Los católicos pueden cremar a sus parientes fallecidos. ¿Pero es la mejor opción?
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Entre
las preguntas sobre los fallecidos, surge con cierta frecuencia: ¿cómo deben
los católicos encarar la posibilidad de la cremación?
Para mí, hay dos cuestiones que deben considerarse a este
respecto:
En primer lugar, ¿la Iglesia permite la cremación?
En segundo lugar, ¿es una alternativa adecuada para
que los católicos rindan homenaje a sus seres queridos que ya partieron?
La Iglesia pide enterrar las cenizas
La respuesta a la primera pregunta es que la Iglesia sí permite la
cremación, siempre y cuando las cenizas sean debidamente enterradas.
Una autorización de 1963, incluida en el Código de Derecho
Canónico de 1983, especificó que la cremación es permitida siempre que no se
escoja «por razones contrarias a la doctrina cristiana».
Por lo tanto, los católicos fallecidos pueden ser cremados sin que
sea violada la ley de la Iglesia.
No obstante, en vez de que sus cenizas sean lanzadas al
mar o metidas en una urna para colocar en algún lugar de la casa, los restos
deben ser almacenados en un recipiente respetuoso y enseguida enterrados,
como en la sepultura tradicional.
Cremación para excepciones
¿Pero será que la cremación, incluso siendo permitida, es
realmente la mejor opción para un católico? ¿Será que esta es recomendable en
el contexto de nuestra fe?
Con base en una tradición católica más amplia, parece quedar claro
que la cremación está reservada para casos excepcionales, en que
existen fuertes razones prácticas para que el cuerpo sea cremado (en la mayoría
de estos casos para evitar la propagación de enfermedades infecciosas).
Como ni la cremación ni el entierro constituyen un sacramento, la
importancia de la elección es principalmente simbólica.
El mejor homenaje, la sepultura
Pero
la sepultura es la manera más
adecuada de rendir homenaje a nuestros seres queridos en armonía con la fe
cristiana.
Para empezar, el propio Jesucristo, nuestro Señor, fue sepultado
antes de resucitar. Nosotros también resucitaremos.
Está claro que Dios puede, en su omnipotencia, resucitar a una
persona cuyos restos fueron destruidos por el fuego.
Pero el entierro expresa mejor nuestra esperanza en la gracia
redentora de Dios y nuestra expectativa de vida nueva en la eternidad.
También los cuerpos tienen un futuro
Cuando yo voy a un cementerio, me imagino que, debajo de la
tierra, las personas fallecidas y sepultadas están esperando a
ser llamadas.
Sus cuerpos, creados a imagen de Dios y cuya forma Él mismo se
dignó asumir al encarnarse, no son simplemente desechados.
Los cuerpos de los fieles difuntos serán
retomados de una forma más gloriosa al ser
resucitados.
El entierro nos ayuda a apreciar mejor estas verdades de nuestra
fe y a sensibilizarnos con la muerte de un modo más católico.
Es por eso que los primeros cristianos insistieron en escoger el
entierro de sus muertos, aunque ese no fuera la costumbre de su tiempo.
La tradición más católica para
despedir a los fallecidos
Es por eso que el entierro fue consistentemente preferido a lo
largo de toda la historia de la cristiandad, llegando a ser hasta obligatorio
por ley, tanto a nivel religioso como civil.
Antes de 1963, el funeral católico no estaba permitido para los
católicos que pedían la cremación.
E incluso después de que fuera modificada esta ley, continua siendo «fervorosamente
recomendado« elegir el entierro en vez de la
cremación.
Porque la sepultura es una costumbre más adecuada a nuestra fe en la
resurrección de los muertos.
Así mismo, la cremación tiene fuertes asociaciones con el
panteísmo, con el nihilismo y con el rechazo puro y simple de la materia.
Algunas religiones orientales enseñan que los muertos simplemente
dejan de existir como personas individuales; la cremación simboliza, de esta
manera, la desintegración del individuo como tal.
Otros pueblos, como los antiguos griegos y romanos, veían el
cuerpo básicamente como una envoltura descartable.
Y otros grupos, sectarios o herméticos, llegaron a recomendar la
cremación explícitamente como forma de negar la creencia cristiana en la
resurrección.
¿Por qué la tendencia hoy a la
cremación?
¿Por qué la cremación es escogida con creciente frecuencia en las
sociedades occidentales de hoy?
Algunas personas la buscan sólo por ser un modo más rápido de
librarse de un cuerpo (y, en algunos casos o países, más barato,
considerando el dinero que se gastaría en los funerales, en la compra de un
terreno en el cementerio y en la construcción y mantenimiento de una tumba o
nicho).
Además de esto, se economiza espacio de tierra.
Ya oí a personas ancianas usar estos argumentos para explicar su
deseo de ser cremadas: con el afán de aliviar a los familiares de la carga
económica del funeral, ellas terminan dejando de tener en cuenta otras necesidades,
emocionales y espirituales, de las personas que van a dejar
atrás.
Buscar gestos de honra y de fe
Yo personalmente pienso que es desolador que las personas tengan los ojos
puestos más en las facilidades y comodidades prácticas que en el aprecio de los
gestos de honra a la memoria de los fallecidos y de fe en su resurrección.
Tal vez las personas que dan ese tipo de instrucción a la familia
no siempre piensan que la propia familia preferiría ofrecerles un ritual que,
en su corazón, les rinda un mejor homenaje.
Además de eso, la «carga» unida a los ritos de sepultura que, en
realidad, es una «carga» bendecida, podría traer más consuelo a
los enlutados.
Más allá del desarraigo y el
desprecio del cuerpo
La cremación también nos dice algo sobre el «desarraigo»
de las personas de hoy en día.
Los cristianos que mantuvieron un fuerte vínculo con algún lugar
especial del mundo normalmente quieren ser enterrados en ese lugar.
Hoy, no obstante, las personas cambian de dirección con mucha más
frecuencia y pueden sentir el deseo de ser literalmente «esparcidas por el
viento» después de su muerte.
También es probable que las personas de hoy, que tienen dificultad
en disciplinar los apetitos de la carne, se sientan especialmente atraídas por
la idea del «descarte» simbólico del propio cuerpo, que sería considerado más como un
peso que como una bendición para el alma; por eso,
parecería mejor librarse de él finalmente.
Alimentar la esperanza
Como cristianos, sabemos que esas perspectivas son equivocadas, ya
que somos criaturas psicosomáticas, creadas por Dios como unidades de
cuerpo y alma.
Aunque afectados por el pecado original, nuestros
cuerpos aún conservan su bondad: son creados por Dios.
Nuestros cuerpos nos van a acompañar, de una forma
perfeccionada, a lo largo de toda la eternidad.
Y, como dijo san Pablo a los corintios, el último enemigo en ser
destruido será la muerte.
En la expectativa de ese día, sería más recomendable enterrar a
nuestros difuntos y alimentar la esperanza en los bienes que llegarán en la
eternidad.
Rachel Lu
Fuente: Aleteia