Tener relaciones humanas sanas, vínculos hondos y verdaderos es una buena medida para ver si ha ido bien o no, pero hay más...
Supawadee56 - Shutterstock |
Jesús invita a los pescadores a navegar mar adentro:
«Cuando acabó de hablar, dijo a
Simón: – Rema mar adentro, y echad vuestras redes para la pesca. Respondió
Simón y dijo: – Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos
recogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes. Y, puestos a la obra,
hicieron una redada tan grande de peces que las redes comenzaban a reventarse.
Entonces hicieron señas a los compañeros, que estaban en la otra barca, para
que vinieran a echarles una mano. Vinieron y llenaron las dos barcas, hasta el
punto de que casi se hundían».
Creen en la palabra de Jesús
y echan las redes, que es posible aun cuando ellos han comprobado que no lo
era. Creen en ese poder de Jesús que se impone contra toda lógica.
Me sorprende su obediencia.
Creer cuando yo pienso que no es posible.
¿Imposible?
Mucha gente me dice que hay cosas
imposibles, que no se pueden hacer.
Tal vez porque nunca se han hecho
de esa forma o simplemente porque ellos han fracasado en el intento. Y entonces
optaron por no hacer nada.
Y parece que no quieren que yo lo
intente, que trate de nuevo. Para demostrarse a sí mismos que es imposible.
El imposible está en la
boca de muchas personas. Quizás el paso de los años hace que lo imposible sea
más real que en tiempos de juventud.
Como si la experiencia del
fracaso me diera autoridad para decirle a los demás que no lo intenten.
Poner tu parte
Jesús cree que es posible. Y
ellos, pescadores, que conocen el mar, escuchan a un hombre que no es pescador.
¡Qué autoridad tendría Jesús para
que le hicieran caso! Me impresiona. En su palabra se ponen manos a la obra,
navegan mar adentro y echan las redes.
Esperan encontrarlas vacías al
tirar de ellas, pero están llenas. Cientos de peces que casi no pueden
cargar.
¿Siempre que obedezca habrá el
mismo resultado, la misma fecundidad? No está asegurado.
El fruto, la pesca milagrosa, son
obra de Dios. Pero lo que sí se me pide es que ponga todo para que funcione.
Que no me desanime nunca. Que crea aunque parezca imposible.
Si no se intenta, seguro que no
sale
Quizás pienso que me falta fe.
Cuando las cosas comienzan a ir mal, dudo de mis fuerzas y capacidades.
Prefiero pensar que es imposible
lograr el éxito para no creer que es culpa mía. Comentaba en una ocasión Toni
Nadal, tío del tenista Rafa Nadal:
«Nunca una excusa nos hizo ganar
un partido y es la realidad. Aspectos como la perseverancia, el esfuerzo, el
sacrificio, la disciplina, el respeto al rival fue lo esencial».
No buscar excusas y perseverar siempre.
No decir que no se puede simplemente porque a mí no me ha resultado.
Y sobre todo pensar que la
fecundidad no es mía, es de Dios. Él hace milagros, yo no los hago.
La suerte no llega, hay que buscarla.
La posibilidad de ganar ya está en el deseo de alcanzar la cumbre.
Mar adentro
En la vida dejo de alcanzar los
objetivos cuando pierdo el interés. No me creo capaz de llegar tan lejos. Y
dudo de mí y de los que me rodean.
En lugar de escuchar las palabras
de ánimo sólo oigo las que me llevan al desaliento.
Para creer en el milagro de la
pesca hay que volver a echar las redes. Como en Caná había que llenar
las tinajas de agua.
Hace falta mi actitud, mi mirada,
mi confianza. No es magia, es trabajo, es fe. Es esfuerzo y entrega hasta
el último aliento.
Siempre se puede dar más. Siempre
queda algo de fuerzas en mi interior. No me desanimo y miro la vida con esperanza.
Creo en la victoria final aunque
muchos me digan que no es posible. Si no lo intento, seguro que no lo consigo.
Puede que fracase, que no haya
peces, que no haya milagro. Eso es así, siempre es posible no llegar al final y
no alcanzar la meta.
Pero Jesús me invita a hacerlo en
mi vida. Me dice que navegue mar adentro, que eche las redes por donde Él
me pide.
Me anima a no desfallecer, a
seguir luchando por alcanzar el objetivo.
Cada mañana
Nadie me va a regalar nada en
esta vida. Sólo Dios podrá hacer fecunda mi entrega. Sólo a Él le importa mi
entrega.
Quisiera remar mar adentro con
alegría cada mañana. Dejar la orilla me asusta. La barca varada parece más
segura.
Estoy más tranquilo cuando Jesús
coloca sus pies en mi madera y predica. Ahí no tengo miedo.
¿Y si fracaso?
Pero ir mar adentro tiene más
riesgos. Me asusta el mar bravo en la noche. La hondura y las olas que superan
mis resistencias.
Me da miedo no ver las orillas,
no tener un seguro por si algo sale mal, una segunda oportunidad por si falla
el primer intento.
Me asusta confiar y que al final
la pesca no sea milagrosa. ¿Podré soportar el fracaso ante los
hombres?
¿Cuándo se considera que una vida
ha sido un fracaso? No lo tengo claro.
La clave del éxito
Hay muchas formas de medir la
felicidad y saber cuándo es plena la vida vivida.
Pero está claro que no se puede
medir la felicidad por el éxito de las empresas emprendidas. Ni siquiera por el
éxito en los proyectos.
Tener relaciones humanas sanas,
vínculos hondos y verdaderos sí es una medida.
Todo eso que llamo éxito sólo se
logra si entrego la vida. No si me guardo por miedo en la orilla. No si
tengo miedo a perder lo que poseo.
El que no apuesta sus horas y su
vida, no gana nada.
Carlos Padilla Esteban
Fuente: Aleteia