No se trata de eliminar la tempestad -lo negativo- sino de meternos en la barca con Jesús. Una reveladora reflexión de Luisa Restrepo
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Aceptar que nuestra realidad completa está formada por el fracaso y la gracia es un primer paso/Shutterstock | Dean Drobot |
La vida del espíritu es dinámica,
es movimiento y siempre quiere crecer. Para no ponerle obstáculos, es
necesario, conforme maduramos humanamente, hacerlo también en el espíritu.
Estos puntos nos podrían dar algunas claves:
1. VIVIR DESDE LO QUE SOY, NO DESDE
LO QUE ME SUCEDE. NO QUEDARNOS EN LOS ACCIDENTES
No escapar de lo que nos sucede,
sino presentarnos al médico tal cual como estamos.
Situarnos en toda nuestra
realidad. Nuestra realidad completa está formada por el fracaso y
la gracia.
Sin embargo, estamos llamados
a redimensionar la realidad desde lo que somos verdaderamente: lo más
real de nosotros mismos es que estamos hechos a imagen de Cristo. La
madurez de la vida cristiana consiste en adecuarnos a esta realidad.
“Gusto en ser tal cual soy para ser tuyo y para darme a ti”.
San Juan de la Cruz
2. SOY PORQUE SOY AMADO
No asentarnos en la nuestra
fragilidad sino mirar a Cristo. Caer en la cuenta de que su amor es el que
nos forma.
Estamos estructurados en la Cruz
de Cristo y nuestra constitución es el amor. Por eso se trata de usar
todas nuestras energías para el amor, para hacer crecer el bien que hay en
nosotros y no para fijarnos en nuestros demonios.
Nada, ni la peor circunstancia,
puede impedirnos amar, y en el amor somos lo que estamos llamados a ser.
3. NUESTRO MAL ESTÁ HABITADO POR EL
OMNIPOTENTE
Somos el caos inicial de la creación.
Ese es el material sobre el que Dios hace en nosotros la nueva creación. Dios
trabaja desde nuestra debilidad para que surja en nosotros algo nuevo.
Sobre cada uno de nosotros Dios
ha pronunciado su palabra: Cristo. Y aunque todos los días seamos conscientes
de nuestra fragilidad, contamos con la fe y con el amor de Dios, a pesar
de todos nuestros problemas.
Nuestra sensibilidad debe estar
puesta, no tanto en la presencia del mal sino en el amor y la bendición de
Dios.
Cuando peor nos sentimos más
ganas tiene Cristo de unirse con nosotros. Toda humillación es donde Jesús
nace, como en Belén.
En las limitaciones es donde
surge Dios. La presencia de Jesús hace bella y buena cualquier circunstancia.
Si está Jesús está todo.
4. SOY PORQUE SOY CONTINUAMENTE
SALVADA
Como el pueblo de Israel, en
nuestra vida Dios nos regala “pasos por el Mar Rojo”. Si nos detenemos a
pensar, todos hemos estado más de una vez en esta experiencia, la experiencia
de no poder avanzar ni retroceder, de estar estancados. Dios nos lleva al
Mar Rojo para hacernos entender que no hay salida, hay una promesa de
salvación.
Lo propio de Dios es hacer
maravillas. En nuestra vida, Dios hace que se derrumben sueños y se construyan
realidades.
Se trata entonces de no
eliminar la tempestad sino de meternos en la barca con Jesús. Solo Él puede
calmar los torbellinos de nuestra vida.
La esperanza teologal comienza
cuando termina la esperanza humana. Somos permanentemente salvados por la
ternura de Dios.
5. VIVIR ESPERANDO AL ESPÍRITU
SANTO
Nuestra vida cristiana consiste
en hacernos dóciles, como María, a la acción del Espíritu en nosotros.
Partir de Dios mismo para
realizar las obras de Dios. Esperarlo en nuestra vida y darnos todos
los días cuenta de su obra.
Él armoniza nuestro caos, irrumpe
en el momento menos esperado y obra en nosotros sin darnos cuenta.
“Habíamos creído que Dios era
ternura. Ahora descubríamos que Dios era vértigo. Habíamos creído que Dios era
soberanía. Ahora se nos hacía ver que Dios era ebriedad. Habíamos creído que
Dios era la última calma. Y alguien vino a contarnos que Dios era locura”.
José Luis Martín Descalzo
Luisa Restrepo
Fuente: Aleteia