¿Qué camino seguir como joven? En realidad solo hay una manera de vivir bien. Una poderosa reflexión de Lorena Moscoso
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Rodica Vasiliev | Shutterstock |
Siendo
madre de adolescentes, me toca con frecuencia escuchar sobre la vida de los
compañeros de mis hijos, sus elecciones, sus alegrías o sus penas.
Esto sucede desde muy pronto en la escuela, cuando las madres nos
encontramos para compartir experiencias en la crianza de nuestros niños. De
modo que se va dando cierta cercanía con las otras familias.
Llama la atención cómo en el tiempo, las experiencias van
transformándose según la etapa en la que se encuentran esos mismos niños. Por momentos,
una se siente madre de los amigos.
En esta etapa adolescente, es difícil
escuchar cuántos niños se hallan perdidos.
La necesidad de una dirección
Hay temas que pueden comentarse con los padres en favor de los
hijos, otros son temas más delicados que ya no pueden tratarse con facilidad.
Lo que es común en todos los casos preocupantes, es cierta
o total ausencia de los padres, a veces involuntaria, en las
cosas de los hijos.
Supongo que incluso la diferencia de personalidades dificulta la comunicación.
Por las razones que sean, lo realmente malo es que los jóvenes
carezcan de dirección y queden vulnerables al sin fin de mensajes agresivos que
reciben del mundo.
La importancia de la autoridad
Hoy, en la manera
en que se mueve el mundo, es fácil creer que la familia es un
obstáculo para su libertad.
Se desprecia la autoridad de los
padres, la idea de un compromiso con sus parejas o pensar en un futuro
matrimonio, paternidad o estabilidad de cualquier tipo.
El mundo les sugiere tantas cosas y tan confusas que
no saben qué objetivos han de conquistar o que virtudes perseguir.
Es como si pusieras a un niño en medio de un desierto, no tiene
dirección, no sabe hacia dónde caminar.
Sobre
todo, en las niñas,
veo que quieren mostrarse en el mundo como la mujer que puede adoptar conductas
y modas para agradar a
los hombres, sin importar si en ello pierden su dignidad y
el respeto. Con
frecuencia, lo pierden todo.
Para ponerse en camino se necesita determinación, pero si no sabes
en qué dirección caminar,
¿de qué te sirve la determinación?
Quizás en otras épocas las cosas eran más sencillas. Era natural
esperar que los hijos siguieran las costumbres y los tiempos que nos marcaba la
sociedad. Hoy el ser humano se ha rebelado a todo.
Algo que no cambie
Lo cierto es que debemos tener algo seguro a lo que
aferrarnos. Algo que marque el rumbo de nuestras vidas,
una columna vertebral que sea inamovible.
Algo que no mute, que permanezca, que no sea
llevado por el viento y que nos deje confundidos o perdidos.
Es necesario un mensaje que sea repetido en casa, pero también
allá a donde me lleve la vida, que el mensaje sea siempre el mismo y que me
asegure siempre: la verdad.
La verdad que no cambia es la verdad de Dios.
Dios se revela a los hombres a través de su Hijo Jesucristo que a su vez es
Dios y donde no hay mentira, porque es luz, fidelidad y camino (Jn 14, 6)
En el
evangelio de Juan dice Jesús:
«Como el Padre
me amó, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor. Si cumplen
mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo cumplo los mandamientos de
mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que mi gozo sea el de
ustedes, y ese gozo sea perfecto».
Jn 15, 9-11
Esa permanencia en el amor es lo que
nos asegura el camino.
Amar es la respuesta
Debemos buscar que nuestros niños persigan esa permanencia,
conozcan sobre nuestra fe, beban del ejemplo y testimonio de la familia
cristiana, conozcan que solo hay una manera de vivir en
los diversos caminos de la vida.
Es importante empezar desde temprano en sus
vidas, desde que están en los brazos para que sepan que Jesús es parte de la
familia y compañero de vida.
La seguridad que nos ofrece Dios es esta: «amar a Dios y al
prójimo como a ti mismo», es el mandamiento que nos dejó su hijo (Mt 22,
37-39).
En el amor a Dios encontramos el
camino, en el amor al prójimo la armonía y en el amor a mí
mismo, la seguridad.
Procuremos dar siempre testimonio de nuestra fe, para que nuestras
familias crezcan sobre suelo seguro, para que allá
donde partan nuestros hijos reciban en la fe y en las Eucaristías celebradas
alrededor del mundo, el mismo mensaje, que enaltece los valores y las virtudes
aprendidas en el hogar.
Que nuestra Iglesia sea siempre el lugar de refugio que ellos
necesitan, un lugar seguro.
Lorena Moscoso
Fuente: Aleteia