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Si sufrimos pensando que deberíamos haberles pedido más perdón cuando aún estaban en la tierra, recordemos que, en su eternidad, ¡no tienen ningún problema para perdonarnos!
“Compañeros de eternidad”
Sin duda, el o
la cónyuge que queda puede fundar un nuevo hogar y recibir una vez más el
sacramento del matrimonio. Si es una viuda, ¡tendrá en el Cielo a dos hombres
que la cortejarán y no se le acusará de bigamia!
En tiempos de Jesús, los saduceos –los que no querían escuchar hablar de resurrección de los muertos bajo el pretexto de que los primeros libros de la Biblia no hablan de ello– se servían de este ejemplo para burlarse de los fariseos que creían en ello. Se contaban de broma la historia de una mujer que se había casado con siete maridos sucesivamente. “‘Respóndenos: cuando resuciten los muertos, ¿de cuál de los siete será esposa, ya que lo fue de todos?’. Jesús les dijo: ‘Están equivocados, porque desconocen las Escrituras y el poder de Dios. En la resurrección ni los hombres ni las mujeres se casarán, sino que todos serán como ángeles en el cielo’” (Mt 22,28-30).
Jesús no dice
que nos convertiremos en ángeles porque, precisamente, recuperaremos nuestro
cuerpo. Pero será tal cuerpo de gloria que seremos como ángeles, es decir, que
nuestro cuerpo y nuestra sexualidad estarán transfigurados hasta el punto en
que podremos
amar a varias personas a la vez y manifestarles este amor con gestos
“angélicos”.
Pero no faltan viudos
y viudas que deciden no volver a casarse y que prefieren vivir la prueba de su
viudedad como un noviciado, como una última preparación para la
realización plena de su amor. Creen de todo corazón que los
años más hermosos de su matrimonio están por llegar, con la diferencia de que
serán siglos interminables. ¡Sin un segundo de aburrimiento, sin la sombra de
una disputa, sin un malentendido o una envidia!
¡“Compañeros
de eternidad” para siempre! En un discurso de 1957 a los viudos, Pío XII les
dijo: “Aunque la Iglesia no condena las segundas nupcias, señala su
predilección por las almas que quieren seguir fieles al esposo/a y al
simbolismo perfecto del sacramento del matrimonio. La
prueba se convierte en una oportunidad para una unidad más profunda, sabiendo
que el otro/a es feliz en Dios. Se experimenta el aprendizaje de la eternidad”.
Padre Pierre Descouvemont
Fuente: Edifa