Numerosas fuentes occidentales y orientales confirman su presencia en Hispania
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Santiago Apóstol, en el Pórtico de la Gloria, obra del Maestro Mateo |
Fuera de san Pedro y san Pablo, la vida y la predicación de los
apóstoles, los primeros seguidores de Cristo, queda envuelta en un misterio.
Hay tradiciones locales y algunas referencias históricas, pero en general son
más bien personajes cuya biografía desconocemos. Santiago Apóstol, patrono de
España, no es una excepción. Algunos estudios apuntan que fuera de las
referencias neotestamentarias, su evangelización en Hispania, la aparición de
la Virgen en un pilar, en Zaragoza, y su muerte en Jerusalén, los cristianos en
general no conocen mucho más de él. Pero es significativo descubrir lo que
algunas fuentes nos revelan: la
venida de sus restos mortales hasta Galicia (la Translatio),
la devoción en España durante los primeros siglos del cristianismo, la memoria
que había en toda la cristiandad de su evangelización de Hispania y el
posterior descubrimiento de su tumba, en torno al año 829.
El Códice Calixtino, que ha pasado al imaginario popular como “la
primera guía del Camino de Santiago”, en realidad es un libro mucho más amplio
y ambicioso en cuanto a contenidos. La famosa guía ocupa únicamente
el “Quinto Libro”, pero en el “Libro primero” del Códice, además de textos
litúrgicos, nos narra dos ‘pasiones’ del apóstol Santiago. Y en el “Libro
tercero” nos detalla la aventura de la traslación desde Tierra Santa hasta
Galicia y el entierro de sus restos.
Muerte de Santiago
Realmente no tenemos mayor constancia de la evangelización de
Santiago en Hispania. Es
probable que en su llegada al “fin del mundo” hubiera creado algunas primeras
comunidades cristianas, pero no dejaría de ser una primera simiente cuyos
frutos no habrían de verse hasta pasados dos o tres siglos. San Pablo
también quiso venir a España (Rm 15, 23-24), aunque lo más probable es que
fuera martirizado antes. Y no faltan tradiciones que hablan de un grupo de
varones apostólicos que se encargaron de una primera evangelización de la
península. Recuerdo de ellos tenemos, por ejemplo, a san Segundo en Ávila, san
Torcuato en Guadix, san Cecilio a la actual Granada…
Sea como fuere, los Hechos de los Apóstoles nos narran que
Santiago murió decapitado por orden de Herodes Agripa. El Códice Calixtino
recoge dos tradiciones sobre su muerte. En la “pasión mayor” se presenta
la predicación del apóstol entre los judíos y las discusiones teológicas que
mantiene con ellos. Estos conflictos acabarán con su detención y su condena a
muerte por parte de Herodes Agripa y Abiatar. Sin embargo, otros personajes
enfrentados con él, como Josías, Fileto y el mago Hermógenes, se convierten y
se hacen discípulos suyos.
La “pasión menor” mucho más breve que la Magna bebe
de otras fuentes. Narra la conversión de Josías y la terrible muerte del rey
Herodes.
El traslado de sus
restos mortales
Una vez
martirizado, varios de sus discípulos se hicieron cargo de sus reliquias.
Cuenta el Códice Calixtino, en su libro tercero, la milagrosa venida por barco
de los restos del apóstol. Estos llegaron hasta Iria Flavia, cerca de donde hoy
encontramos la localidad de Padrón. Sus dos discípulos, Atanasio y
Teodoro, intentaron encontrar un lugar donde enterrar al apóstol, y pidiendo
ayuda a una mujer pagana importante del lugar llamada Lupa sufrieron diferentes
avatares: los envió a Finisterre a pedir permiso a un personaje que los
encarcela, después los envía a recoger unos bueyes que resultaron ser bravos…
Lupa, viendo que la ayuda divina con la que contaban estos dos discípulos,
acaba convirtiéndose y les ofrece un lugar en donde enterrar a Santiago: una tumba romana con dos niveles
construcción propia de la época y que fue descubierta el año 829, tras perderse
su memoria.
