Para
que la sociedad e Iglesia los ayude
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Misa en Santa Marta, 31 marzo 2020 © Vatican Media |
“Oremos
hoy por aquellos que no tienen hogar, en este momento en el cual se nos pide
que estemos en casa. Para que la sociedad de hombres y mujeres pueda tomar
conciencia de esta realidad y ayudar, y para que la Iglesia los acoja”.
Esta
es la petición de oración del Santo Padre en la Misa de la Casa Santa Marta
transmitida ayer, 31 de marzo de 2020, en directo.
Al
principio de la celebración eucarística Francisco recitó la antífona de entrada
que aporta esperanza: “Espera en el Señor y sé fuerte; ten valor y espera en el
Señor”.
Jesús se hizo pecado
Después,
en su homilía, el Papa comentó las lecturas de hoy tomadas del Libro de los
Números (Num 21, 4-9) y del Evangelio de Juan (Jn 8,21-30), recordando que
Jesús se hizo pecado para salvarnos.
“Como
dice San Pedro en su carta: ‘Llevó nuestros pecados sobre sí mismo’. Y cuando
miramos al crucificado, pensamos en el Señor que sufre: todo eso es verdad.
Pero nos detenemos antes de llegar al centro de esa verdad: en este momento, Tú
pareces el mayor pecador, Tú te has hecho pecado. Ha tomado sobre sí mismo
todos nuestros pecados, se ha aniquilado a sí mismo hasta ahora”, explicó el
Pontífice.
Contemplar a Cristo
Y
agregó que debemos acostumbrarnos a mirar el crucifijo “bajo esta luz, que es
la más verdadera, la luz de la redención. En Jesús hecho pecado vemos la
derrota total de Cristo. No finge morir, no finge sufrir, solo, abandonado…
‘Padre, ¿por qué me has abandonado?’”.
El
Obispo de Roma señaló que no es fácil comprender esto “y, si pensamos, nunca
llegaremos a una conclusión”, proponiendo solo contemplar a Cristo, “rezar y
dar gracias”.
Finalmente,
el Papa terminó la celebración con la adoración y la bendición eucarística,
invitándonos a hacer la comunión espiritual. Antes de salir de la Capilla
dedicada al Espíritu Santo, se cantó la antigua antífona mariana Ave
Regina Caelorum (Ave Reina del Cielo).
A continuación, sigue el
texto completo de la homilía ofrecido por Vatican News.
La
serpiente no es ciertamente un animal simpático: siempre se asocia con el mal.
Incluso en la revelación, la serpiente es el animal que usa el diablo para
inducir al pecado. En el Apocalipsis se llama, al diablo, la antigua serpiente,
la que desde el principio muerde, envenena, destruye, mata. Por eso no puede
salir. Si quieres salir como alguien que propone cosas bellas, éstas son
fantasía: las creemos y así pecamos. Esto es lo que le pasó al pueblo de
Israel: no pudieron soportar el viaje. Estaban cansados.
Y
el pueblo habló contra Dios y contra Moisés. Siempre es la misma música, ¿no?
“¿Por qué nos sacaste de Egipto? ¿Para hacernos morir en este desierto? Porque
aquí no hay pan ni agua y estamos hartos de este alimento ligero, el maná”. Y
la imaginación – lo hemos leído en los días pasados – siempre va a Egipto:
“Pero, allí estábamos bien, comíamos bien …”. Y también, parece que el Señor no
podía soportar a la gente en este momento. Se enfadó: la ira de Dios se ve a veces…
Y entonces el Señor envió entre el pueblo serpientes abrazadoras que mordían a
la gente y morían. “Un gran número de israelitas murieron”.
En
ese momento, la serpiente es siempre la imagen del mal: el pueblo ve en la
serpiente el pecado, ve en la serpiente lo que ha hecho el mal. Y se acerca a
Moisés y le dice: “Hemos pecado porque hemos hablado contra el Señor y contra
ti. Suplica al Señor que nos quite estas serpientes”. Se arrepiente. Esta es la
historia en el desierto. Moisés oró por el pueblo y el Señor le dijo a Moisés:
“Haz una serpiente y ponla en un mástil de metal. Quien será mordido y lo mire,
seguirá en vida”.
Me
hace pensar: ¿pero no es esto idolatría? Ahí está la serpiente, ahí, un ídolo,
que me da salud… No se entiende. Lógicamente, no se entiende, porque esto es
una profecía, es un anuncio de lo que va a pasar. Porque también hemos
escuchado como una profecía cercana, en el Evangelio: “Cuando hayan levantado
al Hijo del Hombre, entonces sabrán que Yo soy y que no hago nada por mí mismo”.
Jesús
levantado: en la cruz. Moisés hace una serpiente y lo levanta. Jesús será
levantado, como la serpiente, para dar la salvación. Pero el núcleo de la
profecía es precisamente que Jesús se hizo pecado por nosotros. No ha pecado:
se ha hecho pecado. Como dice San Pedro en su carta: “Llevó nuestros pecados
sobre sí mismo”. Y cuando miramos al crucificado, pensamos en el Señor que
sufre: todo eso es verdad. Pero nos detenemos antes de llegar al centro de esa
verdad: en este momento, Tú pareces el mayor pecador, Tú te has hecho pecado.
Ha tomado sobre sí mismo todos nuestros pecados, se ha aniquilado a sí mismo
hasta ahora.
La
cruz, es verdad, es un tormento, está la venganza de los doctores de la Ley, de
los que no querían a Jesús: todo esto es verdad. Pero la verdad que viene de
Dios es que Él vino al mundo para tomar nuestros pecados sobre sí mismo hasta
el punto de convertirse en pecado. Todo pecado. Nuestros pecados están ahí.
Debemos
acostumbrarnos a mirar el crucifijo bajo esta luz, que es la más verdadera, la
luz de la redención. En Jesús hecho pecado vemos la derrota total de Cristo. No
finge morir, no finge sufrir, solo, abandonado… “Padre, ¿por qué me has
abandonado?”. Una serpiente: Yo soy levantado como una serpiente, como lo que es
todo pecado.
No
es fácil entender esto y, si pensamos, nunca llegaremos a una conclusión. Solo,
contemplar, rezar y dar gracias.
Aquí
sigue la oración recitada por el Papa para la comunión espiritual:
“Creo,
Jesús mío, que estás real y verdaderamente en el cielo y en el Santísimo
Sacramento del Altar. Te amo sobre todas las cosas y deseo vivamente recibirte
dentro de mi alma, pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, ven al
menos espiritualmente a mi corazón. Y como si ya te hubiese recibido, te abrazo
y me uno del todo a Ti. Señor, no permitas que jamás me aparte de Ti. Amén”.
Larissa
I. López
Fuente:
Zenit