19.3.22

CANTALAMESSA: LA SANTIDAD CRISTIANA ES EUCARÍSTICA Y NOS OBLIGA A «HACER DE NUESTRA VIDA UN DON»

Este viernes, el cardenal Raniero Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia, ofreció la segunda meditación cuaresmal a los miembros de la Curia en el Aula Pablo VI del Vaticano

Ser fieles a lo que sucede en la Misa nos obliga a entregar nuestra vida a Dios y
 a los demás, explicó el cardenal Cantalamessa en su meditación cuaresmal.

Si la primera se centró en la liturgia de la Palabra, esta segunda tuvo como lema la del conjunto de todas ellas, las palabras de la ConsagraciónTomad y comed, esto es mi cuerpo. Vistas, especificó, con una doble perspectiva: "Una litúrgica y ritual, la otra teológica y existencial".

Raíces judías

Desde el punto de vista litúrgico y ritual, Cantalamessa afirmó que hoy son mejor conocidas las raíces de la Eucaristía en los ritos del Antiguo Testamento: "Igual que no se entiende la Pascua cristiana si no se la considera como el cumplimiento de lo que preanunciaba la Pascua, tampoco se entiende a fondo la Eucaristía si no se la ve como el cumplimiento de lo que hicieron y dijeron los judíos durante su comida ritual".

La gran novedad que introduce Jesucristo en la Última Cena es que al "dar su vida por los suyos como el verdadero cordero, declaró concluida esa antigua Alianza que todos juntos estaban celebrando litúrgicamente". En consecuencia, "la figura del cordero pascual que en la cruz se convierte en acontecimiento, en la cena se nos da como sacramento".

Implicación para el sacerdote y los fieles

A continuación, desde el punto de vista teológico y existencial, Cantalamessa se refirió "al papel que nosotros, sacerdotes y fieles, desempeñamos en dicho momento de la Misa".

"Para comprender el papel del sacerdote en la consagración", explicó, "es de vital importancia conocer la naturaleza del sacrificio y del sacerdocio de Cristo", y la característica fundamental es que "sacerdote y víctima son la misma persona".

Es decir, "ya no son los seres humanos los que ofrecen sacrificios a Dios para aplacarlo y hacerlo favorable; es Dios quien se sacrifica a sí mismo por la humanidad, entregando a la muerte por nosotros a su Hijo unigénito". De esta forma, Cristo pone " los pecados de los demás sobre sus hombros".

Pero no es solamente el Cristo real quien se hace presente sobre el altar, añadió sino también el Cristo místico, la Iglesia, "en virtud de su unión inseparable con la Cabeza": "No hay confusión entre las dos presencias, que son distintas pero inseparables".

Es así como "la Eucaristía hace a la Iglesia: ¡la Eucaristía hace a la Iglesia, haciendo de la Iglesia una Eucaristía!". La Eucaristía no es por tato solo la "fuente o causa" de la santidad de la Iglesia, sino también su "modelo", y en consecuencia "la santidad del cristiano... debe ser un santidad eucarística. El cristiano no puede limitarse a celebrar la Eucaristía, debe ser Eucaristía con Jesús".

Consecuencias prácticas

Tras el enfoque ritual y el enfoque teológico, Cantalamessa desgranó las "consecuencias prácticas" que la realidad sacramental de la misa tiene "para nuestra vida diaria".

En el Cuerpo, Jesús nos entrega "toda su vida como don", y en su Sangre "la parte más preciosa de ella, su muerte". Por tanto, nosotros tenemos que hacer lo mismo, ofrecer "nuestro cuerpo y nuestra sangre" en la misa, donde nuestro cuerpo es "todo lo que concretamente constituye la vida que llevamos en este mundo, nuestra vivencia: tiempo, salud, energías, capacidades, afecto, tal vez solo una sonrisa", y nuestra sangre es "todo lo que prepara y anticipa la muerte: humillaciones, fracasos, enfermedades que inmovilizan, limitaciones debidas a la edad, a la salud, en una palabra, todo lo que nos «mortifica»".

Por tanto, para hacer verdad esta ofrenda, "tan pronto como salgamos de la Misa" debemos trabajar para "lograr lo que hemos dicho; que realmente nos esforzamos, con todas nuestras limitaciones, por ofrecer nuestro «cuerpo» a nuestros hermanos, es decir, el tiempo, las energías, la atención; en una palabra, nuestra vida". 

El día de quien celebra la misa (el sacerdote) y de quien asiste a ella "es también Eucaristía" si actúa de esa forma.

Un regalo con firma

Cantalamessa concluyó su meditación comparando lo que sucede en la Eucaristía con una familia en la que uno de los hermanos compra un regalo para el padre, y el resto de los hermanos firman la tarjeta que lo acompaña como signo de amor.

En la misa, el sacerdote, actuando en la persona de Cristo, "invita a todos sus «hermanos» a poner su firma en el don, de manera que llega a Dios Padre como don indistinto de todos sus hijos, aunque sólo uno ha pagado el precio de este don", el sacerdote y víctima Jesucristo. "Nuestra firma son las pocas gotas de agua que se mezclan con el vino en la copa", explicó.

Por ello, "al salir de la Misa, también nosotros debemos hacer de nuestra vida un don de amor al Padre y a nuestros hermanos. Repito, no sólo estamos llamados a celebrar la Eucaristía, sino también a hacernos Eucaristía. ¡Que Dios nos ayude en esto!". 

Fuente: ReL



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