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Anton Raphael Mengs [Public domain], via Wikimedia Commons |
Francisco escribe una bellísima carta apostólica
titulada Patris Corde (Con
corazón de Padre), en la cual comparte “algunas reflexiones personales sobre
esta figura extraordinaria, tan cercana a nuestra condición humana”.
Así mismo, esta carta apostólica y este año
dedicado a la figura de san José se orienta a “que crezca el amor a este gran
santo, para ser impulsados a implorar su intercesión e imitar sus virtudes,
como también su resolución”.
Con este espíritu, quisiera compartir contigo,
amable lector, un aspecto de la amistad de san José con los santos ángeles.
Guiado por los ángeles
El evangelista Mateo llama a José varón justo (Mt.
1, 19). Con este título se evoca «su rectitud moral, su sincera adhesión al
cumplimiento de la ley y su actitud de total apertura a la voluntad del Padre
celestial” (Juan Pablo II). Una apertura de todo su ser, para
cada momento de su vida, al plan establecido por Dios, dejándose
guiar por Él, a través de los ángeles.
Hoy día, con esta mentalidad racionalista y estas
mentiras LGTB, transhumanistas, transespecie, donde el hombre se tiene como
autor de sí mismo, y considera que no hay nada más grande que él y su propia
realidad subjetivista, la figura de san José nos pone de presente las dimensiones
profundas y enriquecedoras que se le presentan a un hombre cuando acoge el
misterio de Dios para su vida.
En un escrito del siglo IV, titulado Historia de José el carpintero,
se refleja este don que José hace de sí mismo, y esta conciencia de que ha de
entregarse al plan de Dios mediante todo su cuerpo y espíritu:
“Oh Padre de toda misericordia y Dios de toda
carne -reza san José-, Señor de mi alma, de mi cuerpo y de mi espíritu”.
La manera
masculina de responder a los ángeles
San José es consciente de que, como “varón justo”,
está llamado a colaborar y a abrirse al designio de amor y a la vocación del
amor y de la comunión entre el hombre y la mujer que Dios ha pensado desde el
principio; un amor que abarca tanto el cuerpo humano como su dimensión
espiritual.
Es precisamente en este hecho en el que
intervienen los santos ángeles: custodios, protectores y mensajeros de este
amor esponsal que se abre entre el hombre y la mujer.
Esta comunión entre el hombre y la mujer se ve
reflejada en el momento en que el Arcángel San Gabriel le
anuncia a María que sería la Madre del Salvador, y el otro momento en que el
ángel le anuncia a José que no tema tomar a María por su mujer.
Este “hacer” de san José -afirma Juan Pablo II en
la encíclica “Custodio del Redentor”-
“contiene uno de los testimonios más importantes acerca del hombre y de su
vocación”.
De hecho, es típico del hombre el hacer,
mientras que por otra parte es propio de la la contraparte femenina el “dejar
hacer”, el “hágase”.
San José y la Virgen María
responden a la vocación a la que han sido llamados desde lo que son: hombre y
mujer,
y con su particularidad de hombre y mujer. Ellos nos enseñan a responder a la
vocación de Dios desde lo que somos.
Tobías y Sara
En este mensaje del ángel a san José, conocido
como la anunciación
a san José, se encuentra la imagen de otro mensaje de un ángel
a, también, un joven: Tobías.
Fue el Arcángel San Rafael quien
le anunció a Tobías que debía tomar a Sara por esposa,
y le manda:
“Haz, pues, hermano lo que te digo” (Tb. 6,13).
A este pedido, Tobías, después de haber dialogado
con el ángel, le pide que lo lleve inmediatamente a la casa de Sara (Tb. 7,1).
Los santos ángeles llevan
a esa comunión de amor entre el hombre y la mujer. A que cada uno
-respondiendo de acuerdo a lo que son: varón y mujer-, realice el plan esponsal
de Dios que se contiene desde la creación del hombre y la mujer.
La llamada de los ángeles
En la unión entre san José y la Virgen Maria hay
un matrimonio virginal, que encierra uno de los misterios más bellos de la
historia de salvación. Un misterio que “se ha venido desvelando gradualmente ante
los ojos de la Iglesia” (Juan Pablo II).
El ángel no solo le anuncia a José su esposa, no
solo lo lleva a tomarla por esposa, sino que, además, le revela la vocación
divina a la que ha sido llamada su esposa, y, al mismo tiempo, le
revela la verdad de su propia vocación como varón.
Descubre todos estos aspectos: el ángel muestra la
vocación de la mujer, su belleza, y su singular vocación, pero al mismo tiempo
manifiesta la vocación a la que el hombre está llamado. Vocaciones que se han
de respetar, amar y acoger; y esto es mostrado por el anuncio del ángel.
Al hacer como el ángel le ha dicho, san José,
siguiendo a Juan Pablo II, renueva su amor; su amor por María se ve regenerado
por el Espíritu Santo.
Dios, los ángeles
nos llevan a regenerar nuestro amor, nunca lo impiden, sino que
lo llevan a alturas nunca imaginadas y a una perfección que es divina.
San José, obediente al ángel, permite que el amor
de Dios configure su amor humano por María.
De esta manera, aprendamos de san José, a escuchar, por
medio de nuestro ángel la vocación divina a la que estamos llamados;
a responder con prontitud y con nuestro cuerpo y espíritu, y a respetar también
la vocación divina del otro que se presenta en nuestro camino. Te invito a
rezar esta oración:
Oración a san José
San José, justo entre los justos,
protector de la familia de Dios en todo el universo,
custodia la Iglesia de la
Tierra en este tiempo
delicado e importante.
Intercede cerca de Dios
para que la Iglesia elija siempre
el buen camino,
superando en la paz las
dificultades,
las provocaciones y los
obstáculos
que el espíritu del mundo
le pone delante.
Que el fuego ardiente de
tu corazón nos inflame de verdadera fe,
de segura esperanza y de
amor sublime,
para que podamos recorrer,
junto a ti y a tu Virgen
Esposa María,
las rutas difíciles de
nuestro tiempo.
Guíanos como has guiado al
pequeño Jesús,
sosteniéndolo de la mano.
Tú lo has ayudado a crecer
y convertirse en hombre.
Ayúdanos también a
nosotros a transformarnos en verdaderos hijos de Dios,
para gloria y honor de la
Santísima Trinidad.
Amén.