Así es el segundo de los Diez Mandamientos: "No tomarás el nombre de Dios en vano"
Revista Ecclesia |
Una manera muy grave de tomar el nombre de Dios en vano, es la
blasfemia en la cual intencionadamente se denigra, burla o injuria a Dios.
El segundo mandamiento de
la Iglesia Católica es: "No
tomarás el nombre de Dios en vano".
Este mandamiento, según se lee en Catecismo "prescribe respetar el nombre del Señor" y manda honrar el nombre de Dios. Siempre según
el Catecismo, no se ha de pronunciar "sino
para bendecirlo, alabarlo y glorificarlo".
El que pronuncia el nombre de Dios lo
debería hacer siendo consciente de la responsabilidad
que esto implica para él ante Dios. Una
manera muy grave de tomar el nombre de Dios en vano, es la blasfemia, en la cual intencionadamente se
denigra, burla o injuria a Dios. También
el que invoca a Dios para mentir, toma en vano el nombre de Dios.
También en la vida cotidiana se
transgrede el segundo mandamiento. Ya la
mención irreflexiva de los nombres “Dios", “Jesucristo" o “Espíritu
Santo" en conversaciones poco serias, es pecado. Lo mismo sucede con las maldiciones, en las cuales
se menciona a Dios o Jesús y no pocas veces en expresiones ajenas a la
realidad, y los chistes en los cuales aparecen Dios,
el Padre, Jesucristo o el Espíritu Santo.
La historia del nombre de Dios
Cuando Dios habló a Moisés en
la zarza ardiente, mencionó su nombre y reveló su naturaleza. El nombre “Jehová", que Dios da a conocer en este
pasaje del Antiguo Testamento,
puede ser traducido como “Yo soy el que soy" o también “Yo soy". De
esta manera, Dios se manifiesta como aquel que es
completamente idéntico a sí mismo, inalterable y eterno.
Por respeto, los judíos evitan mencionar
el nombre Jehová. Allí donde en el texto bíblico del Antiguo Testamento figura
este nombre de Dios, ellos leen hasta el
día de hoy “Adonai" (“Señor").
De esta manera tratan de sustraerse al peligro de utilizar en vano, aun no
intencionadamente, el nombre de Dios.
El Antiguo Testamento conoce otros
nombres de Dios. Por ejemplo se habla del “Dios de Abraham,
Dios de Isaac y Dios de Jacob" o
del “Dios de vuestros padres". Estos nombres hacen alusión al obrar divino
en la historia, como sucedió en el tiempo de los patriarcas. Dios también es llamado “Jehová de los ejércitos" [“Señor de los ejércitos"]. Con
“ejércitos" se hace referencia aquí a los ángeles.
También se lo denomina “Padre" (Is. 63:16). Cuando Jesús enseña a orar, exhorta
a dirigirse a Dios simplemente como “Padre en los cielos" (Mt. 6:9). Al
poder llamarlo “Padre" queda en claro que el hombre se puede dirigir con
todas sus circunstancias en confianza infantil al Dios lleno de amor.
En el envío dado a los Apóstoles (Mt.
28:19) y en la bendición, Dios es
denominado “Padre, Hijo y Espíritu Santo". Este nombre pone en evidencia la naturaleza divina
con una precisión nunca antes conocida: Dios es trino, y es invocado y honrado
como Padre, Hijo y Espíritu Santo. Está
prohibido hablar en forma indigna sobre las tres personas divinas.
Fuente: Revista
Ecclesia