¿Cómo se consigue que habite en mí la serenidad?¿Cómo consigo calmarme cuando vivo alterado? ¿Cómo apaciguo mi sueño para poder descansar en Dios, en su mano poderosa?
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La serenidad es un bien que anhela
el alma al comenzar un año muy poblado de incertidumbres. Quizás como cada año,
más ahora que la pandemia todo lo complica.
San
Juan XXIII escribe en su decálogo de la serenidad:
Me gustan estos propósitos para
lograr la serenidad. Quizás yo debiera hacerme mi propia lista.
¿Qué cosas son las que más me alteran?
¿Qué me quita la paz y la calma
interior?
Criticar me altera. Cuando
me fijo en lo que los demás hacen mal sufro. Al ver los defectos de otros que
me irritan pierdo la calma. Y entonces me siento mal.
Porque el ver el mal en los demás
despierta mis propios demonios. Ver lo que los demás tienen que mejorar hace
que no piense en lo que yo puedo hacer mejor.
Me gustaría ser capaz de cambiar
tantas cosas que no están en orden dentro de mí, en lugar de pretender decirle
a los demás lo que no hacen bien. Sólo por hoy no lo haré.
Vanidad, susceptibilidad,…
En ocasiones, cuando hago el
bien, quiero que todos lo sepan. Quizás es vanidad, busca de reconocimiento o
simplemente el deseo de que me agradezcan.
Y sufro, pensando en todo lo que
la gente no ve. Como si el mundo debiera estar admirado de mi capacidad para
hacer el bien.
Me quita la paz hacer lo que no
quiero hacer. Si lo hiciera voluntariamente tendría paz dentro del alma.
Si lo hago protestando, me altero y pierdo la serenidad.
Cuando alguien me ofende o yo me
siento ofendido pierdo la serenidad, es cierto. Mi corazón sensible siente
dolor.
He sido criticado, juzgado
injustamente, atacado sin haber hecho nada. No es justo, pero no puedo hacer
nada por cambiarlo.
Me callaré, no publicaré mi
enojo, no me alteraré para que nadie sepa que lo estoy pasando mal. ¿Podré
hacerlo?
Me haré un programa de vida
para este año, aunque tal vez no logre llevarlo a cabo. No importa, sólo por
hoy lo haré con alegría. Y pondré ante mis ojos todo lo que puedo llegar a
hacer.
Esa mirada positiva pensando en
el futuro me alegra el alma.
¿Qué cosas me quitan la
serenidad?
Los ruidos que no puedo
apagar. Las personas que me insisten y me requieren cuando
no puedo evitarlo.
Las largas filas para lograr lo
que deseo conseguir. El fracaso de mis planes concretos de cada día.
Que alguien falte a su compromiso y
no haga lo que había prometido. Que se eche a perder algún objeto que necesito
para mi trabajo.
Que una persona no llegue a su
cita. Que justo cuando quiero hacer algo al aire libre llueva. Que no me salga
bien lo que había pensado hacer.
Que no consiga estar atento
cuando me estaban diciendo algo. Que alguien hable mal de mí a mis espaldas.
Que me juzguen por algo que
no he hecho. Que me lesione o enferme cuando lo que quería era hacer muchos
planes bonitos.
Que me roben algo que
era muy importante en mi vida. Que haga frío y yo no tenga ropa para hacerle
frente.
Que una persona se aproveche de
mi buena voluntad. Que me exijan más de lo que puedo dar. Que me
presionen para que logre lo que había prometido hacer.
Cosas que hacer para mantener la
serenidad
¿Cómo recupero la serenidad
cuando la he perdido? Tengo que detenerme y pensar. Caminar un largo rato
sin querer resolver nada. Escuchar una buena música. Reír con un amigo. Acompañar
a alguien.
Dejar de centrarme en lo que me
inquieta a mí, en lo que me quita la paz. Salir de mis preocupaciones o volver
a adentrarme en mi alma buscando a Dios y su paz.
Reírme un poco de mí mismo, sin
tomarme demasiado en serio. Suplicarle a Dios que me regale la
tranquilidad que me falta. Alabarlo dándole gracias por todo lo que me da.
Saber que la vida se juega en
esos instantes en los que me decido a dejarme llevar por el Dios
de mi vida. Por ese Dios que me ama y conduce mis caminos.
Aprender a decir que no
cuando veo que no estoy siendo libre. Elegir lo que me ensancha el alma en
lugar de apretar los dientes y seguir luchando.
Aceptar que no puedo y pedir
ayuda cuando las fuerzas me faltan. Entender que el no es parte de la
voluntad de Dios y no una forma de salir al paso de sus deseos huyendo.
Aquí y ahora
Dios quiere que tenga serenidad y
tendré que buscar los caminos para conseguirla. La serenidad me ayudará a
encontrarme con Dios en paz. Me hará mejor persona y sacará lo mejor de
mí.
Sólo tengo que dejarme conducir
por Dios y confiar en Él, viviendo en presente siempre.
Aceptando que hoy es el mejor día
de mi vida y el lugar donde habito el mejor lugar donde podría estar.
Y las personas con las que camino
son las mejores personas que podría tener junto a mí.
Carlos Padilla Esteban
Fuente: Aleteia