Si abro mucho la puerta hacia fuera y nunca la cierro, corro el peligro de dejar cerrada la puerta que me lleva a encontrarme conmigo mismo...
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By sanneberg | Shutterstock |
En la catedral de
Santiago de Compostela en España, por ser año jacobeo, se abre la puerta del perdón. Se derriba el muro que
la cubre y queda abierta la puerta para que los peregrinos puedan pasar bajo su
umbral y experimentar la misericordia de Dios en sus vidas.
Es lo que yo
necesito para sentirme totalmente aceptado, integrado, amado. Pasar por esa puerta
que se abre ante mis ojos.
Sé que antes es
necesario que un muro sea derribado. Una puerta oculta, la puerta del perdón.
Inicios y finales
Me gusta esa
imagen de la puerta. En ocasiones no veo puertas que atravesar. Y me quedo
quieto, paralizado, sin saber el camino a seguir.
Me gustaría
entender que mi vida comienza cuando paso por una puerta. Cuando entro a través
de una puerta. O cuando salgo por esa puerta. Todo depende del momento de mi
vida.
He atravesado
muchas puertas en mi camino. Unas veces implicaron un comienzo. En otras
ocasiones era el final de algo, una puerta de salida.
Pero recuerdo con
cariño muchas de esas puertas que se dibujaron ante mis ojos.
Tal vez tuvo que
caer un muro que las cubría y entonces vi claro el camino. Puede que fueran muy
pequeñas y no quería abajarme tanto para pasar por ellas.
Especialmente
guardo cariño a las veces en las que pasé por una puerta del perdón. Me agaché, me
humillé, pedí perdón por mi pobreza, por mi pecado, y comencé un camino nuevo,
un camino de salvación.
Me gusta pensar
en esa
puerta del perdón que me lleva al corazón de Dios. Sólo ahí puedo descansar, en Jesús.
Mis puertas
En mi vida hay
muchas puertas. Algunas dan al mundo, al exterior.
Ahora muchas de
mis pantallas son esas puertas que
me vuelcan en el mundo que me rodea, con su dolor, con su violencia, con sus
cosas bellas, con el amor que también veo.
Decía el padre
José Kentenich:
«Se han abierto de par en par ventanas y puertas
(…), nosotros no sólo hemos mirado hacia el interior de la Iglesia, sino que
también miramos hacia afuera, miramos hacia el mundo».
Puertas que se
abren. Ya no puedo ponerle puertas al mundo tratando de que no entre en mi
alma. Sería como querer poner puertas al campo.
Pero yo
tengo otra
puerta interior que me lleva a lo más profundo de mi alma donde hay mucho
misterio.
Si
abro mucho la puerta hacia fuera y nunca la cierro, corro el peligro de dejar
cerrada la puerta que me lleva a encontrarme conmigo mismo.
La puerta del alma
Comienza este año
con una puerta y pienso que esa puerta interior es la que tengo que cruzar
muchas veces para saludarme a mí mismo, para quererme más, para comprenderme.
Y dejar que por
esa puerta entre Dios. Él está a la puerta de mi alma y llama. Espera paciente.
Jesús siempre aguarda.
«Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye
mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo»
(Apocalipsis 3,20).
No me niego a que
el mundo me toque por dentro. No quiero detener el viento. Pero sí abro la puerta a Jesús. Dejo que entre y con Él
quiero que entren también otras personas.
No
me cierro,
no me aíslo, no me niego a la vida ni al amor. No dejo a un lado la
confianza que me dan, los lazos que me tienden.
Quiero al mismo
tiempo guardar cerrada la puerta de mi alma. No me quiero derramar
sin cuidado en el mundo. Dejando sin misterio lo que guardo escondido. Es
mi verdad que guardo con pudor, con sana distancia.
No
quiero vivir contando todo lo que siento, lo que me pasa, lo que me asusta, lo que
me alegra, lo que me inquieta, lo que me preocupa, lo que amo, lo que sueño, lo
que espero. No vivo desparramado en el mundo.
Puertas abiertas
Me abrirán otras
puertas en este año. Puertas de corazones que se confiarán. Entraré de rodillas
con inmenso respeto. Sin violentar la entrada. Agachándome con humildad. Sin
más pretensiones.
Y habrá otras
puertas que Dios pondrá ante mis ojos. Pasos que habré de dar o retener.
Palabras que habré de decir o cubrir con un pudoroso silencio.
Puertas que se
abren y se cierran. Puertas que me abren a la vida, puertas que me enseñan la
senda de la entrega, de la generosidad.
No lo dudo, me
pongo en camino. Sólo el que busca encuentra puertas ante sus ojos. Si yo no
busco nada nuevo, nada encontraré en mi vida. Y me parecerá que todas las
puertas siguen cerradas.
Me quedo mirando
la puerta del perdón. Quiero pasar por ella para volver a empezar. Para sonreír, para
soñar. No me detengo.
Carlos Padilla Esteban
Fuente: Aleteia