La mediadora Mercedes Honrubia, directora del Instituto Coincidir, acerca a los lectores la nueva fórmula de la Iglesia para ayudar a los novios y matrimonios recientes
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Estamos
en época de bodas (en el hemisferio Norte): sol, buen tiempo y ganas de divertirse
con familia y amigos hace que tengamos buenos mimbres para ir preparando
el día más importante en la vida de unos novios. Estos
preparativos además de ilusión, pueden acarrear tensión en las parejas y no son
pocas las ocasiones en las que una crisis matrimonial tiene su origen en los
preparativos de la boda, a veces, cuando las familias de origen entran en
acción y los novios jóvenes e inexpertos se dejan aconsejar por los criterios
bienintencionados de sus padres.
Hasta aquí todo normal.
Lo que ocurre es que en ocasiones, esas primeras intromisiones
reflejan no sólo un desconocimiento de lo que implica ese momento, sino una
falta de libertad de unos o un exceso de celo o intromisión en otros.
Ya hemos dicho en otras ocasiones que el casado casa quiere y que
este paso tan importante en la vida de dos personas se materializa en el
compromiso por excelencia que es el Sacramento
del matrimonio.
Por eso el papa Francisco, consciente
de esta realidad ha publicado un documento, un catecumenado
para la vida del matrimonio hablando de esa preparación y
acompañamiento a los novios y al matrimonio.
3. “…El número cada vez menor de
personas que se casan en general, pero también y sobre todo la corta duración
de los matrimonios, incluso sacramentales, así como el problema de la validez
de los matrimonios celebrados, constituyen un desafío urgente, que pone en
juego la realización y la felicidad de tantos fieles laicos en el mundo. En la raíz de
muchas de las dificultades que experimentan las familias se encuentra una
evidente fragilidad del matrimonio, causada a su vez por una serie de factores
como: la mentalidad hedonista que desvirtúa la belleza y la profundidad de la
sexualidad humana, la autorreferencialidad que dificulta la toma de los
compromisos de la vida conyugal, una limitada comprensión del don del
sacramento del matrimonio, del significado del amor esponsal y de su carácter
de auténtica vocación, es decir, de respuesta a la llamada de Dios al hombre y
a la mujer que deciden casarse, etc.”.
Itinerarios Catecumenales para la
vida matrimonial, n. 3
Por
este motivo una buena preparación es clave a la hora de dar el paso:
“A
medida que se acerca la boda, será bueno que las parejas tomen conciencia
de que no son espectadores, sino, en nombre de Cristo, ministros de la
celebración de su matrimonio”.
ibidem, n. 68.
Es importante enfatizar en este punto, ya que una celebración no
sólo es la preparación material, sino que implica mucho más, un saber a
qué estamos llamados, por qué queremos dar ese paso y a qué nos comprometemos,
mucho más allá de todos esos preparativos maravillosos, llenos de cuidado y
cariño que suponen la organización de una boda.
La ansiedad por los preparativos
No permitamos que algo tan bonito y tan entrañable como es una
boda, el inicio de nuestra vida en común llamada a dar fruto, pueda convertirse
en una semilla que germine y provoque un gran distanciamiento entre los esposos
con el paso de los años.
En el Instituto Coincidir somos
testigos de cómo esa gestión, conlleva conflictos que son de difícil manejo
para los cónyuges y que pueden desembocar en una verdadera batalla de intereses
y de sentimientos encontrados, con el consiguiente sufrimiento para la familia,
desenfocando la mirada y las fuerzas en lo verdaderamente importante: el
Sacramento y lo que este implica.
“De hecho, es
precisamente el ajetreo de las muchas tareas prácticas relacionadas con la próxima
celebración lo que puede distraer a los novios de lo que más importa: la
celebración del sacramento y el encuentro con el Señor que viene a “habitar” su
amor humano llenándolo de su amor divino. La ansiedad excesiva por las “cosas que hay
que hacer” puede causar distracción y eclipsar toda la preparación espiritual
que se ha llevado a cabo durante meses”.
ibidem, n. 70.
Por este motivo y dado que estamos en época de bodas, invitaría a
los novios que se van a casar y a aquellas personas que están invitadas a una
boda o que han participado este año a alguna recientemente a que leyeran la Carta de
San Pablo a los Corintios, el Himno de la caridad,
una de las lecturas más solicitadas en las bodas. También les animaría a que en
este tiempo de verano aprovecharan para leer lo que dice el Papa Francisco en
su capítulo IV (artículos 90 y ss.) de Amoris
Laetitia, relacionado con el amor en el
matrimonio, en el que se enmarca y analiza de manera muy práctica
cuáles son los elementos del amor verdadero en el matrimonio.
Los preparativos son importantes por
supuesto, pero la preparación del corazón y de la cabeza a la hora de dar el
paso de casarse es más importante que lo meramente material y/o social.
No nos dejemos deslumbrar por el brillo de
la fiesta, ni nos fijemos sólo en la mancha del otro, en sus defectos o en eso
que no nos gusta. Sepamos mirar más allá, descubriendo por qué damos
ese paso, qué significado tiene y para qué queremos comprometernos de
manera libre. Si no hay conocimiento sobre la gran aventura que es el matrimonio,
si no conocemos la verdadera naturaleza del mismo, no podremos elegir con
libertad eso que es bueno para mí.
El Papa Francisco lo sabe, por eso hace
especial hincapié en el nuevo documento, Itinerari Catecumenali per la
vita matrimoniale a cura del Dicastero per i Laici, la Famiglia e la
Vita, del 15.06.2022.
Si los padres se preocupan y ocupan de sus
hijos, cuánto más la Iglesia:
“La preocupación que la Iglesia-madre siente por
estos hijos suyos, necesitados de ayuda y orientación, debe llevarla a invertir
nuevas energías en favor de las parejas «para que su experiencia de amor pueda
convertirse en un sacramento, un signo eficaz de la salvación”..
ibidem,
n. 3
Nos jugamos mucho, nuestra felicidad.
Es fundamental conocer la verdad y cuidar especialmente la preparación de los novios, el acompañamiento a los matrimonios, a sus familias nucleares y extensas llamadas a seguir creciendo a través sus frutos
Mercedes
Honrubia García de la Noceda
Fuente: Aleteia