Un año de encuentros humanos. Así ha sido este jubileo para el arzobispo de
Madrid, quien ha comprobado de primera mano que el santo hace milagros. Como el
de aquel chaval «que no creía ni en las aspirinas»
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| Foto: Archimadrid/Ignacio Arregui |
Herederos de los centenarios de
san Isidro en los que Madrid se ha rendido al patrón, ¿hemos estado a la
altura?
Estoy muy contento porque hoy sabemos muchas más cosas de san Isidro de las que
sabíamos antes, por todas las investigaciones que se han hecho. Y en sí mismo
el Año Santo es para estar alegres. Que un hombre de
aquel pueblo que era Madrid tenga trascendencia histórica en todos los
continentes quiere decir que fue un hombre grande. No porque mandase o porque
fuera un hombre de gobierno. Era un hombre sencillo, pero un hombre de Dios.
San Isidro no escribió; vivió.
Un santo de la puerta de al lado
de hace 400 años.
Los primeros misioneros llevaban a Isidro como ejemplo para que la gente
humilde entendiese qué significa ser cristiano. Es el santo del pueblo
sencillo.
Ahora sabemos, además, que el
patrón de Madrid tiene rasgos africanos, lo que ha hecho sentir a muchos
más cerca de la ciudad que les acoge.
Quiero hacer una fiesta con la gente que procede de África y está viviendo en
Madrid. Este santo tiene un acento especial para ellos.
¿El pueblo de Madrid se ha
volcado?
Ha habido mucha gente de las parroquias que ha venido a hacer la visita a san
Isidro, ha subido al camarín y orado ante el santo. Los resultados no son
matemáticas, sino que alcanzan el corazón del ser humano. Y ha habido personas
alcanzadas por Nuestro Señor a través del patrón.
También la sociedad civil. Hasta
la ONCE ha hecho un cupón.
Este año dedicado al santo nos ha ayudado a unirnos en proyectos comunes, por
ejemplo con el Ayuntamiento, cada uno desde su sitio. Yo tengo que dar gracias
a toda la gente que ha intervenido.
¿Hay alguna anécdota de estos
meses que le haya marcado especialmente?
Una mañana, mientras estaba orando en el camarín se me acercó un chico y me
pidió hablar. No quería hacerlo en el confesionario, así que fuimos a dar un
paseo. Salimos a comer juntos, pasamos la tarde. Era un chaval bueno viviendo
un momento especial en su vida, pero me impactó muchísimo. Y salió de otra
manera. Ese muchacho ahora ha tomado una dirección diferente y no creía ni en
las aspirinas. He pasado muchas horas con él, pero la obra la ha hecho san
Isidro. Le pedí que hiciera como con su hijo.
También recuerdo a una mujer que
me pidió en la colegiata que rezase por ella, porque le habían dado seis meses
de vida. Pero no para que se curase, sino para que fuese lo que Dios quisiera.
Esa mujer a día de hoy me sigue viniendo a ver y han pasado más de seis meses.
Hay gente que ha venido a rezar a san Isidro desde Filipinas, de toda América
Latina. Tantos venezolanos que lo han perdido todo. Este Año Jubilar me ha
hecho tener encuentros humanos donde la fe cristiana ha tenido una singularidad
especial.
¿Ha pedido usted algo especial al
patrón para el pueblo de Madrid?
Le he pedido que me dé la capacidad para ser el obispo que hoy necesita Madrid
en las cosas que hago, que digo y que vivo. Pero también que sea un revulsivo,
especialmente para la familia, que fue tan importante para él. Siempre que voy
a la colegiata subo al camarín y se lo pido. En esta ciudad tan grande hay
mucha gente y muchas familias. Muchas casas. Cuando voy por la calle o a una
visita siempre miro los hogares y pido que cada uno sea como el de san Isidro.
Y el paseo se me hace corto.
Cristina Sánchez
Aguilar
Fuente: Alfa y Omega