La psicoterapeuta Bernadette Lemoine y la experta en comunicación Diane de Bodman desvelan en un libro cinco expresiones cotidianas que tienen un altísimo impacto positivo en los niños
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La
cena en familia, las peleas por recoger la habitación, la hora de los deberes…
el día a día de una familia está lleno de momentos en los que saber qué
palabras decir y cómo gestionar nuestras emociones – y las de nuestros hijos –
puede marcar la diferencia entre una vida feliz y otra llena de tensión.
Por eso, la piscóloga y psicoterapeuta Bernadette Lemoine y la
experta en comunicación de la salud Diane de Bodman acaban de publicar Frases para ayudarles a crecer(Rialp,
2023), un libro en el que abordan más de 70 ocasiones cotidianas en el hogar,
con consejos prácticos para que los padres no pierdan los estribos, logren sus
objetivos como educadores y establezcan vínculos estrechos y sanos con sus
hijos.
Hablar bien, un reto para los padres
«Emplear palabras acertadas, sinceras, llenas de
cariño y capaces de hacer bien, es una clave esencial en
materia de educación, y en ocasiones implica un aprendizaje para nosotros, los
adultos, que no siempre hemos recibido formación para ser padres», afirman las
autoras.
Sin embargo, «si queremos ayudar al niño a crecer bien, a
expresarse con claridad, a mostrar los gestos y actitudes adecuados para cada
situación, los
educadores, los padres y los abuelos hemos de permanecer alerta y ser exigentes
con nuestras propias palabras, reacciones y conductas. Aunque,
en medio de la vorágine del día a día, no resulta nada fácil», reconocen.
Palabras «de alto impacto»
Además de recrear múltiples escenarios (desde la hora de
despertarse, a una rabieta en el supermercado, pasando por la muerte de un
familiar o un caso de acoso escolar), Lemoine y De Bodman destacan lo que
denominan «las palabras mágicas».
«La cortesía –apuntan– engrasa las ruedas de la comunicación y
fomenta el respeto que todo el mundo merece. Las ‘palabras mágicas’ son el
abecé de esa buena educación indispensable, que tiene que brotar del corazón y
no quedarse en un mero barniz exterior».
Se trata de cinco expresiones cotidianas que permiten «educar en
el respeto al otro, y relacionarse con los demás de un modo más personal y
justo». Algo que, para los hijos, tendrá un gran impacto en su estabilidad emocional,
en su percepción del mundo, en su generosidad, en su disciplina, e incluso en
la salud de sus relaciones futuras, explican a lo largo del
libro.
Las cinco «palabras mágicas»
- Buenos días: «Saludamos al
empezar el día o cuando nos encontramos con alguien: reconocemos su
existencia y su identidad cada vez que decimos su nombre. Y si además le
sonreímos o le miramos a la cara, ¡mucho mejor!», apuntan.
- Gracias: «Dar las
gracias –indican– es manifestar nuestra satisfacción por haber recibido
algo que nos faltaba, porque nadie es todopoderoso. Nos necesitamos unos a
otros». Y reclaman «no olvidarnos de dar las gracias y mostrar respeto
hacia quienes hacen lo que a nosotros no nos gustaría tener que hacer:
vaciar las papeleras, mantener espacios públicos…».
- Por favor: «Significa pedir, en
lugar de exigir. El otro queda libre de responder o no a nuestra petición,
que viene a ser una declaración de nuestra incapacidad para satisfacernos
nosotros solos todos nuestros deseos», matizan las autoras.
- Perdón: «Significa
reconocer el propio error, la propia torpeza, los olvidos y daños que
hemos podido causar y a los que pondremos remedio en la medida de nuestras
posibilidades», afirman las expertas, que proponen a los padres
acostumbrarse a pedir perdón a los hijos y dentro del propio matrimonio.
- Adiós: Además de marcar
«una pausa en la comunicación», es una expresión «que llamamos de buena
educación» porque «nace de una actitud sincera de apertura a los demás».
Sin olvidar que «los niños actúan como actúan los adultos, así que cuida
el tono que utilizas, tu manera de hablar…».
Ejemplos diarios, firmeza y sentido
del humor
Para que las palabras aterricen en el día a día, Lemoine y De
Bodman apuntan ejemplos concretos: «Enséñale a levantarse
para ceder el sitio a una persona mayor que se sube al autobús, a levantarse para
saludar a las visitas, a apartarse para ceder el paso a otro, a dejar que los
demás terminen de hablar sin interrumpirlos, a dar las gracias a la familia y a
los amigos por los regalos, anímale a tomar la iniciativa y a hacer pequeños
favores como vaciar e maletero del coche, ayudar a cargar peso, etc.»
Y dan dos ingredientes esenciales:
firmeza y sentido del humor. «No dudes en mostrarte firme; por
ejemplo, con un ‘deja la tarta en el plato y espera a que se sirva todo el
mundo’. Y recurre al sentido del humor (sin ironías): ‘Vaya, ¿me habré vuelto
invisible? Porque nadie me saluda, pero yo sí me veo…’».
Estas cinco «palabras mágicas» son «mucho más que un código
social», puesto que «ponen de manifiesto la apertura del corazón», explican las
autoras. Y recuerdan a padres y abuelos que no sólo deben enseñárselas a los pequeños,
sino que ellos mismos deben ponerlas en práctica en su relación con otros
adultos y con los propios niños.
José Antonio Méndez
Fuente: Aleteia