¿Cómo es posible que una joven de 24 años, nacida hace 150, que nunca salió de su convento, sea hoy motivo de inspiración para millones y millones de personas en todos los continentes? Si lees este artículo hasta el final, comprenderás por qué
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| Carmel de Lisieux I Shutterstock I Montage Canva |
«Por
la autoridad de Nuestro Señor Jesucristo (…), declaramos santa a la beata
Teresa del Niño Jesús», con estas palabras canonizaba el Papa Pío XI a santa
Teresita.
El año 2023 conmemora a la vez el 150 aniversario de su nacimiento
y los 100 años de la beatificación de la joven carmelita. Con este motivo,
monseñor Jacques Habert, obispo de Bayeux y Lisieux. ha inaugurado el domingo 8
de enero un año jubilar.
De manera sorprendente, la Organización de las Naciones Unidas
para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) se ha unido a esta
celebración, adoptando oficialmente el bienio 2022-2023 dedicado a la muchacha
normanda (Cf. El
sorprendente homenaje de la UNESCO a santa Teresita de Lisieux).
El caso de santa Teresita del Niño Jesús constituye uno de los
ejemplos más claros del poder de la oración de los contemplativos en la
Iglesia. Analizamos los fenómenos extraordinarios, sin explicación científica
(popularmente conocidos como «milagros»), que la Iglesia ha atribuido a su
intercesión ante Dios, en el proceso de su beatificación y canonización.
Es el milagro que llevó a la apertura del proceso de beatificación
de la santa. Era el 26 de mayo de 1908, cuando una niña de 4 años, Reine
Fauquet, acudió con su familia a la tumba de Thérèse Martin (nombre de pila de
la santa). Sufría una ceguera reconocida como incurable por los médicos.
Sin embargo, tras regresar de su peregrinación, la niña recuperó
la vista. «Su hermana mayor, Marie», escriben las carmelitas, «explicó que, en
la mañana del 26 de mayo, había visto a la pequeña Reine calmarse de repente
tras un fuerte ataque de dolor, mirar luego fijamente algo y sonreír antes de
dormirse plácidamente.
La niña explicó entonces a Marie, luego a su madre y, por último,
las carmelitas de Lisieux: ‘Vi a Teresita, allí, muy cerca de mi cama, me cogió
de la mano, se rió de mí. Era hermosa. Tenía un velo, y estaba todo iluminado
alrededor de su cabeza’».
«¿Cómo iba vestida?», preguntó una de las monjas. «¡Como tú!»,
respondió la niña. El 6 de julio de 1908, el médico expidió un certificado que
atestiguaba la completa recuperación de Reine Fauquet.
Esta curación llevó a la cantante Edith Piaf, que también estaba
destinada a ser ciega, a visitar la tumba de la santa en 1922. Ella también
recuperó la vista y mantuvo una profunda devoción por Teresa de Lisieux durante
toda su vida. En 1909, tras el milagro de la pequeña Reine, se abrió una
investigación para reconocer las virtudes heroicas de la «venerable sierva de
Dios».
Charles Anne era un joven seminarista de Lisieux. En 1906 sufrió
tuberculosis pulmonar. Su médico dictó rápidamente un diagnóstico desfavorable
y el joven futuro sacerdote se preparó para la muerte. Sin embargo, decidió
dedicar dos novenas a santa Teresita y su salud se recuperó casi de inmediato.
El médico se quedó sin habla. Sin embargo, una radiografía muestra
que la tuberculosis había desaparecido definitivamente. Este milagro fue el
elegido para la beatificación de Teresita el 29 de abril de 1923. La joven
santa tenía muy poca paciencia.
Sor Louise era novicia en el convento de las Hijas de la Cruz de
Ustaritz (en los Bajos Pirineos). Aquejada regularmente de vómitos violentos,
la joven se sometió a exámenes médicos que revelaron la existencia de una
úlcera de estómago.
Tras varios meses en la enfermería, la hermana Louise se sintió
suficientemente recuperada, pero los dolores volvieron casi de inmediato. En un
estado de agotamiento extremo, la monja recibió la extremaunción. Le era
imposible tragar nada, ni siquiera agua: la hermana rechazaba casi de inmediato
el más mínimo sorbo o bocado.
Muy preocupada, la comunidad se dirigió a Teresa de Lisieux y le
rogó que interviniera. La hermana Louise no se quedó atrás y se unió a esta ola
de oración. «Yo tenía un gran cariño a esta joven santa, y se dignó hacerme
sentir su presencia durante esta novena», confiesa.
«Tuve la impresión sumamente dulce de que apoyaba su mano en mi
cabeza para tranquilizarme, y durante tres días un perfume misterioso se
extendió por la habitación, sin que las hermanas supieran explicarlo», cuenta
Louise. Pero no había logrado curarse.
