Citando a De Lubac, el Papa clama contra un "cristianismo clerical, cristianismo formalista, cristianismo aburrido y endurecido", en la homilía de la entrega de palios a los nuevos arzobispos
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Antoine Mekary | ALETEIA |
Con motivo de la bendición de los
palios de los arzobispos nombrados durante el año pasado, el Papa Francisco
advirtió contra una Iglesia que da «una impresión de tibieza e inercia» que se
deslizaría «hacia la mediocridad espiritual», el 29 de junio de 2022. En la
fiesta de los santos apóstoles Pedro y Pablo, el pontífice se opuso a esta
Iglesia “retraída en sí misma” con una Iglesia sinodal que acogiera a todos y
se mantuviera “erguida” para librar el “buen combate”.
El Papa Francisco, que no
presidió la Misa, primero bendijo los palios de los 44 arzobispos metropolitanos
recién nombrados, durante la ceremonia celebrada en la Basílica de San Pedro en
Roma.
En su homilía,
que pronunció sentado, el Papa Francisco comenzó lamentando las «numerosas
resistencias interiores que nos impiden movernos».
«A menudo estamos encadenados
como Pedro en la prisión de la costumbre, asustados por los cambios y atados a
la cadena de nuestros hábitos. Pero así caemos en la mediocridad espiritual,
corremos el riesgo de “sobrevivir” también en la vida pastoral», advirtió.
No a una Iglesia tibia
«Tibieza», «inercia»,
«formalismo», «religión de ceremonias y devociones»… El Papa enumeró un
conjunto de males que mantienen a la Iglesia «retraída sobre sí misma», o
incluso, que la hacen retroceder. «No caigamos en mirar atrás, ese mirar atrás
de la Iglesia que hoy está de moda», improvisó. Aún dejando sus notas, clamó
contra el clericalismo, una de cuyas peores manifestaciones se encuentra hoy
entre «los laicos clericales».
Como abogó durante las
congregaciones generales que precedieron al cónclave de 2013, el Papa argentino
planteó una Iglesia «sin cadenas y sin muros», capaz de «salir de sus prisiones
al encuentro del mundo». Llamando a abrir de par en par las puertas de la
Iglesia, repitió casi una docena de veces que «todos» tienen un lugar en la Iglesia,
comenzando por los pecadores. «No hay cristianos de primera y de segunda»,
insistió.
Esta Iglesia, que «no se queda
atrás» y «no se queda atrás ante los desafíos actuales», es la Iglesia sinodal
que «se deja animar por la pasión del anuncio del Evangelio y por el deseo de
unir a todo el mundo y para dar la bienvenida a todos». El Papa también quiso
dar una definición sencilla de esta sinodalidad: «Todos participan, nadie en el
lugar de los demás o por encima de los demás».
«Esta palabra del Señor debe
resonar, resonar en la mente y en el corazón: todos, en la Iglesia hay lugar
para todos. Y muchas veces nos convertimos en una Iglesia de puertas abiertas
pero para despedir a la gente, para condenar a la gente», advirtió.
Sin compromiso con la lógica del
mundo
En segundo lugar, el Papa aclaró
que «participar» significa también llevar a cabo «la buena batalla». «El
anuncio del Evangelio no es neutral, […] no acepta compromisos con las lógicas
del mundo», advirtió.
Al contrario, «enciende el fuego
del Reino de Dios donde reinan los mecanismos humanos del poder, el mal, la
violencia, la corrupción, la injusticia, la marginación». Y para marcar esta
hoja de ruta: «Debemos tomar gestos de cuidado por la vida humana, por la
protección de la creación, por la dignidad del trabajo, por los problemas de
las familias, por la condición de los ancianos y de todos los que son
abandonados, rechazados y despreciados».
Es a esta Iglesia que promueve
«la cultura del cuidado» a la que llamó el Papa, pidiendo a los nuevos arzobispos
presentes en la basílica que «se levanten a toda prisa para ser centinelas
vigilantes del rebaño y pelear la buena batalla, nunca solos, sino con todos».
Santo Pueblo Fiel de Dios”.
I. Media
Fuente: Aleteia