Francisco advierte ante las autoridades griegas de que «las promesas fáciles de los populismos se muestran atrayentes»
El Papa saluda a la presidenta de Grecia, Katerina Sakellaropoulou, en el Palacio Presidencial, en Atenas |
El Papa Francisco ha recordado
este sábado en Atenas, donde continúa su viaje apostólico, que en Grecia «nació
la democracia», pero que ésta corre riesgos: «No se puede dejar de constatar
con preocupación cómo hoy, no sólo en el continente europeo, se registra un
retroceso de la democracia». El Pontífice ha pronunciado estas palabras en el
Palacio Presidencial delante de la jefa de Estado, Katerina Sakellaropoulou, de
las autoridades religiosas y civiles y del cuerpo diplomático.
La democracia, ha señalado Francisco,
«requiere la participación y la implicación de todos y por tanto exige esfuerzo
y paciencia». «La democracia es compleja, mientras el autoritarismo es
expeditivo y las promesas fáciles propuestas por los populismos se muestran
atrayentes», ha advertido.
Otra de las razones de ese
escepticismo, ha señalado el Papa, son «la distancia de las instituciones, el
temor a la pérdida de identidad y la burocracia». A su juicio, el remedio a
estos males «no está en la búsqueda obsesiva de popularidad, en la sed de
visibilidad, en la proclamación de promesas imposibles o en la adhesión a
abstractas colonizaciones ideológicas, sino que está en la buena política, en
cuanto arte del bien común». «Para que el bien sea realmente participado, hay
que dirigir una atención particular, diría prioritaria, a las franjas más
débiles», ha exhortado.
El Papa ha subrayado que
precisamente desde Atenas «se elevó, y que siga elevándose siempre, un mensaje
orientado hacia lo alto y hacia el otro; que a las seducciones del
autoritarismo responda con la democracia; que a la indiferencia individualista
oponga el cuidado del otro, del pobre y de la Creación, pilares esenciales para
un humanismo renovado, que es lo que necesitan nuestros tiempos y nuestra
Europa».
El símbolo del olivo
Francisco ha propuesto un
«símbolo» muy presente en «las costas fértiles» del Mediterráneo: «el olivo,
del que se acaban de recoger los frutos y que aúna tierras diversas que se
asoman al único mar». Ha lamentado que muchos de estos árboles centenarios hayan
sido consumidos en los últimos años por incendios «causados con frecuencia por
condiciones meteorológicas adversas, que a su vez fueron provocados por el
cambio climático».
«Frente al paisaje herido de este
maravilloso país, el árbol del olivo puede simbolizar la voluntad de contrastar
la crisis climática y sus devastaciones. De hecho, después del diluvio, la
catástrofe primordial narrada por la Biblia, una paloma regresó hasta Noé
‘llevando en el pico una hoja de olivo que había arrancado’ (Gn 8,11). Era el
símbolo de la recuperación, de la fuerza para volver a comenzar cambiando el
estilo de vida, renovando las propias relaciones con el Creador, las creaturas
y la creación», ha ilustrado.
En esta línea, el Papa ha deseado
«que los compromisos asumidos en la lucha contra el cambio climático se
compartan cada vez más y no sean de fachada, sino que se lleven adelante con
seriedad; que a las palabras sigan los hechos, para que los hijos no paguen una
vez más la hipocresía de los padres». Para reforzar este punto, Francisco ha
citado a Aquiles en la Ilíada de Homero: ‘Me es tan odioso como las
puertas del Hades quien piensa una cosa y manifiesta otra’.
La odisea de la migración
El Papa ha mencionado la crisis
de los refugiados y migrantes que golpea Europa, y ha llamado a las autoridades
del continente a trabajar en su ayuda. «La comunidad europea, desgarrada por
egoísmos nacionalistas, más que ser un tren de solidaridad, algunas veces se
muestra bloqueada y sin coordinación. Si en un tiempo los contrastes ideológicos
impedían la construcción de puentes entre el este y el oeste del continente,
hoy la cuestión migratoria también ha abierto brechas entre el sur y el norte»,
ha denunciado.
«Quisiera exhortar nuevamente a
una visión de conjunto, comunitaria, ante la cuestión migratoria, y animar a
que se dirija la atención a los más necesitados para que, según las
posibilidades de cada país, sean acogidos, protegidos, promovidos e integrados
en el pleno respeto de sus derechos humanos y de su dignidad. Más que un obstáculo
para el presente, eso representa una garantía para el futuro, de modo que sea
signo de una convivencia pacífica para cuantos se ven forzados a huir en busca
de un hogar y de esperanza, y que son cada vez más numerosos. Son los
protagonistas de una terrible odisea moderna», ha lamentado el Pontífice.
Yago González
Fuente: Alfa y Omega