Ayer, a las 10.30 horas, el arzobispo emérito de Cracovia acudió a la plaza de San Pedro para depositar un ramo de flores en el lugar exacto del atentado a San Juan Pablo II
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El cardenal Stanislaw Dziwisz ante las vestiduras blancas de San Juan Pablo II manchadas de sangre. |
Es
la “firme exigencia de respeto a los derechos humanos” la característica de San
Juan Pablo II que recuerda el Arzobispo emérito de Cracovia, en Polonia, y
secretario particular del Papa Wojtyła, el cardenal Stanislaw Dziwisz. Las
palabras del prelado llegan a exactamente 40 años del atentado del Pontífice
polaco en la Plaza de San Pedro. Era el 13 de mayo de 1981, de hecho, cuando
Juan Pablo II fue herido en el abdomen por los disparos de Ali Agca.
El cardenal Dziwisz señala que
San Juan Pablo II se pronunció con firmeza, desde el principio de su
pontificado, en defensa de los pueblos perseguidos y oprimidos y de las
sociedades esclavizadas por el totalitarismo.
“Él
mismo procedía de Polonia, un país que vivió las atrocidades del nazismo y del
comunismo en el siglo XX. Comprendió perfectamente el daño causado por la
violencia totalitaria utilizada por las autoridades contra ciudadanos
individuales y sociedades enteras. Por eso exigió con firmeza que se respetaran
los derechos y la dignidad de todos los seres humanos. Pagó un alto precio por
ello, pero el intento de asesinato no interrumpió su misión”, dijo el veterano
secretario de San Juan Pablo II.
Añadió que los momentos
posteriores al intento de asesinato fueron muy dramáticos porque el Papa estuvo
en serio peligro de perder la vida a causa de las heridas. “Sosteniendo al
Santo Padre desplomado y sangrando mucho, yo estaba conmovido; pero sabía que
teníamos que actuar para salvar su vida”. San Juan Pablo II, a pesar del dolor,
mantuvo la calma, se encomendó a Dios y a María, y ya por el camino hacia el
hospital, perdiendo el conocimiento, me dijo que perdonaba al asesino”,
recuerda el cardenal Dziwisz.
También destaca que, tras su
convalecencia, San Juan Pablo, a pesar de las medidas de seguridad introducidas,
no evitó los encuentros con la gente y las peregrinaciones al extranjero, y
siguió predicando su mensaje con valentía. “Dijo repetidamente que su vida se
había salvado gracias a María. Visitó al asesino en la cárcel y habló con él
durante un rato. Los enemigos del Papa no consiguieron detenerle con la
violencia; tenía una misión encomendada por Dios, - concluye el purpurado - que
siguió hasta el final”.
Vatican News