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Fr Lawrence Lew, O.P.-(CC BY-NC-ND 2.0) |
Tengan siempre alegría y
mantengan la confianza
“Tengamos
confianza en Dios, pase lo que pase”, fueron las últimas palabras del padre de
Juan, que murió cuando su hijo tenía sólo dos años. Esta confianza sería
siempre la regla de Don Bosco y le encantaba repetírselo a los jóvenes:
“Mantengan la confianza”. Junto a su madre, que fue a trabajar con él a Turín,
Don Bosco vivía esta confianza diariamente, ya fuera para encontrar un techo
para sus muchachos, para alimentarles o para recaudar fondos para construir una
iglesia. Don Bosco y “Mamá Margarita” no se apoyaban en el contenido de su
monedero (¡vacío la mayor parte del tiempo!), sino sólo en Dios. Y Dios nunca
les decepcionó. Podemos pedir a Juan Bosco que nos enseñe esa confianza cuando
se nos amontonen las facturas o cuando el desempleo ponga en peligro la
economía familiar. Don Bosco experimentó tantas veces el tener más bocas que alimentar
que dinero para comprar el pan, que sin duda podríamos designarlo protector de
los difíciles finales de mes.
Dios necesita hombres y mujeres
bien formados en cuerpo, corazón e inteligencia
Desarrolla
tus talentos y aprovecha todas las ocasiones para aprender: esta es la lección
que nos da la vida de Don Bosco. Ciertamente, él tenía talento y, sin duda, más
que otros: gozaba de una memoria prodigiosa, cantaba de maravilla, era flexible
y ágil, hábil con las manos, etc. Pero supo desarrollar todos esos dones para
ponerlos al servicio de Dios. Ya en su juventud no perdía un minuto de estudio
“para convertirme en sacerdote”, ¡cosa que no le impedía trabajar en el campo o
entrenarse en diversas acrobacias y malabarismos!
Siendo
un joven colegial, no tenía con qué pagar su pensión. Pero no pasa nada: como
vivía con un sastre, se ofreció a trabajar para él después de la escuela, por
lo que adquirió una habilidad que le resultaría muy valiosa a la hora de
remendar la ropa gastada de sus chicos. Luego aprendería carpintería,
encuadernación, cerrajería, zapatería. Juan Bosco nos recuerda que no hay que
perder ninguna oportunidad de desarrollar nuestras competencias, sobre todo en
la juventud. Su vida nos recuerda que Dios necesita buenas obras para su
cosecha, hombres y mujeres sólidos, bien formados en todos los aspectos del
cuerpo, del corazón y de la inteligencia.
Guiar a los niños a Dios con una
firmeza que no excluya nunca la misericordia
Hazte
amar, atrae el afecto de los niños para conducirles a Dios: así es como Don
Bosco educó a los jóvenes que le fueron confiados. Los guió con dulzura, con
una firmeza que no excluía nunca la misericordia. Hacía amar al Buen Dios
porque era bueno en sí mismo. Cuando veía las faltas de sus muchachos –y había
recibido el don de leer con clarividencia en sus almas–, no les abrumaba de
reproches, sino que intentaba con mucha delicadeza y benevolencia conducirlos
al perdón de Dios.
“Decid
a mis muchachos que les espero a todos en el Paraíso, y recomendadles siempre
una gran devoción a la Eucaristía y a la Santa Virgen. Así, nunca tendrán nada
que temer”. ¿Estos últimos consejos de Don Bosco, muerto el 31 de enero de
1888, no esbozan un hermoso programa para todas las familias cristianas?
Christine
Ponsard
Fuente: Edifa