La cueva sagrada no fue consagrada por mano humana y por eso ha recibido el título de “Basílica Celestial”
María Paola Daud-ALETEIA |
En un monte de la provincia italiana de Foggia, Italia, se apareció el ángel
san Miguel no solo una vez sino cuatro veces desde el 490 al 1656.
Su primera aparición fue a un rico
señor del Gargano llamado Elvio Emanuele. El rico señor, que buscaba a su mejor
toro, lo fue a encontrar en una caverna inaccesible. Viendo que era imposible
sacar al toro rebelde sacó su arco y su flecha para matarlo. Al lanzar el
flechazo, inexplicablemente se invirtió la dirección provocándose él mismo una
herida.
Maravillado ante el inexplicable
hecho, corrió a contárselo al obispo de Siponto Lorenzo Maiorani. El obispo después de escucharlo convoco tres días de
oración y penitencia. Al final de estos tres días San Miguel Arcángel se le
apareció en un sueño diciendo: «Yo soy el Arcángel Miguel y estoy
siempre en presencia de Dios. La caverna es sagrada para mí, es una elección
mía, yo mismo soy su Ángel Custodio. Allí en donde se abre la roca pueden ser
perdonados los pecados de los hombres. Lo que aquí se pida en oración, será
escuchado. Ve entonces a la montaña y dedica la gruta al culto cristiano».
Alentados
por el mensaje, los sitiados abandonaron la ciudad y comenzaron una furiosa
batalla acompañada por una tormenta de arena y granizo que cayó sobre los
invasores. Estos, asustados, huyeron. En reconocimiento a la gratitud,
toda la población de Siponto subió la montaña en procesión.
En la tercera aparición en el año
493, el obispo Maiorano, por orden del Arcángel y en agradecimiento fue a la
caverna para consagrarla junto con los obispos de Puglia después de un ayuno de
penitencia. Llegando al lugar el Arcángel
se apareció por tercera vez al santo obispo anunciando que la ceremonia de
consagración no habría sido necesaria ya que él mismo ya había consagrado la
cueva. De esta manera la cueva sagrada permanece hasta hoy como un
lugar de culto “no” consagrado por una mano humana y que ha recibido el título
de «Basílica Celestial».
En el año 1656 fue la cuarta
aparición del Arcángel San Miguel al Arzobispo Alfonso Puccinelli, para liberar
a todo el territorio sipontino de una temible peste que los aquejaba.
A partir de ese episodio la ciudad se amplía y se convierte en uno de los
lugares más importante del Gargano. Millones de peregrinos y personajes
ilustres la visitaron: papas, reyes, jefes de estados y tantos santos; san
Anselmo, san Bernardo de Claraval, san Guillermo de Vercelli, san Alfonso de
Ligorio, santa Brígida de Suecia, san Francisco de asís (que al no sentirse
digno de entrar en la gruta, se quedó a rezar sobre el umbral) y por supuesto
Padre Pío dónde vivía muy cerca en san Giovanni Rotondo. San Pío siempre decía
a sus fieles devotos que antes de venir a verlo, primero tenían que pasar por
el arcángel san Miguel.
Desde 1997 se concede el “Perdón Angélico” a todos los
que visitan la Basílica Celestial y que se confiesen y reciban la Santa
Comunión obtienen la indulgencia plenaria recitando el Padrenuestro, el Credo y
rezando por el Papa.
Maria Paola Daud
Fuente: Aleteia