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Imagen referencial / Crédito: Unsplash |
Los primeros auxilios “proporcionados por las enseñanzas de la
Iglesia y, en última instancia, la gracia de Dios, son en realidad una especie
de medicina moral preventiva: un torniquete aplicado al alma tentada por el
pecado” y que “puede salvar almas”, explicó en una columna de opinión Donald
DeMarco, PhD y miembro titular de Human Life International.
“En el mundo secular moderno, dada su permisividad, el torniquete
moral llega tarde y a menudo ofrece poca ayuda. Ya se han producido
daños. El problema inicial se ignora y luego se agrava con un problema
posterior. En ese punto, la hemorragia moral es mucho más difícil, si no
imposible, de contener”, explicó sobre la tentación.
DeMarco lamentó que, “cuando se produce el sangrado por primera
vez (hablando metafóricamente), no se lo toma en serio” y “no se aplican
primeros auxilios”.
“Por tanto, los segundos auxilios serán menos
eficaces. Pronto, el problema se sale de control. Nuestra salud moral
ya no está ‘floreciendo’ en el clima artificial en el que la hemos
colocado. Seguimos sangrando y preguntándonos por qué nos han fallado las
diversas soluciones que ofrece el mundo secular, incluidos los libros de
autoayuda y la filosofía”, escribió.
A ese respecto, DeMarco reconoce que “la Iglesia Católica
eminentemente práctica, nos instruye sobre cómo afrontar la tentación”, ya que
“quiere evitar que el sangrado empiece alguna vez”.
“Por ejemplo, cuando el mundo dice: ‘No conduzcas cuando estás
borracho’. La Iglesia dice: ‘No te emborraches’. El mundo dice: ‘No seas
promiscuo a menos que uses condón’. La Iglesia dice: ‘No seas promiscuo’. El
mundo dice: ‘No uses drogas nocivas sin una aguja limpia’. La Iglesia dice: ‘No
uses drogas nocivas’. El mundo dice: ‘No te sientas culpable por las
indiscreciones sexuales’. La Iglesia dice: ‘No te involucres en indiscreciones
sexuales’”, continuó.
DeMarco afirma que “la tentación es el punto de entrada del
diablo”, y, por ello, es “allí es precisamente donde debe aplicarse nuestro
torniquete espiritual”.
“Queremos mantener al diablo fuera para que no bloquee el paso de
Dios hacia nuestras almas. No queremos sangrar de raíz. Nuestras
raíces deben usarse como conductos de la gracia de Dios. La tentación no divide
a los sexos ni es incesante en su persistencia. Todos somos tentados de
diversas formas, es decir, tentados a hacer lo incorrecto”, expresó.
El autor explica que el ser tentado “es una debilidad humana, pero
que no carece de cura”.
Para él la clave de resistir la tentación se encuentra los textos
bíblicos de Mateo (4: 1-11), Marcos (1: 12,13) y Lucas
(4: 1-13), cuando Jesús es tentado en el desierto por
Satanás.
“Después de que Jesús fue bautizado, ayunó durante 40 días y 40
noches en el desierto de Judea, tiempo durante el cual Satanás trató de
tentarlo tres veces. Las tentaciones estaban asociadas con los pecados de
avaricia, glotonería y orgullo. Después de haber sido rechazada cada
tentación, Satanás se fue y Cristo comenzó su ministerio. Estos pasajes
del Evangelio indican la importancia fundamental de resistir la tentación”,
escribió.
Para DeMarco esos pasajes evangélicos “indican dónde se debe
colocar el torniquete”. “Cristo es nuestro modelo para resistir la tentación y
negarnos a permitir que el diablo entre en nuestra vida. También delinea
el punto de partida para el progreso espiritual”, agregó.
Finalmente, comentó que estos “40 días de Cuaresma, que reflejan
los 40 días que Cristo pasó en el desierto, nos dirigen a alejarnos de la
tentación para que podamos convertirnos en cristianos más completos, para que
podamos estar completos y ya no nos encontremos sangrando de raíz”.
Fuente: ACI Prensa