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| Batkova Elena - Shutterstock |
La humildad es la virtud que nos permite hacer mejor nuestro
trabajo porque es una fuerza que nos impulsa a ser eficientes, a amar lo que
hacemos, a compenetrarnos más, tomarlo con seriedad, incorporar hábitos
saludables y ser diligentes en ello.
En cambio, cuando nos falta humildad nuestro trabajo se vuelve más
improvisado, individualista, desordenado y falto de amor desencadenando otros
factores como la pereza, la lentitud, la excesiva parsimonia, la negligencia,
el aburrimiento o el dejar las cosas a medias dando a entender que el tipo de
trabajo que hacemos es indigno de nuestro esfuerzo.
La humildad es una virtud que, si nos ocupamos de incorporar a
nuestro trabajo, puede convertirse en esa fuerza poderosa que nos empuja a
hacer mucho bien por medio de él.
APROVECHAR CADA INSTANTE
La humildad nos hace valorar las cosas de la vida ordinaria de
cada día. Nos predispone a ver tantas cosas buenas y nobles que recibimos por
el simple hecho de tener la posibilidad de poder hacer que nos parece que el
tiempo no nos alcanza para llevarlas a cabo.
Cuando vivimos con soberbia el tiempo sobra porque el trabajo no
merece nuestro esmero y se prefiere buscar “matar el tiempo” y caer en el
riesgo de trabajar poco o sin intensidad.
La humildad nos mantiene activos porque nos abre la mente y nos
hace conscientes de que no lo sabemos todo y que nos equivocamos mucho también.
Eso nos ayuda a cuestionar las cosas que nos rodean. Dejamos de ser el centro
del universo para reconocer, desde nuestra pequeñez, las cosas grandes que
podemos tener frente nuestro.
SERVIR A LOS DEMÁS
La humildad nos impulsa a rechazar el individualismo soberbio que
nos mueve a tener pensamientos que sugieren que nuestras cosas son más
importantes que las de los demás, o que simplemente no tenemos tiempo o estamos
muy cansados y es mejor que otros con más disponibilidad o energía las hagan.
Se puede asumir que podemos creernos demasiado orgullosos como para intentar
otra cosa o trabajar duro.
La humildad nos lleva a valorar el trabajo como un verdadero modo
de servir a los demás
pensando en el prójimo y brindándole nuestro amor. Esa
actitud nos motiva a cambiar y adaptarnos a diferentes situaciones incluso
cuando sean desafiantes. Nos
lleva a descubrir personas y oportunidades que de otro modo no sería posible
encontrar.
SER PUNTUALES
Quien es humilde y ama su trabajo busca cumplir con la puntualidad diciéndole
al otro que es importante, mientras que el impuntual lo
subestima porque su trabajo en cierto modo no merece esfuerzo.
La impuntualidad destruye las relaciones porque es lógico que los
demás se enfaden cuando no cumplimos los horarios previstos. Cuando no hay una
justificación se da a entender que se sobrevalora la propia tarea y se
desprecia la de los demás.
Cuando nuestros objetivos se basan en ganar a toda costa para
beneficiarnos, incluyendo el tiempo, uno termina aplastando a todos los que
encuentra para llegar allí. Cuando somos humildes comprendemos que no todo se
trata de nosotros.
Hay otros también con un tiempo valioso. Dejamos el egoísmo y
podemos reconocer que nuestros
logros son el resultado de los aportes de muchas personas y no únicamente los
propios.
CUIDAR LOS DETALLES
La humildad nos impulsa a cuidar los detalles dejando de lado la
improvisación que le resta importancia a lo que hacemos. Cuando improvisamos
consciente o inconscientemente subestimamos el trabajo. Podemos pensar que merecemos
otro trabajo diferente, que no es un trabajo que merezca nuestra dedicación o
que no está a la altura de nuestros estudios o estatus familiar.
La humildad nos hace ver que aun en un trabajo sencillo hay mucho mérito y dignidad y que así
como tenemos fortalezas tenemos defectos y no por eso tenemos que esconderlos.
Saber en qué cosas no somos buenos es tan importante como saber en qué áreas de
nuestra vida sobresalimos.
Un trabajo, por más sencillo que parezca, puede revelarnos
información valiosa para ayudarnos a nosotros mismos y a los demás.
QUERER APRENDER
No se puede santificar lo que no se ama, y para amar todo trabajo
es imprescindible ser humildes, ya que es el único modo de vivir el “haz lo que debes y está en lo que haces”.
La humildad nos impulsa a querer aprender nuevas técnicas que lo
perfeccionen. Nos despierta ideas para renovarlo, descubrir lo novedoso y
hacerlo cada vez mejor.
No es posible crecer cuando creemos que ya hemos llegado a hacer
todo y somos mejores que los demás. Al creer que se tiene todas las habilidades
incorporadas y que conocemos todas las respuestas, simplemente nos bloqueamos
al progreso. La humildad por el contrario, nos enseña en qué necesitamos
trabajar y eso indudablemente nos lleva a seguir avanzando.
Cecilia
Zinicola
Fuente Aleteia






