Sigo a Jesús pero a veces no me siento feliz... ¿Me equivoco en mis expectativas? ¿Sé amar?
![]() |
Arak Rattanawijittakorn | Shutterstock |
¿Acaso no hay muchas personas que
no reciben tanto como han entregado? Sí, parece que no se cumple la promesa en
ellos.
Hay vidas muy injustas e
infelices. ¿Qué sentido tiene esa promesa que no siempre parece cumplirse?
¿Me equivoco con mis deseos y objetivos?
Tal vez lo que sucede es que no
sé pedir realmente lo que me conviene. O creo que necesito más de lo que me
hace falta.
Tengo otras prioridades y le doy
valor a otras cosas en mi camino. Me ato a lo que deseo y persigo lo
que sueño.
Y no toco ese cien veces más de
lo que he dado que me ha sido prometido. El cielo y la plenitud aquí en
la tierra.
La necesidad de soltar pesos
Tengo que soltar para conseguir
algo nuevo. Tengo que dar para recibir, dejar de mirar lo que me obsesiona
para fijarme en lo que estoy recibiendo sin valorarlo.
La vida son dos días, momentos
aislados en el tiempo. Y yo deseo dejarlo todo para estar con Jesús.
¿Qué retienen mis manos
desesperadamente? Pienso en todo lo que me encadena y pesa dentro del
alma.
Tengo un sueño escondido y me
atormenta no lograr la cima que sueño. Y perder todo lo que he poseído.
Como un ciego desesperado me
aferro a lo que toco. Para no soltarme. Desconfío del camino que me marcan
otros pasos, otras voces, otros gritos.
Lo decisivo: amar
Deambulo por la vida sin
decidirme a amar. Porque el que ama sufre y el que pierde se angustia. Y
darlo todo por seguir a Jesús parece demasiado.
Cuando digo todo me refiero a
dejar en manos de Dios todo lo que me constituye. Que Dios me haga de nuevo.
Que me construya.
No me da miedo la soledad del que
pierde. Pero sí tal vez me angustia no recibir lo soñado, ni tan siquiera las
gracias por haberlo dado todo.
Creo que la vida consiste en
amar dándolo todo. Pero estoy roto, herido por dentro. Decía el padre José
Kentenich:
«¿Cómo podrá el hombre, que se ha
convertido ya en una máquina, llegar a ser nuevamente un auténtico hombre, un
verdadero cristiano?
Siendo así que todas las
vinculaciones de su alma, todos sus lazos interiores están desgarrados o
amenazados, ¿cómo haremos que el hombre entre nuevamente en un sano organismo
de vinculaciones, tanto a personas, a lugares, como a ideas?
¿Cómo aprende el hombre actual,
cuya vida psíquica está tan tremendamente deshecha, a amar como corresponde a
Dios y al prójimo? ¿Cómo aprende, sobre todo, a amar filialmente?».
El «lugar» de la felicidad
Si estoy dispuesto a seguir a
Jesús es porque estoy dispuesto a amar con todo mi ser. Sin importarme nada
más.
Es tan escasa la vida y me faltan
tantas cosas para ser feliz… Pero quizás es que no sé amar y por eso no
soy feliz.
No sé soltar lo que me ata y por
eso no sé abrazar. No sé amar enalteciendo porque nadie me ha amado de esa
manera. No sé ser generoso porque nadie lo ha sido conmigo.
Quisiera mirar hoy a Jesús y
recibir con alegría su respuesta. Lo he dejado todo por seguirlo a Él y su
amor me ha dado una serenidad profunda, honda.
Tengo paz en el alma. El corazón
calmado. Y sueño con una vida que aún no poseo. Y espero la eternidad entre mis
días como un bálsamo. Y esa promesa de ser feliz para siempre, cueste lo que
cueste.
Pero siempre amando, que es lo
que de verdad importa.
Carlos Padilla Esteban
Fuente: Aleteia