Orad constantemente." (1 Tesalonicenses 5)
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Dominio público |
Hay una inquietud
recurrente en algunos lectores de mis
libros y de estas reflexiones que publicamos en Aleteia. Me
preguntan que hacer después de comulgar.
Primero
debes estar consciente de a quién recibes. No es un pedacito de pan. Y saber
que cuando comulgas te conviertes en un sagrario vivo.
Llevas contigo a Jesús VIVO.
Cuando comulgo y regreso a
la banca donde me siento, procuro no distraerme. Sé que llevo conmigo un
TESORO. Y procuro hacerme digno de portarlo. Es Jesús quien mora en mi
alma.
Me sé indigno y le agradezco tanto amor y
Misericordia
Me gusta mucho cerrar los
ojos y orar. De esta forma estamos por un breve instante solos, Él y yo. Así no
me distraigo pensando en los problemas que dejé en casa, o los asuntos que debo
resolver ese día, ni me pongo a ver quién comulga y quién no y no.
Tampoco converso con la
persona que tengo cerca, ni tomo el panorama católico para ojearlo.
Sencillamente cierro los ojos y vivo ese maravilloso momento tan íntimo que
tengo con Jesús Sacramentado. Es único. Estás en el cielo. Y rezo con mucho
fervor.
La
oración que más me gusta rezar, en silencio, lentamente, es el “Alma de Cristo”.
Es una maravillosa plegaria que se le atribuye a santo Tomás de Aquino. Dicen
que fue san Ignacio de Loyola quien le dio mayor difusión al incluirla en sus
Ejercicios Espirituales.
Es una oración para la
unión mística del alma con el Creador. Te la copio para que la reces también.
Claudio de Castro
Fuente: Aleteia