No basta con vivir con alguien para quererlo...
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Julia Lototskaya | Shutterstock |
No
basta con vivir con alguien para quererlo. No basta con compartir el día y
los sueños. Hay que volver a elegir a quien amo. Decirle que sí de
nuevo, que es lo primero en mi vida.
Sólo así se puede reinventar
uno el presente y soñar con tierras lejanas y maravillosas. Sin miedo, con
las raíces bien puestas y las alas lanzadas al viento.
Me gustan las tormentas en la
noche, mientras duermo. No alteran mis planes,dejan la tierra llena de agua y
traen fecundidad.
Y los vientos cuando estoy
protegido, lejos de las olas violentas. Amo su fuerza y su rabia. Llenan de
vida mi silencio.
También me gustan los momentos de
pausa en medio del trabajo, de la carrera, de la lucha. Pausas en las que miro
al cielo y me pregunto por el sentido último de mi esfuerzo.
Y me gusta correr despacio y
caminar de prisa, para no perder el tiempo. Subir los montes donde alguien me
espera cuando llego arriba.
Amo
vivir con una meta, con un destino, con un sentido. Me gustan las palabras
profundas que desvelan misterios y las miradas mudas que dicen mucho más de lo
que callan.
Me gustan esos abrazos largos que
no terminan nunca y el adiós sentido sabiendo que hay un regreso.
Vivir para siempre
Prefiero andar perdido antes que
perder mi camino. Y sé que las mañanas rompen siempre la oscuridad de mi noche.
Albergo en el alma un deseo
infinito de vivir para siempre, sin importarme dónde.
Pero llevo en la piel pegados
esos lugares que un día fueron mi tierra o lo son ahora, no importa el tiempo.
He cortado el tronco seco de mi
árbol helado, sabiendo que la vida brota de nuevo, desde las raíces.
No dejo de sorprenderme al ver
cómo es la vida. Quizás igual en mí es posible cercenar lo podrido, lo seco, lo
que duele. Y comenzar de nuevo venciendo las nostalgias y los resentimientos.
Por eso me alegra el nuevo día,
ese que me ilumina y llena de esperanza. Me conmueven las lágrimas al recordar
la vida, lo amado, lo vivido.
Construir
Construyo desde los cimientos que
se han ido asentando dentro de mi alma. Sé que no lo sé todo y eso también me
calma.
No me pongo presiones cuando
alguien me pregunta. Y dejo más preguntas que respuestas.
No sé bien cómo vestirme por
dentro cada día. Y deseo pintar el cielo con un azul muy claro e intenso.
Me alegran las palabras alegres y
positivas. Las personas que sonríen. Aquellos que más perdonan.
Me gustan los resilientes, que de
la lucha hacen una virtud. Y me emociona la presencia silenciosa del que cuida
a un enfermo. Me parece un don esa capacidad de abrazar al que está malherido.
Volverse a elegir, volverse a dar
Tengo nostalgia de tiempos
pasados. Y anhelo también tiempos que no llegan. Y sé que el presente es el
mayor don que Dios me regala cada día. Lo acojo con una sonrisa. Y no me
tiembla el pulso al besar lo que llega.
Soy ciudadano del cielo,
peregrino de esta tierra y me gusta el ancho mar, sin orillas, mar adentro.
Me alegra ver el cielo abierto,
sin nubes, todo claro. Y siento en lo más hondo que soy hombre, soy pobre, soy
niño. Me gusta lo que decía Tim Guenard:
«Para no olvidarse, hay que
reelegirse. Y volverse a dar mutuamente para quererse más».
Esa actitud me parece esencial.
Me gusta esa forma de enfrentar la vida con sus desafíos más grandes.
No me olvido de mis elecciones.
Decido reelegir lo que he amado. Y me pongo en camino dejando atrás lo que no
me gusta y me pesa demasiado.
Con el tiempo, mejor
Acojo con misericordia el dolor
ajeno. Lo comparto, lo hago mío. No dudo de la verdad de todo lo que vivo,
de lo que siento.
Acepto mis miserias. Y soy más
misericordioso de lo que fui algún día. El tiempo me ayuda a mirar con más
paz mi vida, sin caer en juicios ni críticas innecesarias.
Aprendo de los demás, no pienso
que lo sé todo. Me pongo en la fila a esperar mi turno, sin querer imponerme,
sin pretender ser especial.
Soy uno más, un hombre en camino
esperando su momento. Tengo que ahondar en mi tierra para sembrar mi futuro.
Quito piedras y malezas. Y logro
así que mi tierra pueda llegar a ser fecunda.
Carlos Padilla Esteban
Fuente: Aleteia