Reconocimiento, admiración, pertenencia, amor, eternidad,... el deseo de amar y ser amado hace que la vida merezca la pena, valga y tenga un sentido
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| KucherAV | Shutterstock |
Los deseos nacen y mueren. Algunos
desaparecen al ser satisfechos y dejan un vacío en el alma. Un deseo que muere
deja una alegría pasajera, efímera.
Se colma lo que deseo, se alcanza lo que busco. ¿Y después? Surgen nuevos
deseos en una espiral que no acaba nunca.
O puede que se rompa esa búsqueda y deje de desear…
Ser reconocido, admirado, amado, eterno
Hay
deseos que tengo grabados en lo más hondo. Los he vivido con fuerza, unos más,
otros menos. Hay un deseo de infinito que
llevo muy grabado en mi interior. Es un deseo que permanecerá insatisfecho,
hasta el cielo.
Tiene que ver con ese deseo de ser poderoso y lograr todo
lo que me propongo. El deseo de ser admirado, el de ser el que
más talentos tiene.
Son deseos que desaparecen con los desengaños y con el vacío que
deja la frustración de
no ser tan poderoso como quisiera. E incluso si lo consigo tampoco se llena el alma,
permanece una sed honda que duele.
Tengo otro deseo, el de ser buscado, amado, necesitado. Me
buscan, me requieren y soy feliz. Ese deseo también puede morir dejándome
insatisfecho. Los desengaños y las heridas que deja la
vida frustran ese deseo.
Brota el deseo de pertenecer a un lugar, a
una familia, el deseo de tener hermanos y echar raíces. Es un deseo puro y muy
humano. Pero también puede morir cuando sufro experiencias negativas de abandono y rechazo,
y me siento solo.
Nace en mi corazón el deseo de ser correspondido cuando
amo y ver realizados todos mis sueños. Los fracasos y
abandonos, el rechazo y la no aceptación, me desaniman.
Cuando los deseos son frustrados
Hay
deseos más hondos que se resisten a morir. Es el deseo de ser
querido en mi esencia, por lo que soy, no por lo que he hecho o
conquistado. Es el deseo de recibir un amor incondicional,
haga lo que haga.
Este deseo hondo permanece vivo más tiempo, pero también puede
morir cuando experimento que sólo me quieren si soy de una determinada manera.
Los deseos frustrados dejan tristeza y
amargura en el alma.
Puedo llegar entonces a vivir sin
desear. Y ya sólo sobrevivo, sin desear nada
más en mi vida. Sin soñar imposibles, sin desear las altas cumbres.
O me puedo conformar con deseos
desordenados que no me hacen bien, deseos «que están mal ordenados, como diría
san Bernardo«.
Deseos que me sacian por tiempos cortos y a la larga me quitan las
ganas de vivir con un sentido. En la película Soul hay
una reflexión que me pareció interesante:
«Llevo aquí muchísimo tiempo y nunca
he visto nada que me haga querer vivir. Luego tú apareciste. Tu vida es triste
y patética. Aun así te esfuerzas tanto por volver a ella. ¿Por qué? Tengo que
ver eso. ¿Me comprendes?».
Un motivo para querer vivir. Una razón para
querer seguir soñando y deseando. El deseo del protagonista parecía frustrarse
siempre. Pero él quiere vivir, quiere desear, quiere amar.
Siempre vuelven
En
realidad el
deseo de amar y ser amado no desaparece nunca. Por más que experimente
decepciones vuelve a resurgir de sus cenizas.
Es el deseo hondo de que mi vida merezca
la pena, valga y tenga un sentido. El amor le da dirección y fuerza a
todo lo que intento y me propongo.
Amar a alguien con toda mi alma, con mi pensamiento, con mis
palabras, con mis obras. Y tocar el amor, aunque sea un amor imperfecto.
Alguien que me quiere con sus límites y aceptando mis propios límites.
Es el deseo de pertenencia, de tener una
razón para amanecer cada mañana. Ese deseo no puede morir nunca. Porque si
muere significa que estoy muriendo por dentro.
Ese deseo último es el de dar la vida por algo, por alguien. Un
motivo por el que merezca la pena renunciar hasta el extremo.
Buscando en los deseos
Me
gusta mirar así mi vida. Pienso en todos los deseos que anidan en mi interior.
Y me pregunto en qué deseo se arraiga mi propio corazón. Decía
N. Lash:
«Ninguno de nosotros es tan
transparente para sí mismo como para saber realmente dónde tiene puesto el
corazón«.
No me desanimo por no saberlo. Pero busco detrás de deseos insatisfechos dónde
sigue buscando mi alma.
Dejo a un lado los deseos ya cumplidos que no me dejaron alegrías
permanentes. Y vuelvo a enamorarme de esos deseos hondos que me llevan al
corazón de Jesús y a vivir una vida más plena.
No dejo de soñar, de desear, de anhelar, lo que aún no poseo. Mi
sed de infinito no se sacia. Se hace más honda y sigue buscando en lo
más profundo fuentes de agua viva que colmen mi mar.
Carlos Padilla Esteban
Fuente: Aleteia






