Un acontecimiento de gran “valor simbólico” que marcaba el cambio en la modalidad de las relaciones. Es así como lo recuerda el Gran Rabino de la comunidad judía de la capital italiana, Riccardo Di Segni, ese 13 de abril de 1986
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| 35 años de la visita de Juan Pablo II a la sinagoga de Roma |
Nostra Aetate y Juan XIII
En la riqueza de su discurso, el
Papa Wojtyla subrayó el vínculo entre el cristianismo y el judaísmo, y
refiriéndose a la declaración del Concilio sobre "Las relaciones de la
Iglesia con las religiones no cristianas", recordó cómo la Iglesia
"deplora el odio, la persecución y todas las manifestaciones de
antisemitismo dirigidas contra los judíos en todos los tiempos por
cualquiera". También quiso subrayar que el "legado" que
pretendía recoger era el del "Papa Juan", quien, señaló, "una
vez que pasaba por aquí – como ha recordado ahora el Gran Rabino – hizo parar
el coche para bendecir a la multitud de judíos que salían de este mismo
Templo". Y quisiera retomar su legado en este momento, encontrándome ya no
fuera sino, gracias a su generosa hospitalidad, dentro de la Sinagoga de
Roma".
Toaff: el gesto destinado a pasar
a la historia
En sus conmovedoras palabras fue,
de hecho, el propio rabino Toaff quien se refirió tanto al documento del
Concilio como al gesto de Juan XXIII, expresando una "profunda
satisfacción" por la visita de Juan Pablo II y definiéndola como un
"gesto destinado a pasar a la historia". Lo vinculó, de hecho,
"a la enseñanza iluminada" de su predecesor, Juan XXIII, "el
primer Papa – señaló – que un sábado por la mañana se detuvo a bendecir a los
judíos de Roma que salían de este templo después de la oración". Un gesto
que, volvió a subrayar, se inscribe en la estela del Concilio Vaticano II que,
precisamente, con Nostra Aetate "produjo, en las relaciones de
la Iglesia con el judaísmo, esa revolución que ha hecho posible vuestra visita
de hoy".
El Papa Roncalli y el Concilio
Vaticano II fueron recordados también por el presidente de la comunidad israelí
de Roma, el profesor Giacomo Saban, quien recordó cómo Nostra aetate "introduce
una relación diferente entre la fe de Israel y la del mundo que nos rodea,
devolviéndonos no sólo lo que se nos había negado durante siglos, sino también
la dignidad que siempre había sido nuestro derecho a ver reconocida".
Riccardo Di Segni: ha habido un
crecimiento positivo
El eco de esa visita ha
permanecido. Entonces Juan Pablo II habló de "nuestros queridos
hermanos" y "en cierto modo, se podría decir que nuestros hermanos
mayores". Le preguntamos al Gran Rabino de la comunidad judía de Roma,
Riccardo Di Segni, con qué emoción recuerda ese momento y qué importancia tuvo
para la comunidad judía.
R. - Ciertamente, había
conciencia de que se trataba de un acontecimiento histórico de gran valor
simbólico que marcaba un giro en la forma de tratar las relaciones entre los
dos mundos. Fue un acontecimiento que tuvo importancia sobre todo desde el
punto de vista mediático porque la imagen del abrazo entre los dos
representantes religiosos superó por sí sola las dificultades teológicas. Nadie
lee, salvo algunos especialistas, los documentos de las comisiones y todos ven
las imágenes. Las palabras también tenían su significado y en particular la
definición de "hermanos mayores", aunque esto no nos entusiasma desde
el punto de vista teológico, porque en la Biblia los hermanos mayores son los
malos y los perdedores.
Hace cinco años, en enero, el
Papa Francisco también visitó el Templo Mayor de Roma. Y antes, en enero de
2010, también lo hizo Benedicto XVI. Estos Pontífices han subrayado el impulso
para el compromiso de un camino irrevocable de diálogo, fraternidad y amistad
con los judíos, dado también por el documento conciliar Nostra Aetate.
¿Cómo se desarrolla este diálogo?
R. - Las visitas de los dos
Pontífices fueron muy importantes porque marcaron la voluntad de los máximos
representantes de la Iglesia de continuar el camino abierto por el Papa Juan
Pablo II. Y no sólo fue continuidad, sino también progreso, porque en la época
de Juan Pablo II había muchos problemas y ahora no es que los problemas no
existan, sino que para muchas cosas hay formas y medios de abordarlos. Así que
es un camino – digamos – en crecimiento positivo.
"En una sociedad a menudo
perdida en el agnosticismo y el individualismo y que sufre las amargas
consecuencias del egoísmo y la violencia, los judíos y los cristianos son
depositarios y testigos de una ética marcada por los Diez Mandamientos, en cuya
observancia el hombre encuentra su verdad y su libertad. Promover una reflexión
y colaboración común sobre este punto es uno de los grandes deberes", dijo
Juan Pablo II en su discurso en la sinagoga. ¿Cuáles son los puntos concretos
en los que los judíos y los cristianos de hoy, en un momento histórico tan
difícil para toda la humanidad a causa de la pandemia, pueden colaborar?
R. - La pandemia nos ha
enfrentado a retos a los que las estructuras portadoras de valores deben dar
respuesta: respuestas que se han dado en el sentido de la organización, de la
solidaridad, de la llamada a los valores morales que hay que compartir, a las
opciones que hay que hacer por el bien colectivo. Los retos serán aún mayores
cuando salgamos de esta pandemia y nos encontremos con una sociedad que
inevitablemente ha cambiado, en la que nuestros hábitos más sencillos serán
diferentes. En este sentido, la llamada a sistemas religiosos y de valores como
el nuestro, en el que el imperativo moral y la solidaridad tienen un valor
esencial, será absolutamente útil y necesaria.
Debora Donnini – Ciudad del
Vaticano
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