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9.12.20
¿CÓMO ES PENSAR EN CRISTIANO?
Integrar la fe en el trabajo intelectual no es un freno: es
un regalo de Dios, que llama a rendir el talento de la inteligencia
Irina.stelea | CC BY SA 3.0
Ser
intelectual es una responsabilidad. Tanto es así que la palabra asusta cuando a uno
lo llaman «intelectual».
Pero el caso es que es un talento que algunas
personas han recibido y con el que están llamadas a trabajar, lo
mismo que el artesano o que el cantante deben hacer rendir ese don especial para
trabajar con las manos o con la voz, según el caso.
Un intelectual tiene la característica singular de trabajar con
la inteligencia, con el pensamiento. Es un don (porque es un regalo
inmerecido que Dios le ha dado a una persona al nacer) y
también una tarea,
porque está llamado a aprender más, a buscar la verdad expresada en la realidad
y a dar sus conocimientos a otras personas.
Conocer y
transmitir el conocimiento
Eso es algo que comparten -o deberían compartir-
todos los intelectuales del mundo: el afán por avanzar en el conocimiento
(cada uno en su ámbito) y transmitirlo a la sociedad, en la
forma y el momento más adecuados.
Para unos eso implica encerrarse en un laboratorio
o una biblioteca toda una vida y sacar conclusiones poco brillantes pero que
servirán como base para que otros logren éxitos más notorios.
Para
otros, en cambio, la tarea intelectual se hará inmediatamente pública, tal vez
por su aspecto divulgativo o por su dimensión más aplicada.
Por poner un ejemplo, en Medicina estamos viendo
los avances en la lucha contra la Covid-19 y aparecen nombres de médicos,
epidemiólogos, farmacéuticos… pero ellos son la punta del iceberg de una
investigación larga acerca de los coronavirus, una «familia» de virus que aún
guarda muchos secretos para la ciencia. Hubo una investigación básica que permitió
la investigación aplicada. Y las dos son importantes.
Esto en cuanto a las ciencias
experimentales.
En cuanto al pensamiento, no solo
hablamos de ciencia experimental. El Derecho, la Historia, la Filología, la
Música… el conjunto de las Humanidades (también
llamadas Ciencias Sociales) exigen un trabajo de pensamiento.
Y mucho más la Filosofía, que está por
encima de las ciencias sociales y las ciencias experimentales porque tiene un grado mayor
de abstracción.
¿Qué
hace un cristiano que tiene un trabajo intelectual? ¿Existe una forma de
«pensar en cristiano»?
Aunque de entrada podría parecer que lo de ser
cristiano es un freno y pone barreras al trabajo intelectual, es todo lo contrario.
PENSAR EN
CRISTIANO IMPLICA BUSCAR LA VERDAD.
El cristiano no tiene miedo a la indagación.
Sabe que el mundo lo ha creado Dios (eso incluye tanto la inteligencia propia
como el ser de cada cosa creada) y va buscando en él las huellas que le ayudan
a comprender mejor la realidad.
Es falso que la persona humana no está dotada para alcanzar la
verdad, como afirma el «pensamiento débil» de filósofos como
Gianni Vattimo. No es soberbia creer que nuestra inteligencia puede llegar a
encontrar la verdad. Por eso la tarea del intelectual no puede quedarse en el
campo de la opinión ni dar por buenas todas las opiniones. Hay que validar cada
resultado y confrontarlo con la verdad.
Mucho menos en Ética: habrá que buscar y pensar
cuál es la opción ética que más nos aproxima a la verdad y al bien.
PENSAR EN
CRISTIANO ES UNA TAREA ARDUA.
Exige esfuerzo y a veces no es reconocida públicamente.
Quien piensa en cristiano debe estar dispuesto a sacrificar la gloria humana.
Eso exige humildad
y espíritu de sacrificio.
PENSAR
EN CRISTIANO ES SER HONRADO.
Hablemos claro: a veces la corriente de opinión
pública o ciertas políticas darían un beneficio económico o el éxito si el
intelectual sacrificara su ética y avalara resultados falsos, si investiga
empleando medios que van contra la vida o la doctrina social…
Pensar en cristiano es asumir que no se cede a
lo políticamente correcto y eso puede dejarle a uno fuera de
un cargo, de un puesto de trabajo o de unas oposiciones.
Un jefe me hizo una vez un comentario que me ha
ayudado mucho en la vida: «Los cristianos tenéis mucha suerte. Cuando algo no
sale, siempre podéis aplicaros eso de ‘mi reino no es de este mundo’.»