Esta vez Teresita se hizo esperar. Tanto es así que Louise
renunció a la esperanza de curarse y se limitó a invocar de la santa consuelo y
ayuda. Entonces, una noche de septiembre, Teresita se apareció a la pobre
hermana en medio de su sufrimiento. «Sé generosa, pronto te curarás, te lo
prometo».
A la mañana siguiente, las hermanas descubrieron pétalos de rosa
alrededor de la cama de Louise. Pocos días después, la hermana Louise se
despertó completamente curada, sin dolor ni síntomas.
Para pasar de la beatificación a la canonización, la Iglesia
católica debe reconocer un nuevo milagro, tanto a nivel científico como
teológico, que permitan al Papa proclamar al santo.
Es el caso de Gabrielle Trimusi, una joven italiana que ingresó en
la congregación de las Hijas Pobres de los Sagrados Corazones de Jesús y María,
a los 23 años. Tenía dolores de rodilla, lo que le impedía descansar. Hacía
muchas tareas domésticas que le iban desgastando poco a poco la articulación.
Y ocurrió lo que tenía que ocurrir: Gabrielle acabó padeciendo una
infección que le causaba terribles dolores, hasta el punto de perder el apetito
y adelgazar.
Tras tres años de lucha contra estas dolencias e innumerables
medicamentos recetados por los médicos, la joven monja vio a su vez afectada su
columna vertebral.
Desesperada por curarse, acudió a santa Teresita. El último día de
la novena, Gabrielle se dirigió a la capilla y descubrió que podía arrodillarse
sin dolor para rezar. Inmediatamente después, el dolor de espalda la abandonó:
la enfermedad que la había estado carcomiendo había terminado.
Este fue el segundo milagro que abrió la puerta a su canonización.
En 1919, Maria Pellemans, de origen belga, empezó a padecer tuberculosis
intestinal. Fue a Lourdes, en una primera peregrinación, para pedir la
curación. En vano.
Un año más tarde, Maria se unió a una peregrinación a Lisieux y,
tras una ferviente oración ante la tumba de Teresita, se curó inmediatamente.
Después dio testimonio en el convento carmelita de Lisieux:
«Fue en el locutorio del
convento carmelita donde concebí el deseo de pedir mi curación, para poder
realizar el sueño de mi vida, ser carmelita. A pesar de mi extrema fatiga,
quería volver a la tumba. Nada más llegar, me invadió una sensación muy dulce y
sobrenatural, un bienestar celestial penetró en mi alma y en mi cuerpo, me
sentí como en otro mundo, inundada por un océano de paz. Me invadió una emoción
tan extraordinaria que por dentro pensé: ¡seguro que estoy curada!».
Cuando regresó a casa, María fue sometida al análisis de su
médico, que quedó sorprendido por su diagnóstico. «No entiendo, todo ha
cambiado, esto no se puede explicar naturalmente, porque el estómago y los
intestinos eran incurables. Sí, si esta transformación persiste, podemos decir
que se trata de un gran milagro». La curación persistió después en el tiempo.
Este hecho milagroso fue objeto de tal devoción popular que
también fue objeto de una investigación canónica. No se trata de una curación,
sino de una asistencia prestada por la santa a la priora de un convento
carmelita de Apulia, en el sur de Italia, la Madre María Carmela del Corazón de
Jesús.
Esta última estaba muy preocupada por las deudas de su Carmelo,
que no podía cubrir por falta de fondos. En medio de sus preocupaciones, santa
Teresita se le apareció en sueños, consolándola y hablándole con gran dulzura:
«Mira, el Señor se sirve tanto de los habitantes del Cielo como de los de la
tierra», le dijo la santa. «Aquí tienes quinientas liras con las que pagarás la
deuda de tu comunidad. La priora se despertó y sus hijas, al verla tan
perturbada, quisieron llamar al médico».
«Para evitarlo, les dije que estaba bajo la influencia de un sueño
que me había sacudido un poco, y se lo conté de forma sencilla», explicaba la
madre María Carmela en una carta a la madre Inés, superiora del convento
carmelita de Lisieux.
«Dos monjas quisieron abrir la caja fuerte, pero yo les dije que
no debían creer en los sueños, que era incluso un pecado. Finalmente, ante su
insistencia, lo hice, pero solo para complacerles. Fui a la torre, abrí la caja
fuerte y allí… ¡encontré realmente el milagroso billete de quinientas
liras!».
Este milagro hizo de Gallipoli un lugar de peregrinación y, más
aún, un lugar donde la espiritualidad y la devoción a Teresa de Lisieux se
extendieron por Italia.
Sin
haber salido de su convento, millones de personas en todo el mundo se
encomiendan hoy a la intercesión de santa Teresita. Se explica, así, la
importancia y papel de los contemplativos en la Iglesia: almas consagradas a
Dios para encomendar nuestros dolores, sufrimientos y alegrías.
Traducción de Matilde Latorre
Cécile Séveirac
Fuente: Aleteia






