Necesito creer para que suceda el milagro, sin fe no hay vida ni esperanza
![]() |
| Photographee.eu | Shutterstock |
Sin la fe no hay milagros, ni
grandes curaciones, ni grandes obras. ¿Para qué ayudan los milagros?
En primer lugar el milagro me
devuelve la salud y me reinstala en mi vida de antes. No me vuelve mejor,
simplemente me permite recuperar lo que había perdido o adquirir lo que nunca
había tenido.
El paralítico, el ciego de
nacimiento, el leproso, se alegran por la salud recobrada. Tuvieron fe y Jesús
obró el milagro.
Dejaron de estar apartados del
mundo por su limitación física. Jesús los devuelve al mundo.
Pero no siempre van de la mano un
milagro físico y la conversión. Por eso Jesús muchas veces perdona además los
pecados. Para que sane el alma junto con el cuerpo.
La fuerza de la fe
Lo que está claro es que necesito
creer para que suceda el milagro. Sin fe no hay vida ni esperanza.
Y la fe no se fundamenta en algo
que existe, en algo real, sino que es un don que desborda mi alma.
Quiero creer en el poder de Dios,
quisiera tener más fe. Hoy rezo con las palabras del salmo:
Mis ojos están puestos en el
Señor y confían. Me gusta esa fe de los niños que creen en lo imposible. Esa fe
que no se derrumba en las adversidades.
Mejor que frustrarse, aceptar
Caer y levantarse es parte
del mismo espíritu que nunca se rinde. Creer tiene que ver con soñar y esperar
mucho de Dios, de la vida, de los demás. Pero decía José Antonio Rodríguez:
«Hay discrepancia entre lo que
deseamos y lo que obtenemos. Eso lo he aprendido de los niños».
Deseo mucho más de lo que me da
la vida y acabo frustrado. Si no deseo nada, no avanzo.
Si deseo mucho y no obtengo lo
que sueño y sufro, ¿cómo hago para no desanimarme?
La vida es corta. Es un don. Y me
da lo que me puede dar. No quiero exigir más de lo que puedo tener.
Mi corazón está hecho para el
cielo y por mucho que sueñe, en esta tierra nunca alcanzará toda su medida.
No dejo de creer y no dejo
de aceptar las cosas como son, sacando siempre lo positivo, viendo
el lado bueno de lo que sucede. Y creyendo una y otra vez, sin
desconfianzas.
Expectativas razonables
Cuanto más crea en mí mismo más
sacaré de mi interior, más lucharé, más entregaré con alegría.
Cuanto más crea en los demás,
sacarán la mejor versión de ellos mismos. Cuando más crea en Dios y en su
misericordia, sucederán milagros que no imaginaba.
Así es el amor de Dios, mucho más
generoso que mi amor mezquino. Me falta fe, pido más fe en este tiempo difícil
que vivo.
Quiero confiar en el poder de
Jesús. En el poder de Dios en las personas que me rodean. Y no dejo de luchar
hasta el final. No dejo de creer en la victoria final.
Creo y acepto lo que hay. Confío
y amo la vida tal como es. El otro día leía:
«A veces nos creemos que las
personas son décimos de lotería: que están ahí para hacer realidad nuestras
ilusiones absurdas».
Carlos Ruiz Zafón, La sombra del viento
Creer en los demás no significa
esperar que me solucionen la vida, que respondan a todas mis necesidades y
solucionen todos mis problemas.
No espero esos milagros absurdos que
a veces sueño. Los demás no son los que me arreglan todos los problemas.
Los veo en su belleza. Los acepto
como el don que Dios me regala. Sin pretender que estén ahí para responder a
mis deseos.
Carlos Padilla Esteban
Fuente: Aleteia






