Algunos matices llenos de sabiduría sobre la victoria y el éxito para enfocar mejor tus prioridades, luchas, expectativas y esperanzas
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TinnaPong | Shutterstock |
Gano el tiempo o lo dejo escapar y mi vida se apaga. Gano una
oportunidad que me abre puertas o pierdo el tren que pasa ante mi estación,
dejándolo ir sin hacer nada.
Gano opciones de ser mejor o pierdo la ilusión y ya no lucho por
llegar a las estrellas que se dibujan ante mí.
Pierdo el tiempo de ahora por no poder
salir de casa por la pandemia o lo gano haciendo aquellas cosas que de otra
forma hubieran sido imposibles.
Gano un partido o lo pierdo, no cabe el empate, sólo puede ganar
uno. Gano
o pierdo. Parece todo tan sencillo…
Perder… o no
En la
vida quizás pierdo más veces que gano. Pierdo la salud y enfermo. O pierdo los
años y me vuelvo viejo sin quererlo.
Gano la oportunidad de entrar por una
puerta estrecha, seguir un sendero casi escondido o pierdo los mejores años de mi
vida haciendo lo que no deseo.
Ganar o perder en una lucha constante. Gano
prestigio con artimañas, gano el afecto engañando, gano la devoción con
mentiras.
O lo pierdo todo, la fama, el prestigio, la posición, sólo por ser
fiel a mí mismo, por ser veraz y auténtico, por no mentir.
Ganar o perder es relativo. Una oportunidad
perdida no siempre es la peor opción a la que me enfrento.
El verdadero éxito
A
veces elegir sin pensar demasiado lo que pasa ante mis ojos puede hacer que me
precipite en un camino sin rumbo.
No sé cuándo gano de verdad. Ni sé si al perder a veces puedo
llegar a ganar otras cosas diferentes, no imaginadas ni buscadas.
El perdedor de una batalla puede ganar
otros caminos posibles. Y el que ha perdido se levanta más fortalecido, porque la
derrota hace que el alma madure y se haga fuerte.
No sé si quiero ganar o perder si al final lo que me queda es
mejor que lo que tenía antes de empezar a luchar.
No sé si quiero ganar a los míos para el bien usando caminos
sucios. O prefiero
con la verdad exponerme a quedarme solo.
La autenticidad es un don que aprecio más
que a mi vida. Y estoy dispuesto a perder la vida por cuidar a los que más amo,
a los que me ha confiado una mano amiga, esa mano que me tiende Dios.
La respuesta segura: el amor
Temo perder algo en la vida. Pero luego sé
que retener y guardar no me dan la felicidad soñada.
Y en ocasiones, vacío y roto tras
alguna derrota, he tenido más paz que después de mil victorias.
Ya no me afano tanto por ganar siempre en la lucha. Decido dar amor pase lo que
pase y eso no es amor perdido.
Porque todo el amor no sé bien cómo se
deposita en el cielo, en una nube segura que me espera al final del camino,
haya ganado o perdido. Con derrotas o victorias.
Prefiero perder acompañado por el consuelo
de los míos. Antes que verme victorioso y solo en medio del desierto de la vida.
Lo único seguro
Las
victorias pasan, aunque sean sufridas. Y se olvidan, porque la vida sigue. Y
todo se juega en el presente cruel y bendito que decide mis días.
No quiero ganar humillando. Ni quiero que la victoria me lleve a
la vanidad y
al orgullo enfermizo.
Siempre puede perder el que siempre
gana. Y siempre puede ganar el que pierde siempre.
No hay nada tan seguro como el hecho de que un día
acabarán mis días y mis rachas de buena o mala suerte.
Dejaré mi último suspiro sostenido en el viento. Y cerraré los
ojos para abrirlos a una vida nueva. Será mi gran victoria, quizás en mi
derrota.
Pero veré ya el cielo y comenzaré de nuevo. Y ya no habrá
vencidos, ni derrotados. No habrá dolor ni pena después de
haber perdido.
Me gusta más incluso esa vida ganada o recibida al fin, como don con
mi muerte. No se gana el cielo en el que
habitaré. Es un don, es misericordia.
Sin miedo
No se
pierde la vida que se entrega, aunque se diluya en sangre derramada. No se gana
la vida que se esconde por miedo a la derrota en el amor, que es la más
dolorosa.
No se gana peso sin comer y no se pierden kilos sin perder el
tiempo y la vida en ello. No gano siempre que creo haber vencido.
A veces he perdido cosas más importantes
que las que perseguía. Deseando el mejor puesto perdí a los
míos o la oportunidad de amarlos con tiempo, con alegría y salud.
Me desgasté por entero pensando que ganaba y perdí la salud y dejé
de cuidar lo que de verdad importa.
No siempre ganar es ganar. Y no siempre una derrota es sólo
pérdida.
Perder un puesto de trabajo o la fama
no siempre es pérdida total. Se abrirán nuevos caminos y
descubriré de nuevo la esperanza, desde la altura de mi caída. Porque no toda
caída es el final de mi vida. Es sólo un parón, o un nuevo comienzo.
Ya no me afano siempre por ganar donde todos buscan la victoria.
Ni me tomo mal mis derrotas, son parte de la vida.
No me ofusco con objetivos que me
alejan de lo realmente importante, el amor que es el que construye la vida.
Un nuevo inicio
No siempre matando gano. A veces es sólo al morir cuando venzo y
entiendo la vida.
Me gusta pensar que Dios da siempre nuevas oportunidades. Y que
donde un día hubo lágrimas más tarde puede que haya sonrisas.
No le tengo miedo a comenzar de nuevo, porque así aprendo nuevas
formas de hacer las cosas y aprendo con humildad del que
construye mejor que yo la casa de su vida.
No temo el final de nada, porque creo en los nuevos comienzos. Y cada
dificultad es una oportunidad que la vida me da, un don que Dios me entrega.
Carlos Padilla Esteban
Fuente: Aleteia