¡Cuántas empresas se han hundido en este tiempo de pandemia! ¡Cuántos sueños han fracasado! Todo me da experiencia
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«Hijo mío, si aceptas mis
palabras y conservas mis consejos, prestando oído a la sensatez y prestando
atención a la prudencia; si invocas a la inteligencia y llamas a la prudencia;
si la procuras como el dinero y la buscas como un tesoro, entonces comprenderás
el temor del Señor y alcanzarás el conocimiento de Dios. Porque es el Señor
quien da sensatez, de su boca proceden saber e inteligencia. Él atesora acierto
para los hombres rectos, es escudo para el de conducta intachable, custodia la
senda del deber, la rectitud y los buenos senderos. Entonces comprenderás la
justicia y el derecho, la rectitud y toda obra buena».
¿Cómo aprendo a discernir lo que
tengo que hacer hasta en los más pequeños detalles de mi vida?
Escuchar las voces de Dios cuando
me habla en los acontecimientos que suceden.
¿Qué me dice Dios con lo que
sucede?
Quiero detenerme a
auscultar su voz. Lo que pasa no me es indiferente.
Cualquier suceso. Una alegría o
una desgracia. Algo provocado por mis actos o aquello que sucede sin que yo
intervenga. Me está hablando Dios en todo lo que me pasa.
Quiero ser prudente y sensato.
Sabio con la sabiduría de Dios. Decía un entrenador de fútbol:
«En la vida no hay revanchas, y
sí oportunidades».
Y es así. Un fracaso me abre
a posibles futuros éxitos. Una pérdida me conduce por el camino de nuevos
encuentros.
Una ausencia deja paso a otras
vidas que llenan el vacío. Un error es el comienzo de un acierto.
En mis manos está ver la
vida como una oportunidad. Incluso aquello que me parece oscuro y triste, duro
e insoportable.
No tanto entender las cosas sino
saber qué hacer
No me corresponde a mí entender
los caminos de Dios. Como si tuviera que darle mi visto bueno a todo lo que me
sucede.
Muchas cosas me incomodan, me
duelen, me dejan insatisfecho. Puedo negarlas o apartarlas cerrando los ojos
para no ver lo que no me gusta. O puedo querer darle un sentido a
lo que carece de sentido aparente.
No sobrenaturalizo todo lo que
vivo. Hay cosas que son un asco y ya está. No pasa nada por pensarlo, por
decirlo, por gritarlo. Incluso se lo digo a Dios en mi rabia, en mi pena.
No estoy de acuerdo con lo que
sucede, le digo, no para que lo cambie, sino para que me oiga. Porque le hablo
a mi Dios como a un amigo.
Y espero que me mire conmovido y me
abrace dándome paz en medio de mis batallas.
No quiero entender, sólo saber
cómo tengo que actuar a partir de ese momento. Prudencia para elegir bien
los pasos a dar.
Para no herir a nadie, para no
cometer errores de consecuencias dolorosas. Para no ser esclavo de mis
dependencias y adicciones. Para no caer en la fuente de todos mis pecados.
Elegir desde la libertad de
hombre libre, hombre sabio, hombre de Dios. Decidir aunque me duela incluso
lo que tenga que decidir. Aunque la decisión no me beneficie o no sea fácil
aquello a lo que me compromete.
Equivocarse, un paso necesario
para el éxito
Lo que me sucede tiene una
influencia subjetiva en mi alma. Lo percibo desde mi originalidad, desde
lo que soy.
El otro día leía una entrevista
realizada a un CEO. Una de esas personas a las que uno considera exitosa.
Y le preguntaban por la clave de
su éxito. Lo primero, decía, es tomar las decisiones correctas.
Entonces le preguntaron cómo se
tomaban siempre las decisiones correctas. Y él dijo: gracias a la experiencia.
Y entonces, ¿cómo se logra tener
experiencia? Y él contestó: Con decisiones equivocadas.
La experiencia en la vida me la
dan las decisiones equivocadas. No es el final de todo cuando no acierto en
mi sueño, o no logro lo que me había propuesto.
El fracaso guarda también un
secreto
¡Cuántas empresas se han hundido
en este tiempo de pandemia! ¡Cuántos sueños han fracasado! Todo me da
experiencia.
El fracaso no es el punto final.
Es sólo el inicio de un nuevo camino. La experiencia me ayudará a decidir
mejor.
No puedo hundirme cada vez que no
salen bien las cosas. Quiero vivir aprendiendo de mis
equivocaciones. Eso me da sabiduría y mucha humildad. San
Pablo me lo deja claro:
«Dios eligió lo que el mundo
tiene por necio, para confundir a los sabios; lo que el mundo tiene por débil,
para confundir a los fuertes; lo que es vil y despreciable y lo que no vale
nada, para aniquilar a lo que vale».
1 Corintios 1, 27-31
El poder de lo débil
Lo débil del mundo
frente a lo que es fuerte y poderoso. Lo humilde y poco brillante, ante lo que
destaca por su luz y apariencia.
Dios me elige a mí en mis errores
y caídas y conmigo quiere construir un mundo mejor, eso me alegra el alma.
Confío siempre en todo lo que
Dios puede hacer conmigo. En todo lo que puede construir desde mis cimientos
rotos y caídos.
Yo puedo elegir, puedo decidir,
puedo optar por el camino que creo que Dios me pide.
Busco en mi corazón una voz
que me encienda, me calme o me dé paz para seguir un camino concreto.
Quiero decidir yo y no dejar que
el tiempo tome por mí las decisiones. Quiero elegir mi forma de
vivir la vida, mi manera de hacer las cosas.
Con corazón humilde porque no
todo lo sé y no todo está claro. No me importa equivocarme. Siempre puedo
volver a caminar.
Guardo en mi corazón la voz de
Dios diciéndome que haga lo que haga Él no me suelta y va conmigo.
Carlos Padilla Esteban
Fuente: Aleteia