Quizá le sirva a alguien más ante una injusticia:
recordarnos a nosotros mismos que tenemos la mirada en el cielo.
Eso no quita que pongamos todo el empeño en la tierra para construir
un mundo mejor, porque Dios nos dio talentos para hacerlo.
Pero si llegado el caso, no podemos hacer más, «pensar en cristiano» es abandonarse en
las manos amorosas de la Providencia de Dios: Él sabrá por qué.
PENSAR EN
CRISTIANO ES UN SERVICIO.
No existe pensamiento cristiano que no sea un
servicio a la sociedad. Siempre el trabajo intelectual de un auténtico
cristiano está orientado
al bien común.
«Jesús con palabras sencillas alienta a pensar
para comprender. Pensar no solo con la cabeza, sino también con el corazón, con
el espíritu. Esto es pensar en cristiano, para comprender los signos de los
tiempos». (Papa Francisco)
PENSAR EN CRISTIANO
TE PEGA A LA VIDA.
¿Parece que los intelectuales están en otro
planeta? Nada más lejos de la vida de un cristiano. Este emplea el pensamiento
sabiéndose parte de una comunidad, de un pueblo…
Camina en el trabajo intelectual acompañado por el
trabajo de los intelectuales anteriores a él y junto a colegas, entidades,
instituciones que también investigan y proponen. Quizá no en su especialidad,
pero el intelectual se sabe partícipe de algo mayor.
El
papa Francisco alerta en la encíclica «Frattelli Tutti» acerca
de «una pérdida del sentido de la historia que disgrega todavía más». Hemos
recibido un legado y en el trabajo intelectual nunca se parte de cero o existe
el peligro de caer en las ideologías. Y a continuación propone
que se trabaje por «un proyecto para todos».
Así ha de ser el pensamiento en cristiano: ha de
impregnar la vida pública. Eso significa intervenir en política, en la
Universidad, en la literatura, en el periodismo, en las redes sociales… para
contribuir a tres cosas:
Conocer la
verdad del ser-hombre.
Comprender
y gestionar el pluralismo.
Modular
la globalización.
De eso habla un libro que debería ser un
«imprescindible» en la biblioteca de cualquier intelectual: el «Compendio de la
doctrina social de la Iglesia»
PENSAR EN
CRISTIANO ES GOZOSO.
Dios ha dado al trabajo intelectual un gozo, que
hace más «amable» (eso significa «digno de ser amada») la tarea. Una chispa, un
rayo de luz, una nueva hipótesis, una comprobación… son pasos en los que uno
encuentra felicidad,
y esa felicidad forma parte del camino por el que Dios le lleva en su trabajo
profesional. Una felicidad no exenta de cruz, eso es cierto.
También la
dimensión social del pensamiento da alegría: ver que una poesía
es compartida y encuentra conexión con otras personas; ayudar a alguien en la
toma de decisiones después de acompañarle en los argumentos, o la misma
docencia… dan una felicidad en la que se ve un trasunto de lo que será la
felicidad completa en la vida eterna.
EL PENSAR EN
CRISTIANO NO ES VIVIR UNA DOBLE VIDA.
Al contrario, es vivir la unidad de vida. Fe y
razón se complementan: la fe orienta el trabajo intelectual, nos puede dar
orientación acerca de cuál es el mejor camino para encontrar una solución.
La fe nos da un
conocimiento más profundo acerca de la verdad de la persona humana, y esto
ilumina siempre el trabajo intelectual. El cristianismo ayuda a acertar en la
psicología, en la antropología, en la búsqueda de la belleza…
De
ahí que pensar en cristiano no quede solo en una vida cristiana solo a nivel
intelectual sino a una vida impregnada de trato con Dios, que sigue
«trabajando» en nuestras vidas.
Dice el papa Francisco:
«El Señor quiere que comprendamos lo que sucede
en nuestro corazón, en nuestra vida, en el mundo. El espíritu del mundo no nos
quiere como pueblo, nos quiere masa, sin pensamiento y sin libertad. Lo que nos
pide Jesús es el pensamiento libre, el pensamiento de un hombre y una mujer que
son parte del pueblo de Dios. Jesús nos pide que pensemos libremente, pensar
para comprender lo que sucede. Solos no podemos: necesitamos la ayuda del
Señor, necesitamos al Espíritu Santo para comprender los signos de los
tiempos».
(Papa Francisco, 29-11-2013)