Buenaventura y otras zonas de las regiones Pacífico y Suroccidente se han convertido en «un escenario de terror» por las guerras entre bandas criminales
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Foto: Efe/Ernesto Guzmán Jr. |
No es la única noticia
que le ha llegado a Rubén Darío Jaramillo Montoya sobre el peligro que le
acecha. «He venido recibiendo amenazas por parte de algunas personas que dicen
que son poderosos en el distrito, y que les incomodan las declaraciones del obispo»,
relató el martes ante los medios. Le reprochan, entre otras cosas, haber
organizado y participado el 10 de febrero en una cadena humana de rechazo a la
actividad de las bandas criminales.
La punta del iceberg
La situación de
Buenaventura, sin embargo, es solo la punta del iceberg. Toda la región
Pacífico está viviendo «una crisis humanitaria profunda por las amenazas,
desplazamiento forzado, confinamiento, asesinatos y todo tipo de atrocidades
que condenamos enérgicamente», continuaba el comunicado de la CEC. En su
origen, explicaban los pastores locales, están realidades «cada vez más
crecientes, tales como el narcotráfico, el incremento de grupos armados, la
corrupción y la extorsión», entre otros. La CEC mencionaba además «los
alarmantes niveles de pobreza extrema» y «la ausencia en muchas partes de este
territorio de servicios del Estado».
Estas regiones
apartadas, como los departamentos del Chocó, Valle del Cauca, Cauca y Nariño, sufren
la peor ola de violencia desde que se firmó la paz en 2016 con la entonces
guerrilla de las FARC. Por su ubicación estratégica, esta zona produce la mayor
cantidad de hoja de coca en el país, con 57.897 hectáreas sembradas, según el
último informe de la ONU en 2019.
Las guerras de la coca
La retirada de las FARC
no estuvo acompañada del fortalecimiento de la presencia del Estado, lo que ha
permitido a disidentes de esta guerra, rebeldes del ELN y bandas paramilitares
de narcotraficantes disputarse las rutas de exportación de la cocaína, así como
la minería ilegal y las redes de extorsión. Como consecuencia de estos
conflictos, informó en rueda de prensa Óscar Múnera, obispo de Tierradentro
(Cauca), han sido asesinados más de 70 sacerdotes y religiosas.
«Sin duda el territorio
ha sido convertido en un escenario de terror», lamentaban los obispos de la
CEC. «Esta escalada de abusos» merece «el rechazo total» de toda la sociedad
colombiana y «clama por soluciones duraderas». Por su parte, los pastores más
afectados han afirmado que«no nos resignamos a aceptar estas situaciones». Al
contrario, reafirmaron su compromiso para seguir acompañando a estos pueblos. Y
exhortaron a los gobernantes y a las comunidades a que se unan a trabajar en la
búsqueda de «soluciones integrales a corto y mediano plazo que hagan posible la
transformación real de esta triste y angustiante realidad».
María
Martínez López
Fuente: Alfa y Omega