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| Imagen referencial. Crédito: Artur Łuczka (Pixabay |
Esta instrucción pastoral que
profundiza sobre “la fe en la resurrección, la esperanza cristiana ante la
muerte y la celebración de exequias”, anima a recuperar el sentido de las
ceremonias fúnebres, pues “en no pocas ocasiones se han convertido en un
‘servicio’ que se ofrece a los familiares sin ninguna presencia de la Iglesia”.
Mons. Benavent explicó que esta
instrucción pastoral pretende recordar que el mensaje cristiano es un “sí a la
vida presente y a la vida eterna”.
Sobre las exequias y recuerdo del
difunto
Esta instrucción también anima a
que la celebración de las exequias y la oración por los difuntos manifiesten
“con claridad la fe en la resurrección y la esperanza cristiana en la vida
eterna” y que no se reduzca a “mera condolencia o consuelo” sino que sea un
momento en el que se predique y ofrezca de manera cercana “el amor santo de la
madre Iglesia y el consuelo de la fe cristiana”.
También recuerdan que el centro
de las exequias cristianas “es Cristo Resucitado y no la persona del difunto”,
por eso piden a los pastores que procuren “con delicadeza que la
celebración no se convierta en un homenaje al difunto” ya que precisan que es
algo que “corresponde a otros ámbitos ajenos a la liturgia”.
En el caso de que algún familiar
intervenga con unas breves palabras al final de la celebración, la instrucción
pide que “no altere el clima creyente de la liturgia de la Iglesia y que,
aunque aluda a aspectos de la vida del difunto que puedan ser edificantes para
la comunidad, evite un juicio global sobre su persona”. También precisa
que no se empleen “expresiones incompatibles con la fe que se expresa y se
vive en la celebración, como ‘allá donde estés’, ‘si es que estás en algún
lugar’” y que los cantos escogidos sigan este criterio.
Además subrayan que las “exequias
de un cristiano son, en cierto modo, incompletas sin la celebración de la
Eucaristía” y se invita a ello.
Indicaciones sobre la cremación
En este documento se refiere
también especialmente a “prácticas que hasta hace poco se consideraban extrañas
a la tradición cristiana, como la cremación”, que según precisa “no implica la
negación objetiva de la doctrina cristiana sobre la inmortalidad del alma y la
resurrección del cuerpo”, pero de llevarse a cabo no debe realizarse “contra la
voluntad del difunto”.
Pero subrayan que “se debe evitar
todo signo, rito o modalidad de conservación de las cenizas que nazca o pueda
ser interpretado como expresión de una visión no cristiana de la muerte”, como
puede ser “optar por la cremación para expresar que la muerte es la
aniquilación definitiva de la persona, o esparcir las cenizas en un paraje
natural porque se piensa que la muerte es el momento de fusión con la madre
naturaleza, o relacionar la cremación con la reencarnación, o repartir las
cenizas para utilizarlas como mero objeto de recuerdo del difunto”.
Mons. Lemos precisó durante la
rueda de prensa que las cenizas deben guardarse en un lugar sagrado y no en el
hogar, tampoco dividirse entre los familiares, dispersarlas o “convertirlas en
piezas de joyería u otros artículos” con los que se dan “malentendidos ajenos a
la vida cristiana” y que son formas “tan insólitas que no siempre se pueden
conciliar con el respeto debido al cuerpo del difunto llamado a resucitar con
Cristo”.
Aunque insisten en que estas
prácticas, “quienes las hacen no pretendan negar ni ofender conscientemente la
fe católica, son manifestación de una fe poco formada” y destacan que las
cenizas del difunto, “por regla general, deben mantenerse en un lugar sagrado,
es decir, en el cementerio o, si es el caso, en una iglesia o en un área
especialmente dedicada a tal fin por la autoridad eclesiástica competente”.
También excluyen la posibilidad
de realizar “la procesión al cementerio con la urna” pero se pueden llevar a
cabo “oraciones en el momento de depositar la urna con las cenizas en el lugar
apropiado para ello”.






