Menos paciencia y más miedo e inquietud... En mi mano está el poder elegir lo que me construye por dentro y decidir amar
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| sun ok | Shutterstock |
Siento
que hoy, en este tiempo de pandemia, las emociones están a flor de piel. Quizás
me he quedado algo tocado después de este año en el que he visto que no soy
inmortal.
Yo pensaba que sí, que la vejez nadie podría arrebatármela. Pero
ahora veo que no tengo asegurada una muerte siendo ya viejo, como corresponde,
al final de una larga vida.
Puede sorprenderme la muerte. Veo que soy
vulnerable y puede que el final de mis días llegue antes
de lo previsto.
Y entonces el tiempo comienza a ser relativo y al mismo tiempo más
valioso que el oro. Dejo de perderlo, lo gano, lo retengo, lo vivo.
Y tengo cuidado con lo que elijo, con mis decisiones, con la forma
como hago las cosas.
Estoy más sensible
Sé que estoy más sensible, más fácilmente emocionable y noto que
cualquier cosa me importa y afecta.
Quizás guardo en el alma rabia, o rencor por las heridas
recibidas. Quizás me siento resentido.
Mis comentarios dejan de ser fríos y objetivos.
He guardado rencores de forma innecesaria y lo que digo es con dolor.
Me molestan más que antes ciertas cosas.
Tengo menos tolerancia con los errores e imprudencias de los que me rodean.
Juzgo más los comportamientos de mis
hermanos. Tengo menos misericordia con el que no ha actuado
bien según mi parecer, así lo he decidido.
Vivo emitiendo juicios y opiniones, quizás
más que antes. Tal vez la vida me ha vuelto más sensible y tengo la piel muy
rota.
Me importa todo lo que veo, todo lo que me
dicen, todo lo que los demás hacen. Me afectan las noticias que escucho,
me impactan, tengan que ver o no conmigo.
Incertidumbre, ansiedad, dolor constante
Tengo menos paciencia con los que no actúan con
rapidez, esa virtud tan anhelada. Y pasan los días dejando su rastro en mi piel
en forma de un dolor constante.
Me cuesta conciliar el sueño cada noche y no logro vivir con una
sonrisa permanente en los labios.
Tengo el miedo metido en el cuerpo y
la inquietud de vivir esta vida incierta. Palpo esa incapacidad
constante para vivir con paz.
¿Es así mi alma cuando miro hoy muy dentro? ¿Son estos mis dolores
y angustias, son estos mis pesares?
¿No podría ser todo más
claro?
Puede que las cosas no sean blancas o
negras cuando intento mirarlas con objetividad. Los matices me
incomodan porque me llevan a tierra de nadie.
No puedo condenar con liviandad. No puedo
canonizar tampoco sin temer que no sea todo como lo veo.
Quisiera que todo fuera sí o no. Vida o
muerte. Verdad o mentira. Posible o imposible. Mandado o prohibido. Y ya está,
todo claro. Porque así sin dudas es más fácil recorrer mis días.
No sé yo contestar en tonos grises. ¿Qué
respuestas doy a tantos interrogantes abiertos que me
plantean?
Buscando la paz
Vuelvo la cara al cielo y busco el
descanso, o en la noche intento seguir caminando
para no detener mis pasos.
No importa el tiempo que pase entre un día
y el siguiente. No quiero perder la vida haciendo lo que no sueño.
Quiero escribir sobre el blanco las letras
de mi camino, las notas de mi canción, la eterna y suave melodía que evoca
sueños dormidos, dentro de mí.
Quiero ser feliz, ¿no es eso lo que todos
desean? Leía el otro día:
«¿Es la felicidad la gran aspiración de toda persona?
La felicidad placentera es algo puntual. La felicidad estructural habla de algo
permanente. La mente es la responsable de fabricar la emoción. Toma el control
de tu vida».
Marian
Rojas Estapé, Cómo hacer que te pasen cosas
buenas
Elegir la esperanza
Quisiera gobernar mi vida o pedir ayuda
para poder hacerlo. Dejar fuera de mí lo que me
incomoda.
Borrar esos rencores que no me dan
alegrías. Acabar con los juicios que envenenan mi ánimo.
Decir cosas bonitas y reírme un poco de
todo. Vender esperanzas a buen precio y regalar amaneceres. Esa esperanza que muchos ya han perdido…
En mi mano está el poder elegir lo que me
construye por dentro. Lo que elimina lo más tóxico de mis
relaciones y planteamientos.
Porque en mi forma de vivir encuentro a
menudo comportamientos enfermizos. Quiero que Dios acabe con mis
adicciones y dependencias. Libere mi alma para que mire al cielo
con alegría profunda.
Dios dará vida
Tengo tantas palabras dentro de mí que
para escribirlas todas necesitaría más vidas. Despierto a los dormidos y
levanto a los cansados.
Es fácil subir un monte, aunque parezca
imposible. Puedo comenzar de nuevo aunque nadie crea en mi suerte.
Nada está dicho cuando aún no ha sucedido.
Sé que Dios tiene la última palabra. Y las sonrisas más tiernas son las de los
niños que no han sufrido.
Llevo dentro de mi piel escondido un
canto. Que lo compuso un ángel mientras yo dormía.
No me aventuro en mares sin contar con la
mano amiga de Dios sobre mi hombro. Y confío en que la tarde
dará paso a la vida.
Con sentimientos, amar
No lograré dejar de sentir. Porque las
emociones son parte de mi alma, de mi historia. No quiero pasar de puntillas
por este mundo, sin dejarme el corazón hecho jirones.
Dios sabe que la mejor historia es
la del que ama. El mejor sueño el del que no se busca a sí mismo y vuela
lejos.
El mejor corazón es siempre el que está
más abierto y roto, dispuesto a dejarse amar y a amar hasta el extremo.
Carlos Padilla Esteban
Fuente: Aleteia






