Una
cerveza, un amigo para desahogarse, un baño, llorar, contemplar la verdad y la
belleza
![]() |
Shutterstock / Robert Kneschke |
La
tristeza, las penas, las melancolías, los desencantos y las tribulaciones no
son estados de ánimo que afectan solo a los hombres y mujeres de nuestro siglo.
Ciertamente hoy están mucho más difundidos junto a las enfermedades mentales y
psicológicas.
El hombre cada vez está más solo y le resulta
difícil desahogarse con otro cuando sufre penas y tristezas. La globalización
de la economía no ha llegado a las personas, y más bien se ha fortalecido
el individualismo y el egocentrismo.
Entonces, a veces, uno se encierra sobre sí
mismo (sobre sí misma) para ahogar las penas, pero en lugar de aliviarlas las
hace más grandes desgranando el presente y el pasado, que
se ve gris y oscuro, de su vida.
Esta no es la solución. Las
penas deben ser compartidas y aliviadas por el consejo de personas amigas o que
te quieren desinteresadamente.
La tristeza no es un estado de ánimo de
hoy, sino del hombre de todos los tiempos, después del pecado original. Los
desamores, las contrariedades familiares y profesionales, las antipatías
y animadversiones, no son de hoy, vienen
ya de Adán y Eva.
Uno de los grandes sabios de la humanidad,
y gran conocedor de lo humano y lo divino, es un santo medieval: santo Tomás de Aquino.
Fue este santo el que estableció ya en el siglo XIII los
cinco remedios contra la tristeza. Tienen mucha actualidad,
aunque fueron escritos hace casi 800 años.
Las recordó en una conferencia el sacerdote
italiano Carlo De Marchi, en el Convegno Ecclesiale Nazionale celebrado en
Florencia. Se peguntó: ¿cómo superar el malhumor y recuperar la
sonrisa? Cualquiera tiene jornadas tristes.
1. Darse un placer
cualquiera. Algo agradable. Puede parecer
algo materialista, pero en nuestros días, tras una jornada triste o atribulada,
es bueno tomar una cerveza o un plato de buena comida. Dice Carlo De Marchi que
en el Evangelio también el Señor gustaba de buen vino (las Bodas de Caná) y de
ir a banquetes, porque apreciaba las cosas buenas de la vida. El Salmo 104
afirma que “el vino alegra el corazón del hombre”. Naturalmente sin caer en
excesos, ni en cerveza ni en vino, pues de la alegría se pasa a la embriaguez
que es mala para la salud del alma y del cuerpo.
2. Llorar. Santo Tomás dice que el llorar es un desahogo importante,
tanto para el alma como para el cuerpo: limpia el dolor. También Jesús lloró
ante la muerte de su amigo Lázaro. El papa Francisco comenta: “algunas
realidades de la vida se ven mejor con los ojos lavados por las lágrimas.
Invito a todos a pedirse: ¿he aprendido a llorar?
3. La
compasión de los amigos. Cuando uno se
siente bajo de forma y tiende a verlo todo de color gris u oscuro, es muy
eficaz desahogarse con un amigo y escuchar sus consejos. A veces
tomando un vino o una cerveza en un bar, a veces con solo un golpe de teléfono
y se aclara todo.
4. La
contemplación de la verdad. Es contemplar las
maravillas de las cosas, de una obra de arte, una película, contemplar la
naturaleza, escuchar música y dejarse sorprender. Es un remedio muy eficaz
contra la tristeza.
5. Dormir
mucho y bañarse o ducharse. Este remedio de
santo Tomás es muy eficaz. Algunos dirán que es “poco teológico”, pero es un
remedio muy cristiano que para aliviar penas del alma conviene apaciguar el
cuerpo. Jesús fue perfecto Dios y perfecto Hombre y por lo tanto superó la
separación entre la materia y el espíritu.
Hay un
prejuicio extendido, señala Di Marchio, que consiste en oponer
el alma y el cuerpo, en el sentido que el cuerpo sería un obstáculo para la
vida espiritual. En realidad, el humanismo cristiano considera que la persona
(cuerpo y alma) se “espiritualiza” cuando busca la unión con Dios.
Esto indica
también que esta interrelación entre alma y cuerpo, que la tendremos hasta el
final de nuestro andar terreno, necesita un médico para el alma (un consejero o
director espiritual) y otro para el cuerpo (el médico), y en el primer caso es
muy aconsejable el sacramento de la confesión, que limpia el alma de todas las
impurezas, y así de la tristeza se pasa a la alegría.
¿Estamos
tristes? Busquemos al médico del cuerpo y al médico del alma.
Salvador Aragonés
Fuente: Aleteia