La fe cambió la vida de Gyöngyi Dani, esgrimista con 8 medallas paralímpicas
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La esgrimista paralímpica Gyongyi Dani en Tokio 2020 ha sumado una octava medalla a su palmarés |
La deportista Gyöngyi
Dani es un orgullo y una alegría para Hungría. Es la esgrimista
paralímpica que ha llevado la bandera de Hungría en los Juegos
Paralímpicos de Tokio 2020. En estos juegos ha conseguido una medalla
de bronce. En los de Rio de Janeiro se trajo un bronce y una plata, dos platas
en Londres y tres platas en Atenas en 2004. Es decir, atesora ya 8
medallas.
Tiene que saludar al
Papa Francisco cuando el Pontífice pase por Budapest para el Congreso
Eucarístico de la capital húngara. Y podrá contarle que su superación
no ha sido sólo de tipo físico, sino anímico, espiritual y familiar.
En Wikipedia dice que
quedó en silla de ruedas porque tuvo un accidente, por una caída desde un
edificio que dañó su columna vertebral a los 16 años.
Pero ella ha querido explicar
toda la verdad y hablar de Dios y su fe en un vídeo con motivo del
Congreso Eucarístico de Budapest.
No fue un
accidente: fue un intento de suicidio.
En su mente, explica la
esgrimista, tenía un pensamiento insistente ese día: que tenía que
hacerlo, que tenía que saltar. "Estaba desesperada y frustrada,
sobre todo por mi propia culpa", señala. "Ese sentimiento me llevó al
tejado". "Alguien gritó, y no se si fui yo o alguien de los que me
vio caer", recuerda.
¿Le castigó Dios con la
silla de ruedas? "No creo en un Dios enfadado. ¿Por qué
me castigaría? No creo eso. Nos castigamos nosotros", considera a raíz de
su experiencia.
Gyöngyi Dani señala
que en el suicidio hay algo de traición, de deserción, de dejar atrás a
los demás. "Como Judas tuvo que afrontar que había vendido a
Jesús, yo tuve que afrontar que yo había vendido a mis amigos",
constata. "Y tuve que afrontar mi arrepentimiento".
Una predicación sobre vida nueva y el Espíritu Santo
Para completar sus
estudios juveniles, acudió a un centro educativo para discapacitados donde se
encontró con que había una comunidad católica muy viva.
"Iban a la iglesia
cada domingo y me invitaron a un retiro de jóvenes en Nagymaros. La
predicación del padre Lajos Kérenyi me tocó profundamente. Parecía
dirigirse personalmente a mí. Habló de una vida nueva en la fe y
del Espíritu Santo", recuerda.
Lajos Kérenyi es un sacerdote muy conocido en Hungría
De allí sacó un convencimiento: "Sentí que Dios no quería decirme 'levántate y anda' sino 'levántate, Gyöngyi, ¡y vive!"
Empezó a entrenar y competir. En 2004 impulsó a la Plataforma de
Asociaciones de Discapacitados del país y al Instituto Nacional de
Rehabilitación Médica (OORI) para que empezaran a organizar un encuentro
deportivo anual para discapacitados.
Por su parte, además de
la esgrima, entre 2009 y 2013 entrenó en esquí alpino, quedando segunda en un
slalom en Auron, Francia. Aunque estaba invitada a los Paralímpicos de Invierno
de Vancouver 2010, no pudo acudir por estar lesionada.
Viuda joven y sin hijos... pero llegó más vida
En 2011 murió su marido. Él también había estado en silla de ruedas y no pudo
darle hijos.
Ella lo sintió
como si fuera "el final de todo". Quería abandonar incluso
el deporte. Pero se mantuvo en una conversación con Dios que le dio "poder
para mirar adelante". "Ofrecí mi medalla de plata en Londres en
memoria de mi marido fallecido".
ero dos años
después de Londres "encontré a mi marido actual. Ahora somos padres
felices de un chico de 5 años", explica sonriendo. La vida sigue y
sigue y ofrece regalos inesperados y sorpresas. Esa ha sido su experiencia.
"A veces hay gente
que me para en la calle y me dice que les gusta mirarme porque hay algo
en mí que les gusta, aunque vaya en silla de ruedas. Y yo sonrío,
porque sé que no es a mí a quien miran. Es realmente bueno ser una fuente así
de esperanza", afirma.
Después de años en la
silla de ruedas, pero también en el deporte paralímpico, dice: "No creo
llevar una cruz; quizá suena raro, pero es mi cruz la que me lleva a
mí".
"Sólo Dios tiene derecho a decidir sobre el final de nuestras vidas
terrenales. Pero creo que es sólo una transición, no me da miedo la muerte",
afirma hoy.
P.J.Ginés
Fuente: ReL