Dar un sentido trascendente a las tareas de la casa, a las comidas familiares, a la decoración de las paredes o a la hospitalidad puede hacer de nuestro hogar la antesala de la Casa del Padre. El libro Teologhy of home da las claves para vivir lo eterno en lo cotidiano
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| Natali _ Mis - Shutterstock |
Estar 24 horas metidos en
nuestras cuatro paredes despertó en muchas personas el deseo de reformar algún
rincón de su hogar, decorar el salón, empezar a cultivar tomates en la terraza
o adentrarse en el fascinante mundo de la panadería casera (la harina, y no
sólo el papel higiénico, escaseó en los supermercados durante semanas).
Es más, según el portal inmobiliario Idealista, el confinamiento incrementó
el deseo por comprar casas grandes y chalets con piscina y jardín.
En busca del verdadero hogar
Así, mientras que nuestro interés
por las cosas de la casa iba en aumento, un libro escrito por varias autoras
americanas encontró en estos tiempos de pandemia el abono necesario para
iniciar una revolución aún más profunda en miles de hogares católicos de
Estados Unidos.
Theology
of home, finding the Eternal in the Everyday (Teología del hogar,
encontrar lo eterno en lo cotidiano,TAN Books, 2019) es un precioso volumen
lleno de inspiradoras imágenes. Con él sus autoras, Carrie Gress, Noelle Mering
y Megan Schrieber, profundizan en el significado trascendente del hogar.
«Esta es una simple guía para
ayudar a reorientarnos hacia nuestro verdadero hogar, permitiéndonos pensar a
conciencia en cómo hacer que nuestros hogares en la tierra estén mejor
equipados para llevar a todos los que viven en ellos a la Casa del Padre»,
explican en la introducción de este libro, que, de momento, sólo está
disponible en inglés.
El hogar como un “santuario”
La Teología del hogar no es por
tanto un compendio de recetas, trucos o consejos para tener la casa más bonita
y ordenada, sino un modo de entender los elementos básicos de un hogar como un
medio para vivir en la presencia del Señor en nuestra vida cotidiana.
El objetivo es hacer de nuestras
casas una especie de “lugar santo” (un santuario), donde no solo haya alimento
para el cuerpo sino, sobre todo, para el alma.
Esta meta se materializa de
formas muy concretas. Por ejemplo, decorando nuestros hogares con elementos que
nos ayuden a rezar y a hacer palpable nuestra fe; usando la luz de las velas
para crear un ambiente más cálido; viviendo los tiempos litúrgicos de una forma
consciente dentro de la familia.
También, creando tradiciones que
generen grandes recuerdos de comunión entre nosotros, marcando el ritmo del día
con diferentes oraciones (el Ángelus, la bendición de la mesa, etc.); o
simplemente dando un sentido trascendente a todo lo que hacemos en nuestro
quehacer diario.
La comida con sentido comunitario
y ceremonial
El alimento es uno de esos
elementos básicos que marcan el ritmo vital de una casa. Pensar el menú, hacer
la compra, guardarla, preparar los platos, consumirlos y limpiar, comida tras
comida, son tareas laboriosas y cíclicas que dan forma a nuestros días.
Sin embargo, esta prevalencia de
la comida en nuestra vida tiene un significado más profundo que el de
simplemente alimentarnos.
«Nutrimos nuestras relaciones a
través de las tareas diarias de los platos, los suelos cubiertos de migas, los
adolescentes hambrientos que van a buscar agua para un niño más pequeño, los
intentos de conversación civilizada y los gritos de risa ante las tonterías de
un hermano. En medio de estos detalles se tejen hilos simples, pequeños y
extraordinarios», explican las autoras.
La comida tiene un sentido
comunitario pero también ceremonial. Nuestra vida litúrgica está marcada por
los tiempos de ayuno y de fiesta, y en con cada Eucaristía recibimos al mismo
Cristo como alimento. Él es el único que puede saciar realmente el anhelo de
plenitud de nuestra vida.
Las labores domésticas en la
búsqueda de la belleza
Que las tareas domésticas no son
un plato fácil con el que lidiar es evidente. Su carácter repetitivo y voluble
(la cocina dura recogida lo que tarda en llegar el siguiente turno de comida)
generan muchas veces tedio y frustración.
En cambio, la Teología del hogar
enseña que todas esas «tareas de servicio como lavar la ropa o los platos
pueden asumirse con más facilidad cuando se entienden en el contexto del gran
esfuerzo por crear belleza en lo cotidiano».
Esforzarse por amor en crear una
vida bella con aquello que tenemos y se nos regala es el modo de transformar la
pesada carga de los quehaceres domésticos en un medio de santificación.
Evangelizar con la hospitalidad
Abrir nuestra casa a otros es
abrirles también nuestra vida y nuestra intimidad. El hogar cristiano no es una
isla apartada del mundo. Y, aunque la situación de pandemia desaconseje ahora
las visitas, lo cierto es que entre los católicos existe la llamada a salir de
la comodidad y la seguridad de nuestra forma de vivir por amor a los
demás.
La hospitalidad requiere
esfuerzo; supone preparar las camas, hacer una limpieza extra, cocinar para más
personas o atender las diversas necesidades del huésped, pero esta es una forma
de evangelizar que tiene una fuerza especial.
Las autoras aseguran que «quizá
no podamos conseguir que todos nuestros amigos y conocidos atraviesen las
puertas de una iglesia católica, pero sí podemos conseguir que entren en
nuestras cocinas».
El trabajo al servicio del hogar
«Nuestros hogares no están
destinados a ser meras plataformas de lanzamiento para nuestro éxito en el
mundo; más bien, nuestro éxito en el mundo es por el bien de nuestro hogar».
Con esta contundencia explican
las autoras que el trabajo o la carrera profesional sólo tiene sentido cuando
está al servicio del hogar, y no al revés. Si el trabajo se considera como un
bien separado y en competencia con el hogar o se empieza a ver la identidad
personal como derivada del trabajo, la vida doméstica empieza a
devaluarse.
«El trabajo, a menudo tedioso, de
la vida doméstica y de la crianza de los hijos, se eleva y ennoblece cuando
tanto el marido como la mujer lo reconocen como una participación en un bien
excelso, valioso en sí mismo y en aras de su fin último de santidad», explica
el libro Theology of home.
Isis Barajas
Fuente: Aleteia