Santiago, evangelizador de
Hispania
A partir de este momento desconocemos el culto que se le dieron a
sus restos. Pero tenemos suficientes fuentes, de diferentes orígenes, tanto de
occidente como del oriente cristiano, que reconocen a Santiago como evangelizador
de Hispania. Una de ellas es el Breviarium Apostolorum,
de finales del siglo VI,
un complemento a los misales galicanos latinos. Algunas notas de origen irlandés y armenio
de los siglos VII y VIII también sitúan a Santiago en Hispania. De
España, san Isidoro de
Sevilla (+ 636), en su obra De ortu et obitum
patrum, un texto de diferente origen a los anteriores, de la
Iglesia visigótica, elabora una lista de los apóstoles en la que se indica que
Santiago fue a Hispania. De origen también diferente, y anterior a 709, Adelmo de Malmesbury recoge
un himno de los apóstoles en el que se dice que Santiago Apóstol es el patrono
de Hispania.
Con todo, de especial importancia tiene Beato de Liébana, en el siglo VIII, autor del poema religioso Oh
Dei Verbum, en el que también se reconoce al apóstol Santiago
como patrono de Hispania. Este poema, que es un acróstico, nace en la Iglesia
asturiana en torno a los años 783-788, en época del rey Mauregato, el monarca
que rigió los destinos del pequeño reducto cristiano del norte de España en
estos años tan marcados por la invasión musulmana de la península.
El descubrimiento de
la tumba
En torno al año 829,
el monje Pelayo, en la parroquia de San Félix Solovio, vio unas luminarias.
Pelayo debía ser un monje o un ermitaño que atendía a la población cristiana de
la zona. Pelayo informó a su obispo, Teodomiro, obispo de Iria Flavia, el cual
ordenó tres días de oración y ayuno para discernir.
Las
luminarias apuntaban a un sepulcro olvidado en un bosque próximo llamado Libredón.
Tras entrar en la tumba, Teodomiro identificó las tumbas de Santiago y de sus
dos discípulos -Atanasio y Teodoro- en el enterramiento, y avisó al rey Alfonso
II, el Casto, que vivía entonces en Oviedo. Hay que recordar que Galicia en
aquella época era parte del Reino de Asturias.
La tumba descubierta era un mausoleo romano con dos niveles: en la
parte inferior, y con un techo más bien bajo, se encontraban las tumbas, y en el
superior había un lugar para el culto. Actualmente, este edículo -aunque con
algunas transformaciones- se encuentra bajo el altar mayor de la catedral de
Santiago, y en lo que es cámara baja se custodia un arca de plata con las
reliquias que cualquier peregrino puede visitar y ante las que se puede rezar.
El hecho fue que Alfonso II, el Casto, acudió a Compostela desde Oviedo,
siendo la que podríamos calificar como la “primera peregrinación”. Y lo cierto
es que el recorrido que hace el monarca es el que hoy conocemos como el “Camino
Primitivo”.
A partir de este momento, la cristiandad podrá sus ojos en
Compostela iniciando las peregrinaciones y ya, en menos de diez años, en el año 837, tenemos una referencia de ellas en
el conocido “Martirologio de Floro”, escrito Lyon. En muy poco tiempo, los
acontecimientos se sucederán de forma vertiginosa haciendo de este lugar
gallego el destino de peregrinación más importante de la Edad Media en Europa.
El Papa Juan Pablo II, el 9 de noviembre de 1982, desde
Santiago de Compostela, lanzó un significativo mensaje a Europa en el que hizo
un llamamiento a volver a
sus raíces, las cuales se han forjado a medida que se expandía el
cristianismo y en el que el Camino de Santiago de Compostela fue un
vertebrador: “Aquí llegaban de Francia, Italia, Centroeuropa, los Países
Nórdicos y las Naciones Eslavas, cristianos de toda condición social, desde los
reyes a los más humildes habitantes de las aldeas; cristianos de todos los
niveles espirituales, desde santos, como Francisco de Asís y Brígida de Suecia
(por no citar tantos otros españoles), a los pecadores públicos en busca de
penitencia”.
Ahora, más de diez siglos después, las peregrinaciones no
solo continúan sino que el apóstol sigue invitando a miles de personas a tener un
encuentro con Cristo en el camino.
Fernando de
Navascués
Fuente: ReL