaridad con el Señor de esta manera, pero
para salir del túnel, no para quedarse allí”, puntualizó.
Frente
al riesgo de “viralizar” la fe viviéndola solo a través de transmisiones en
directo, el Obispo de Roma propone “la familiaridad de los apóstoles: no
gnósticos, no viralizados, no egoístas para cada uno de ellos, sino una
familiaridad concreta, en el pueblo. Familiaridad con el Señor en la vida
diaria, familiaridad con el Señor en los Sacramentos, en medio del Pueblo de
Dios”.
“Que
el Señor nos enseñe esta familiaridad concreta, esta intimidad con Él, pero en
la Iglesia, con los Sacramentos y con el santo pueblo fiel de Dios”, insistió
el Santo Padre.
A continuación, sigue la
transcripción de la homilía completa de Francisco ofrecida por Vatican
News.
Homilía del Papa
Los
discípulos eran pescadores: Jesús los había llamado justamente en su trabajo.
Andrés y Pedro trabajaban con las redes. Dejaron las redes y siguieron a Jesús.
Juan y Santiago, lo mismo: dejaron a su padre y a los muchachos que trabajaban
con ellos y siguieron a Jesús. La llamada fue en su trabajo como pescadores. Y
este pasaje del Evangelio de hoy, este milagro, esta pesca milagrosa, nos hace
pensar en otra pesca milagrosa, la que cuenta Lucas en el capítulo cinco: lo
mismo ocurrió allí también. Tuvieron una pesca, cuando pensaban que no tenían
ninguna. Después del sermón, Jesús dijo: “Vayan al mar – ¡Pero trabajamos toda
la noche y no pescamos nada! – Vayan. Confiando en tu palabra, dijo Pedro,
echaré las redes. Había tanto – dice el Evangelio – que fueron tomados por el
asombro, por ese milagro”.
Hoy,
en esta otra pesca no se habla de asombro. Se puede ver una cierta naturalidad,
se puede ver que ha habido progreso, un camino que ha ido creciendo en el
conocimiento del Señor, en la intimidad con el Señor; diré la palabra correcta:
en la familiaridad con el Señor. Cuando Juan vio esto, le dijo a Pedro: “¡Pero
si es el Señor!”, y Pedro se ciñó la túnica, se tiró al agua para ir al Señor.
La primera vez se arrodilló ante él: «Aléjate de mí, Señor, porque soy un
pecador. Esta vez no dice nada, es más natural. Nadie preguntó: “¿Quién eres?”
Sabían que era el Señor, era natural, el encuentro con el Señor. La familiaridad
de los apóstoles con el Señor había crecido.
Nosotros
los cristianos, también, en nuestro camino de vida estamos en este estado de
caminar, de progresar en la familiaridad con el Señor. El Señor, podría decir,
está un poco «a la mano», pero «a la mano» porque camina con nosotros, sabemos
que es Él. Nadie le preguntó, aquí, “¿quién eres?”: sabían que era el Señor. La
familiaridad diaria con el Señor es la del cristiano. Y seguramente, desayunaron
juntos, con pescado y pan, ciertamente hablaron de muchas cosas de forma
natural.
Esta
familiaridad con el Señor, de los cristianos, es siempre comunitaria. Sí, es
íntimo, es personal pero en comunidad. Una familiaridad sin comunidad, una
familiaridad sin pan, una familiaridad sin la Iglesia, sin el pueblo, sin los
sacramentos es peligrosa. Puede convertirse en una familiaridad, digamos,
gnóstica, una familiaridad sólo para mí, separada del pueblo de Dios. La
familiaridad de los apóstoles con el Señor fue siempre comunitaria, siempre en
la mesa, un signo de la comunidad. Siempre era con el Sacramento, con el pan.
Digo
esto porque alguien me hizo reflexionar sobre el peligro que este momento que
estamos viviendo, esta pandemia que nos ha hecho a todos comunicarnos
religiosamente a través de los medios, a través de los medios de comunicación,
incluso esta Misa, estamos todos comunicados, pero no juntos, espiritualmente
juntos. La gente es pequeña. Hay un gran pueblo: estamos juntos, pero no
juntos. También está el Sacramento: hoy lo tienen, la Eucaristía, pero la gente
que está conectada con nosotros, sólo la Comunión espiritual. Y esto no es la
Iglesia: es la Iglesia en una situación difícil, que el Señor permite, pero el
ideal de la Iglesia es estar siempre con el pueblo y con los Sacramentos.
Siempre.
Antes
de Pascua, cuando salió la noticia de que celebraría la Pascua en San Pedro
vacía, un Obispo me escribió – un buen Obispo: bueno – y me regañó. “Pero cómo
es que San Pedro es tan grande, ¿por qué no pone 30 personas por lo menos, para
que se pueda ver a la gente? No habrá peligro…”. Pensé: “Pero, ¿qué tiene en la
cabeza, para decirme esto?”. No lo entendí, en el momento. Pero como es un buen
Obispo, muy cercano a la gente, querrá decirme algo. Cuando lo encuentre, le
preguntaré.
Entonces
lo entendí. Me dijo: “Ten cuidado de no viralizar la Iglesia, de no viralizar
los Sacramentos, de no viralizar al Pueblo de Dios”. La Iglesia, los
Sacramentos, el Pueblo de Dios son concretos. Es cierto que en este momento
debemos hacer esta familiaridad con el Señor de esta manera, pero para salir del túnel,
no para quedarse allí. Y esta es la familiaridad de los apóstoles: no
gnósticos, no viralizados, no egoístas para cada uno de ellos, sino una
familiaridad concreta, en el pueblo. Familiaridad con el Señor en la vida
diaria, familiaridad con el Señor en los Sacramentos, en medio del Pueblo de
Dios. Ellos han hecho un camino de madurez en la familiaridad con el Señor:
aprendamos a hacerlo también.
Desde
el primer momento, entendieron que esa familiaridad era diferente de lo que
imaginaban, y llegaron a esto. Sabían que era el Señor, compartían todo: la
comunidad, los sacramentos, el Señor, la paz, la fiesta.
Que
el Señor nos enseñe esta intimidad con Él, esta familiaridad con Él pero en la
Iglesia, con los Sacramentos, con el pueblo fiel de Dios.
Finalmente,
el Papa terminó la celebración con la adoración y la bendición Eucarística,
invitando a todos a realizar la comunión espiritual con esta oración:
“A
tus pies, oh Jesús mío, me postro y te ofrezco el arrepentimiento de mi corazón
contrito que se abandona en su nada y en Tu santa presencia. Te adoro en el
sacramento de tu amor, deseo recibirte en la pobre morada que mi corazón te
ofrece. En espera de la felicidad de la comunión sacramental, quiero tenerte en
espíritu. Ven a mí, oh Jesús mío, que yo vaya hacia Ti. Que tu amor pueda
inflamar todo mi ser, para la vida y para la muerte. Creo en Ti, espero en Ti,
Te amo. Que así sea”.
Antes
de salir de la Capilla dedicada al Espíritu Santo, se entonó la antífona
mariana que se canta en el tiempo pascual, el Regina Coeli.
Regína caeli laetáre,
allelúia.
Quia quem merúisti
portáre, allelúia.
Resurréxit, sicut dixit,
allelúia.
Ora pro nobis Deum,
allelúia.
Larissa
I. López
Fuente:
Zenit