La mañana de este viernes ha tenido lugar la tercera predicación de Cuaresma del cardenal Raniero Cantalamessa en el Aula Pablo VI de Ciudad del Vaticano en presencia del Papa Francisco
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Durante el sermón, el cardenal desarrolló la Teología fundamental
en torno al amor a Dios y cómo este explica los grandes misterios de la fe cristiana como
es la Trinidad, la encarnación o la Pasión de Cristo.
Comenzó destacando la importancia de lograr una enseñanza doctrinal y teológica
"comprensible a toda inteligencia abierta a la verdad",
semejante a la de los Padres de la Iglesia. Si algo podemos aprender de ellos,
dijo, "es que se puede ser profundo sin ser oscuro"
"La teología debe inspirarse en este modelo. Todos deben
poder encontrar pan para sus dientes: la persona simple, su alimento y la
instruida, doctrina refinada para su paladar. Sin mencionar que lo que permanece oculto ‘a los
sabios e inteligentes’ a menudo se revela a los ‘pequeños’", explicó.
Desde esta comprensión de la Teología, es posible "presentar
de manera significativa el mensaje evangélico al hombre de hoy y a dar nueva
vida a nuestra fe y de oración" partiendo de una afirmación: "La
noticia más hermosa que la Iglesia tiene que hacer resonar en el mundo, la que
todo corazón humano espera escuchar, es: ‘¡Dios te ama!".
Comprendido
que "Dios es amor", es entonces cuando "se iluminan los
principales misterios de nuestra fe, la Trinidad, la Encarnación y la Pasión de
Cristo", haciéndose al mismo tiempo más comprensibles.
En torno a ellos desarrolló el conjunto de su predicación.
El misterio de la Trinidad
Comenzando con el misterio de la Trinidad, el Predicador recordó
que “los cristianos creemos que Dios es uno y trino”. Lo hacemos, dijo,
"porque creemos que
Dios es amor. Todo amor es amor de alguien, o de algo; no hay amor vacío,
sin objeto, así como no hay conocimiento que no sea conocimiento de alguien o
de algo".
Entre las preguntas que el Predicador formuló a lo largo de su
reflexión destacamos: ¿quién ama a Dios para llamarse amor? ¿Ama el universo?
¿El hombre? ¿Antes del universo físico quién amaba a Dios para ser amor, ya que
Dios no puede cambiar y comenzar a ser lo que antes no era? Y, entre sus
respuestas recordó:
“Los pensadores griegos, concibiendo a Dios sobre todo como
‘pensamiento’, podrían responder, como lo hace Aristóteles en su Metafísica:
Dios se pensaba a sí mismo; era ‘pensamiento puro’, ‘pensamiento de
pensamiento’. Pero esto ya no es posible, en el momento en que se dice que Dios
es amor, porque el ‘puro
amor a sí mismo’ no sería más que egoísmo o narcisismo”.
Aludió específicamente al Concilio de Nicea y su "ayuda" para
comprender por qué "en Dios la unidad debe ser también comunión y
pluralidad. Dios es amor: ¡por esto es Trinidad! Un Dios que fuera conocimiento
puro o ley pura, o poder absoluto, ciertamente no necesitaría ser trino".
"También los cristianos creen, por tanto, en la unidad de
Dios: una unidad, sin embargo, no matemática y numérica, sino de amor y de
comunión", añadió el purpurado, invitando a pensar que “el misterio de los misterios” no
es la Trinidad, “sino comprender lo que es realmente el amor",
explicó.
Misterio de la encarnación
En cuanto al misterio de la encarnación, el cardenal lo explicó
aludiendo a la respuesta dada por San Anselmo a la pregunta de por qué Dios se
hizo hombre: "Es porque sólo
uno que era al mismo tiempo hombre y Dios podía redimirnos del pecado.
Como hombre, en efecto, podía representar a toda la humanidad y, como Dios, lo
que hacía tenía un valor infinito, proporcionado a la deuda que el hombre había
contraído con Dios al pecar".
Misterio de la pasión
A pocos días de la celebración de la Pascua, el cardenal también
se refirió al misterio de la Pasión de Cristo recordando que “las heridas, la
cruz y el dolor, hechos negativos y, como tales, sólo privación del bien,
pueden producir una realidad positiva como la salvación de toda la humanidad.
¡La verdad es que no
fuimos salvados por el dolor de Cristo, sino por su amor! Más
precisamente, por el amor que se expresa en el sacrificio de sí mismo. ¡Del
amor crucificado!”
Y añadió que el dolor de Cristo conserva todo su valor y la
Iglesia nunca dejará de meditar en él como signo y medida de amor".
"Dios demuestra su amor hacia nosotros en el hecho de que, mientras aún éramos pecadores,
Cristo murió por nosotros. La muerte es el signo, el amor, el significado.
En realidad, es más bien Dios quien hizo el gran sacrificio de darnos a su
Hijo, de no ‘ahorrárselo’, como Abraham hizo el sacrificio de no ahorrarse a su
hijo Isaac. ¡Dios es más el sujeto que el destinatario del sacrificio de la
cruz!", explicó.
Un amor digno de Dios
Por último, Cantalamessa, se refirió "la sorpresa que nunca
falla cuando tratamos de adentrarnos en los tesoros de la fe cristiana".
“La sorpresa es descubrir que, gracias a nuestra incorporación a Cristo, también nosotros
podemos amar a Dios con un amor infinito, digno de él”
Hacia el final de su predicación el cardenal Cantalamessa sugirió
decir en la oración a Dios Padre: "¡Padre, te amo con el amor con que te
ama tu Hijo Jesús!". Y decirle a Jesús: "Jesús, te amo con el amor
con que te ama tu Padre celestial". ¡Y saber con certeza que no es una
ilusión!".
Fuente: Religión en Libertad