Solo queremos que alguien venga, que alguien nos ame y sane nuestro corazón
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| Tatyana Soares | Shutterstock |
Sabemos que el verdadero peligro es detenerse y tirarse
al suelo. Precisamente por eso, es necesario encontrar una motivación para
continuar en el camino de la vida.
Encontrar sentido en medio de un drama
que nos sorprende y nos asusta, no es fácil. El significado está borroso y
confuso cuando es tan difícil esperar en medio de la incertidumbre. Poder verlo
se convierte en una gracia y a la vez en una responsabilidad apremiante.
En esta época muchos sentimientos se arremolinan
en nuestro corazón. Necesitamos que alguien nos abra sus manos, se acerque, nos
haga experimentar un amor real y duradero.
Navidad es un tiempo dulcísimo, pero también es un
tiempo tremendo, como tremendo es eso de aceptar y comprender con todo el ser
que Dios se ha hecho uno entre nosotros.
Navidad: Asombro y locura
Asombro por lo que Dios hace, pero también una
especie de miedo de merécelo, de saltar, de entrar en ese amor. Pero de lo que
no nos damos cuenta es que Dios hizo el primer salto.
“El gran salto de Dios se produjo en Belén, su
gran descenso hacia nosotros. Y nuestra gran subida. Porque «si Dios se ha
hecho hombre, ser hombre es la cosa más grande que se puede ser». Por eso decía
al principio que la gran locura de Dios se produjo este día en el que se
atrevió a hacerse tan pequeño como una de sus criaturas. Locura a la que los
hombres deberíamos responder con ese asombro interminable de quienes vivieron
casi asustados de la tremenda bondad de Dios” (Martín
Descalzo).
Yo diría que la Navidad es la prueba, repetida
todos los años, de dos realidades impresionantes: que Dios está
cerca de nosotros, y que nos ama.
“Se ha dicho que los hombres podemos admirar y
adorar las cosas grandes, pero que amarlas, lo que se dice amarlas, sólo
podemos amar aquello que podemos abrazar. Por eso al Dios de los cielos podemos
adorarle, al pequeño Dios de Belén nos es fácil amarle, porque nos muestra lo
mejor que Dios tiene, su pequeñez, su capacidad de hacerse pequeño por amor a
los pequeños” (Martín Descalzo).
El verdadero Dios no es alguien lejano, perdido en
su propia grandeza, despreocupado del abandono de sus hijos. Es alguien que
abandonó Él mismo los cielos para estar entre nosotros.
Este es el Dios de los
cristianos. Dios siendo, como es, el infinitamente Otro, quiso ser el
infinitamente nuestro.
Alegría sin nostalgias
“Por eso, amigos míos, déjenme que les pida que en
estos días no se refugien ustedes en la nostalgia. No miren hacia atrás.
Contemplen el presente. Descubran que a su lado hay gente que les ama y que
necesita su amor. Si lo hacen, el amor de Dios no será inútil. Y también en sus
corazones será Navidad” (Martín Descalzo).
Navidad es la gran prueba. En estos días
el amor de Dios se hace visible en un portal. Ojalá se haga también visible en
nuestras almas.
La tarea, el llamado de nuestra vida, a veces
confusa, consiste en quedarnos hoy con Jesús hecho niño, y luego, Él crecerá en
nuestro corazón.
Luisa Restrepo
Fuente: Aleteia






