“No importa lo que la razón te diga, solo importa lo que te diga tu corazón”. ¿Te suena esa frase?
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Pero ¿qué es el
fideísmo?
Es la doctrina
profesada por autores cristianos, especialmente protestantes, aunque hubo y hay
algunos católicos, de que a Dios no se puede llegar por la razón, sino
solamente a través de la fe. Esta afirmación requiere ciertos matices, pero en
términos generales para el fideísmo el uso de la razón para vivir la fe es
totalmente irrelevante. No admiten por tanto ninguna prueba racional de la
existencia de Dios, y no interesa si la fe va en contra de la razón, porque no
tienen por qué complementarse.
Menosprecio de
la razón
Algunas formas
de fideísmo ven una oposición fundamental entre la fe y la razón, pero otras
son más matizadas, pero siempre hay un menosprecio por la razón y una
preferencia exclusiva por la fe. El filósofo protestante Alvin Plantinga define
el fideísmo como la básica dependencia sobre la sola fe junto a un menosprecio
de la razón.
Según este
autor el fideísta no se opone a la razón en sí misma, sino a la búsqueda de
evidencias en las cuestiones de fe. En este sentido de fideísmo podríamos
ubicar a algunos filósofos cristianos como Pascal, Kierkegaard o Schleiermacher
que plantean formas moderadas de fideísmo, por ello no es fácil simplificarlo
en una fórmula y estos mismos autores plantean modos distintos de relación
entre fe y razón y de acceso a Dios.
La fe y la
razón caminan juntas
Joseph
Ratzinger escribió que «La fe es un peregrinar del pensamiento», que siempre
está en camino, es un movimiento constante de búsqueda de mayor comprensión.
Creer por tanto, no significa entregarse ciegamente a lo irracional, ni es una
especie de resignación de la razón frente a los límites del conocimiento. Es
siempre una opción racional y libre, sumamente positiva que no va en contra de
la razón. Si bien lo que creemos no es hecho por nosotros, no es fabricado por
nuestros pensamientos, sino que nos viene de fuera, lo recibido se acepta
pensando y reflexionando, porque «la esencia de la fe consiste en repensar lo
que se ha oído».
Juan Pablo II
en su encíclica Fides et Ratio (1998), escribe al respecto: “Tampoco faltan
rebrotes peligrosos de fideísmo, que no acepta la importancia del conocimiento
racional y de la reflexión filosófica para la inteligencia de la fe y, más aún,
para la posibilidad misma de creer en Dios…
No olvidar la
tradición filosófica
Otras formas
latentes de fideísmo se pueden reconocer en la escasa consideración que se da a
la teología especulativa, como también en el desprecio de la filosofía clásica,
de cuyas nociones han extraído sus términos tanto la inteligencia de la fe como
las mismas formulaciones dogmáticas. El Papa Pío XII, de venerada memoria,
llamó la atención sobre este olvido de la tradición filosófica y sobre el
abandono de las terminologías tradicionales” (55).
Al respecto el
Catecismo de la Iglesia Católica enseña que: “La fe trata de comprender; es
inherente a la fe que el creyente desee conocer mejor a aquel en quien ha
puesto su fe, y comprender mejor lo que le ha sido revelado; un conocimiento
más penetrante suscitará a su vez una fe mayor, cada vez más encendida de
amor…” (158)
“A pesar de que
la fe esté por encima de la razón, jamás puede haber desacuerdo entre ellas.
Puesto que el mismo Dios que revela los misterios y comunica la fe ha hecho
descender en el espíritu humano la luz de la razón, Dios no podría negarse a sí
mismo, ni lo verdadero contradecir jamás a lo verdadero. Por eso, la
investigación metódica en todas las disciplinas, si se procede de un modo
realmente científico y según las normas morales, nunca estará realmente en
oposición con la fe, porque las realidades profanas y las realidades de la fe
tienen su origen en el mismo Dios”. (159).
Creyentes, no
crédulos
Resulta
profundamente extraño a la doctrina católica y a su tradición el creciente
extremismo fideísta entre católicos, que por una débil formación doctrinal o
por dejarse llevar por nuevas corrientes fundamentalistas no están dispuestos a
seguir un razonamiento o a estudiar teología, sino simplemente a repetir sus
creencias sin analizarlas debidamente. Históricamente la Iglesia católica ha
sido siempre promotora y defensora de la razón y de la ciencia. La fe busca
llegar a lo real, busca conocer la verdad.
Por eso la
credulidad y el fideísmo son enemigos de la fe. La credulidad es eliminar la
posibilidad del juicio crítico sobre aquello a lo que adhiero, es fruto del
miedo a examinar lo que creo por si no llegara a ser cierto. La credulidad es
lo que se ha llamado una «fe ciega».
La fe no es un
obstáculo al pensamiento, sino un estímulo para seguir
Miguel
Pastorino
Fuente: Aleteia